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Catalunya se convierte en una de las pocas zonas de Europa con toque de queda para frenar la sexta ola

Agentes de la Guardia Urbana de Barcelona durante el anterior toque de queda

Pau Rodríguez

23 de diciembre de 2021 21:53 h

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Catalunya es desde este viernes una de las pocas zonas europeas con toque de queda nocturno, si se entiende por esta medida la prohibición de salir a la calle para cualquier actividad que no sea esencial. En la mayor parte del continente se están cerrando actividades como el ocio nocturno o la restauración, sobre todo a partir de cierta hora, debido al fuerte avance de la variante ómicron, pero por ahora los países no están optando por la que fue una de las restricciones más contundentes y extendidas durante la segunda y la tercera ola, sobre todo desde que Francia abrió ese camino en otoño de 2020. 

El paquete de medidas adoptado por la Generalitat incluye no solo el toque de queda, que estará en vigor durante los próximos catorce días y de 1.00 a 6.00 horas, sino también la limitación de las reuniones sociales a un máximo de diez personas, la clausura de las discotecas y la reducción de los aforos hasta un 50% en los bares y del 70% en otros recintos como teatros o gimnasios. La razón para adoptar estas restricciones es que se busca frenar a tiempo el desbocado aumento de los contagios, una situación parecida a la que se vive en toda España, y que en Catalunya ha supuesto que las UCI ya estén ocupadas en más de un 30% por pacientes críticos de COVID-19 (la tasa más elevada del país).  

En este sentido, las restricciones acometidas por parte de la Generalitat se parecen más a las de los países que sufrieron antes el impacto de la sexta ola, como Países Bajos o Dinamarca, que al resto de comunidades autónomas españolas, que a día de hoy siguen apostando por las recomendaciones de reducir la actividad social y el uso del pasaporte COVID (a excepción de Murcia y Cantabria, que han anunciado ya medidas para la hostelería). 

La principal diferencia en Catalunya es que será de las pocas zonas que hayan apostado por el toque de queda como medida complementaria a las demás. Recopilar con exhaustividad las políticas adoptadas en toda Europa resulta complicado por el hecho de que la situación es cambiante –los gobiernos no suelen descartar medidas drásticas si la situación se agrava– y también porque hay países que dejan estas políticas en manos de sus autoridades regionales, pero aún así se observa que la prohibición de los desplazamientos de noche no es una medida que se haya adoptado en los principales países. 

Si Catalunya será una excepción en esta oleada de ómicron o una pionera es algo imposible de responder en estos momentos. Algunos países han anunciado más restricciones pasada la Navidad. En Dinamarca y Países Bajos, por ejemplo, está prácticamente toda la actividad no esencial cerrada, pero no han tenido que recurrir a un toque de queda como tal. Estos dos países incluso suspendieron las clases escolares. En Irlanda y en Bélgica la hostelería cierra a partir de cierta hora para evitar las interacciones nocturnas. En Francia las discotecas están cerradas. Y, en general, gran parte de los países está apostando por el teletrabajo. 

En cuanto al toque de queda estricto, está vigente actualmente en Eslovaquia y mucho más duro, de 20.00 a 5.00 horas, aunque su curva de casos va ahora mismo a la baja. En los últimos meses, para contener las oleadas recientes, lo ha estado también en Rumanía, en Letonia, Albania y algunas regiones de Grecia.

También ha habido restricciones de movimiento para los colectivos no vacunados como en Austria, que ha llevado a cabo uno de los confinamientos más duros del continente en los últimos meses y, tras doblegar la curva, prevé ahora recuperar el toque de queda para toda la población a partir de Fin de Año. En el caso de Alemania, en Sajonia, la región con la tasa de vacunación más baja del país, se ha decretado solo para aquellos que no tienen la pauta completa y en las zonas con la incidencia más disparada.


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Para contextualizar las medidas, cabe añadir que España no está entre los países con la incidencia acumulada más alta, pero a la vez sí es uno de los lugares donde los casos suben de forma más disparada. Así lo describe Enric Álvarez, investigador del Grupo de Investigación BIOCOMSC de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y especialista en la evolución de los datos de la pandemia. “La tendencia de crecimiento es muy fuerte, parecida a la de otros países como Reino Unido y Dinamarca”, apunta.

