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La historia del reportero asesinado en los Balcanes por una milicia neonazi dirigida por un experiodista

Christian Wütenberg, durante su cobertura en Yugoslavia en 1991.

Pol Pareja

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“Emborráchate. Drógate. Folla todo lo que puedas. Es la única manera de sobrevivir a todo esto”. Chris Wütenberg, 26 años, acababa de llegar al Hotel Intercontinental de Zagreb para cubrir una incipiente guerra que marcaría a toda una generación de reporteros. Era octubre de 1991 y el joven periodista suizo recibía este consejo de un misterioso compañero.

Le hablaba Eduardo Rosza Flores, alias Chico, un colaborador de La Vanguardia que, tras cubrir la guerra de los Balcanes durante unos meses para el periódico catalán, acabó sustituyendo la pluma por el fusil y tomó partido en el conflicto: se convirtió en mercenario y acabó liderando una milicia de mercenarios extranjeros vinculada a la extrema derecha croata.

Solo tres meses después de aquel encuentro, el joven periodista suizo fue hallado estrangulado en Ernestinovo, un pequeño pueblo al sur de Osijek (actual Croacia). Wütenberg iba vestido con el uniforme de la Brigada Internacional de Voluntarios, la milicia neonazi comandada por Chico. ¿Había seguido este joven suizo el mismo camino que aquel reportero que conoció en el hotel Intercontinental? ¿Él también había renegado del periodismo para enrolarse en esa unidad de mercenarios a la que se atribuyen atrocidades de todo tipo? 

El documental Chris el suizo, dirigido por Anja Kofmel y estrenado el jueves en España, investiga las extrañas circunstancias de la muerte de este reportero a través de la reconstrucción de sus últimos días en Croacia. Kofmel, prima del periodista fallecido, indaga en los interrogantes de una enigmática historia que dejó marcada para siempre a su familia. ¿Cómo había acabado su primo Chris enrolado en una milicia de mercenarios neonazis?

“El hecho de no saber qué había pasado exactamente siempre fue muy difícil para la familia”, señala la directora en conversación telefónica. “Lo único que nos dijeron era que era un mercenario fallecido en el campo de batalla, nadie investigó nada”.

El documental, que mezcla imágenes de archivo, entrevistas a los que estuvieron con Wütenberg en Yugoslavia -incluidos varios mercenarios- e ilustraciones de la propia Kofmel, ofrece una interesante visión de la crudeza de una guerra que atrajo a un crisol de personajes de toda guisa: desde reporteros ávidos de gloria a mercenarios neonazis con ganas de adrenalina. “No todos los días se presenta la guerra a las puertas de casa”, escribió Wütenberg en sus notas. “Tomas un tren y en unas horas te plantas ahí”.

¿Reportero de guerra o mercenario?

La pregunta recorre el documental desde el principio hasta el fin. A través de las entrevistas y las notas recuperadas de Wütenberg, la directora intenta indagar qué hacía exactamente su primo con un grupo de mercenarios de extrema derecha. “Era un pelotón muy extraño, una unidad rarísima. Había exsoldados muy buenos que sabían lo que hacían pero también un puñado de imbéciles integrales”, dice de la brigada un antiguo mercenario en el documental.

“A pesar de lo que pueda parecer, no creo que Chris tuviera una ideología ultra”, explica Kofmel, la directora, sobre las inclinaciones políticas de su familiar. “Tras analizar todas sus notas no encuentro ni un solo indicio de esa ideología, pero sí que se ve a un tipo fascinado por la guerra, las armas y la aventura que a la vez se cuestiona lo absurdo de los conflictos armados y cómo puede ser que de un día para el otro los vecinos empiecen a matarse entre ellos”.

Tanto los mercenarios como los periodistas que trataron a Wütenberg -incluido el español Julio César Alonso- también dibujan una imagen del periodista suizo que no casa con la de un guerrillero hambriento de sangre. “Era una mosca en un plato de leche, destacaba porque era una persona amable, no era un mercenario”, explica de él Alejandro Hernández, alias Malaria, un mercenario español que ejerció de segundo de esa brigada. “Se olvidó de que estaba trabajando con asesinos”.

Del documental se desprende que Wütenberg se unió a esa brigada para ver de cerca las atrocidades que cometían estos influyentes grupos paramilitares en la guerra de Yugoslavia. “Estaban enfermos. Mataban por diversión”, dice de ellos una reportera entrevistada en el documental.

El periodista suizo, que en ese momento preparaba un libro sobre el asunto, levantó sospechas en el grupo y presuntamente el cabecilla de los mercenarios, el mencionado Chico, ordenó matarlo. Era enero de 1992 y Wütenberg se convertía en el vigesimoprimer periodista fallecido en el conflicto. Unos días después, el fotógrafo británico de Associated Press Paul Jenks acudió a investigar la muerte de su compañero y también fue asesinado.

La figura de 'Chico'

La historia de Eduardo Rosza Flores, alias Chico, el jefe de la brigada de mercenarios, daría ella sola para un documental. De padre húngaro y madre boliviana, Chico fue un tipo misterioso, un personaje ávido de fama que tuvo varias vidas. 

Proveniente de una familia judía, presuntamente recibió formación militar en la escuela Dzerzhinsky del KGB en Moscú. Algunos sospechaban que formó parte de los servicios secretos húngaros. Tras acudir a la guerra de los Balcanes como periodista, a los tres meses tomó las armas y empezó a coquetear con el Opus Dei, muy influyente en el bando croata durante el conflicto. Más tarde se le otorgaría el grado de coronel y Croacia lo nombraría ciudadano de honor. Posteriormente se convirtió al Islam y, en 2009, fue asesinado en Bolivia acusado de estar preparando un atentado contra el presidente Evo Morales.

“Su figura marcó durante años a mi familia”, apunta la directora del documental. “Intenté contactarlo antes de que lo asesinaran pero nunca pude entrevistarle”.

Prácticamente todos los corresponsales españoles que cubrieron el conflicto tuvieron la ocasión de tratarle, y todos coinciden en su megalomanía y la poca confianza que generaba. “¿Por qué no nos disparamos contra nuestro coche, decimos que han sido los serbios y así nos hacemos famosos?”, llegó a proponer Chico cuando todavía trabajaba de periodista, según escribió Javier Espinosa. 

A pesar de los esfuerzos de la directora por resolver la muerte de su primo, la historia de Christian Wütenberg nunca podrá ser resuelta del todo. Lo que sí queda claro en el documental es que en una guerra nada es blanco o negro, y que cada uno tiene sus motivaciones para acercarse a ella. Como dice uno de los mercenarios en el documental:  “En la guerra no se elige entre el bien el mal, sino entre el mal y el muy mal”.

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