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Nicholas Carlisle: “Con el castigo sólo consigues que el acoso escolar sea diez veces peor”

Nicholas Carlisle, fundador de la entidad No Bully

Pau Rodríguez

Barcelona —

Nicholas Carlisle es de aquellas personas que decidieron consagrar su vida a combatir una situación que para él ha sido traumática. El acoso escolar. Víctima de malos tratos en su etapa en el instituto, lo que popularmente se conoce como bullying, Carlisle, abogado y psicoterapeuta, decidió un buen día, hace unos quince años, que dedicaría su tiempo a erradicar el acoso los centros educativos. Puso en marcha la organización No Bully (ningún acoso), y ahora recorre escuelas y también medios de comunicación de Estados Unidos asesorando sobre la prevención y resolución de situaciones de este tipo. Estos días está participando en TEDxBarcelonaEducation.

¿Qué es No Bully?

Somos una organización sin ánimo de lucro con sede en California. Defendemos y trabajamos para que las escuelas tengan un sistema de prevención y respuesta al acoso escolar, lo que nosotros llamamos bullying.

¿De qué herramientas dispone una escuela para prevenir estas situaciones?

En primer lugar las escuelas necesitan reconocer qué es el acoso. Llevo unos días en Barcelona y, por ejemplo, todo el mundo me dice que no hay ni un póster en las aulas y pasillos que lo explique. No hay nada que indique a los estudiantes en qué consiste. En los Estados Unidos o Inglaterra los hay en todas partes: carteles que proclaman las escuelas libres de acoso, que explican en qué consiste, qué herramientas tienen los estudiantes para detenerlo...

¿Qué herramientas tenemos, para detenerlo?

De entrada debemos apostar por una cultura inclusiva: que todos y cada uno de los alumnos se sientan parte del aula o el centro, reforzando a la vez la red invisible de relaciones que conforman los maestros, los padres y madres, los propios alumnos y otros líderes escolares. Por otra parte, hay que crear un sistema de respuesta que permita al estudiante que está siendo víctima comunicar que necesita ayuda.

Pero a menudo no lo hace...

Es muy importante que el alumno tenga la sensación de que puede depositar su confianza en un adulto. El 85% de los chicos y chicas nunca confiaría en un adulto, porque piensa que éste no puede hacer nada para ayudarle. Y es comprensible, porque realmente hasta ahora los adultos no han trabajado para ayudar a las víctimas. Hasta ahora lo que han hecho los adultos es dar lecciones y castigar a los acosadores, y con esto sólo consigues hacer pasar mucha vergüenza a los acosados y multiplicar el nivel de acoso, lo haces diez veces peor.

Usted rechaza el castigo como solución. ¿Por qué?

El castigo no cambia la situación, a menudo intensifica la venganza contra la propia víctima por haber hablado. Nosotros intentamos que las escuelas descarten el castigo de la ecuación, pero manteniendo a los estudiantes como responsables de la solución. Lo que hacemos es agrupar a los alumnos, algunos de los acosadores y otros que lo consienten, en grupos de ocho jóvenes, y les decimos que ellos son la solución. Los ponemos en la piel del chico o chica a la que están atacando, los hacemos ver cómo sufren, y al final les preguntamos si son capaces de pararlo. Con soluciones de equipo hemos acabado con el 90% de los casos en la mayoría de centros. Y la parte más estimulante es que cuanto más trabajas este método, más confían los alumnos en los adultos, y más predispuestos están a ir a explicarles situaciones de acoso en el futuro.

Póngame un ejemplo concreto.

Álvaro tiene 16 años y sufre acoso en su instituto de California. Por ser gay. Así que agrupamos a los estudiantes que lo molestan, junto con unos cuantos más que lo toleran, y les explicamos que Álvaro odia venir a la escuela, porque cada día recibe comentarios de que es muy gay, que su ropa es tan gay, que si se viste como una niña... Y que dice que no quiere vivir más. Entonces les hacemos ver que ellos también han vivido situaciones en las que se han sentido fuera de lugar, donde nadie ha querido pasar tiempo con ellos. Todo el mundo es capaz de entender cuan triste es eso.

¿Y reaccionan?