Álvarez también puntualiza que las medidas más drásticas se han adoptado por parte de los países en momentos distintos. Es significativo el caso de Países Bajos, que decidió aplicar un cierre de todos los servicios no esenciales y de las escuelas cuando ya había doblegado la curva. “Lo decidieron cuando ya estaban de bajada y en el pico de hospitalizaciones, mucho peor que Catalunya o España, para cerrar la posibilidad de que les entrase ómicron cuando tenían el sistema sanitario saturado”, detalla. 

La opinión de jueces y expertos

La implementación del toque de queda en Catalunya ha ido acompañada en esta ocasión de cierta controversia, porque la Generalitat decidió incluir esta medida aunque no estaba contemplada en el informe elaborado por el Comité Científico Asesor para la COVID-19, que sí pedía aplicar el resto de restricciones e incluso de forma más dura. Por ejemplo, cerrando por completo el interior de bares y restaurantes y restringiendo las reuniones a un máximo de cuatro personas en el ámbito público y a un único grupo de convivientes en en domicilios privados. 

El día que se anunciaron las medidas, este diario consultó con distintos asesores del Comité sobre por qué se había descartado el toque de queda, pero estos coincidieron en afirmar que no se había desechado la propuesta, sino que simplemente no se había tenido en cuenta, sobre todo por sus implicaciones jurídicas. Lejos de distanciarse de lo aprobado por el Govern, la gran mayoría de los expertos lo avaló públicamente. Aun así, Magda Campins, presidenta del organismo, reconoció que podría tener “poco impacto” una prohibición de este tipo de 1.00 a 6.00, puesto que las posibilidades de interacción durante esta franja y con el ocio cerrado son más bien reducidas.

Carmen Cabezas, secretaria de Salud Pública de la Generalitat, defendió este jueves que la medida se propuso más desde el punto de vista jurídico y operativo que desde el epidemiológico, para reuniones multitudinarias en la calle y botellones. “Nosotros lo que proponíamos era un cierre de actividades a una hora determinada [de la noche]. porque lo que sí hemos observado es que si aplicas este cierre reduces la movilidad y ayuda. El toque de queda se propuso a nivel de juristas para evitar desplazamientos hacia botellones”, argumentaba en Rac1.

De este modo, daba a entender que el objetivo de la Generalitat era lograr parar las interacciones nocturnas multitudinarias, algo que han hecho en países como Países Bajos y Dinamarca, pero que finalmente no lo consideraron factible sin un toque de queda. “No sé si recuerdan que el 10 de julio estábamos en un máximo de casos, con 50.000 visitas diarias en la Atención Primaria, y esta medida ayudó a que la curva bajase”, ha puesto como ejemplo.

En cualquier caso, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) la ha avalado, dando por bueno el informe de la Agencia de Salud Pública de Catalunya (ASPC) que alertaba de un eventual colapso del sistema sanitario si no se llevaban a cabo las medidas solicitadas a la justicia por parte del Govern.

Para José Martínez Olmos, especialista en Medicina Preventiva y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, la medida va en la buena dirección y lamenta que las demás comunidades no hayan aprobado un paquete parecido al catalán. “El toque de queda impide la circulación nocturna y el acceso a actividades no solo como el ocio nocturno sino a fiestas. En un momento en el que la incidencia es alta, permite cerrar más el anillo de la interacción social”, razona este facultativo. “Son medidas proporcionales a la situación epidemiológica”, añade. Y recuerda que la variante ómicron ha traído unos niveles de incertidumbre que favorece el actuar rápido y de forma contundente. 

Algo más cauteloso se muestra el epidemiólogo Pedro Gullón, que se reconoció “sorprendido” al ver las restricciones anunciadas en Catalunya. “El toque de queda requiere de mucha colaboración ciudadana, no se puede militarizar la calle, y una medida como esta puede tener una penetración muy difícil si pasas de no tener restricciones a directamente prohibir la movilidad nocturna”, argumenta. Incluso puede despertar un efecto de rechazo, añade.

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