Álvaro es una persona real, con sentimientos, y los chicos y chicas lo comprenden. En algunos casos incluso se ponen a llorar, y confiesan que no sabían que le estaban haciendo daño de esta manera, que para ellos eran bromas. Y a veces incluso no sólo han abandonado el acoso sino que han iniciado campañas para acabar con estas prácticas contra hombres y mujeres gays.

¿Como se explica que, además de los que acosan, haya también algunos alumnos que quizás sin estar de acuerdo lo consientan o se sumen a ello?

Según hemos visto, son los que a menudo querrían salir en defensa del acosado, pero les da miedo porque no quieren ser los siguientes.

¿Erradicar el acoso tiene que ver con saber educar en la diferencia?

Hay tener cuidado, aquí. Porque el acoso tiene muchos motivos. No sólo la diferencia, que también, sino que se puede sufrir acoso por ser más o menos atractivo, más o menos inteligente, e incluso a veces porque uno está celoso de que el otro le robara la pareja. A muchas chicas les pasa que los tachan de guarras, por lo que sea, y lo pasan fatal. El verdadero problema son los prejuicios y la intolerancia. Tenemos que conseguir trabajar de manera exitosa en las escuelas.

Usted lleva unos días en Barcelona. ¿Sabe si aquí se produce con más o menos intensidad el acoso?

España tiene un problema, y es que a diferencia de otros países europeos aquí los alumnos confían menos en los adultos para explicarles estas prácticas. Hay estudios que evidencian que es de los países donde los alumnos informan menos de casos de acoso, mientras que por otra parte es de los países donde con más frecuencia los chicos y chicas se han visto involucrados en peleas o malos tratos.

¿Qué habría que hacer de entrada? ¿Una campaña?

Sería una gran idea, sí.

¿Qué elementos debería tener?

Debería intentar aglutinar al máximo de gente: escuelas, familias, niños, y ponerse como objetivo lograr escuelas libres de acoso. Trabajar en coalición con otros centros. Y que sean los niños los que creen la campaña en internet -esto ha funcionado mucho-. Que sean los niños los que debatan y expliquen hasta qué punto quieren erradicar el acoso. Y que la Administración se tome en serio que falta dinero para formación de los maestros.

No es sólo una cuestión de sensibilización, pues.

Bueno, los maestros necesitan formación para saber cómo intervenir e interrumpir los casos. El Estado debería invertir. Catalunya, en este caso, no puede decir a las escuelas que detengan estas situaciones sin poner dinero.

¿También hay que cambiar leyes?

La intervención legal no es demasiado útil. No queremos criminalizar a los chicos o chicas que acosan. Lo que tenemos que hacer es ayudar a las escuelas a favorecer el desarrollo emocional y social de los niños y jóvenes. No es una cuestión legal sino de recursos.

Lo digo porque a veces surge este debate, sobre todo a raíz de casos extremos que aparecen en los medios de comunicación.

En estos casos se trata de propuestas interesadas y poco útiles. Y ahora que lo dice, hay que agradecer a los medios de comunicación que hayan contribuido a romper, hacia los años 2000, la negación como sociedad de que existía el acoso. Han aportado luz a un problema que estaba a la sombra. Ahora le hemos puesto nombre y podemos explicarlo.

¿Hasta ahora por qué lo negábamos? ¿Pensábamos que era cosa de niños?

Exactamente. Se decía mucho que es cosa de niños, que forma parte de hacerse mayor, de la formación del carácter... Y no. Ningún niño o niña debería estar expuesto a situaciones así.

Usted fue durante su infancia víctima de acoso. ¿Cómo se vive a nivel personal?

Con un sentimiento profundo de soledad. No tienes a nadie con quien hablar, sufres porque no eres aceptado, y esto hace mucho daño al corazón. Tenía dolores de cabeza, un síntoma clásico, y no tenía ganas de ir a la escuela, aunque me forzaba. Pero muchos alumnos sufren síntomas más intensos: desórdenes alimenticios, ansiedad, depresión, pensamientos suicidas... Son efectos que de entrada se podrían comparar con los del maltrato infantil.

¿Y a largo plazo?

Problemas de inseguridad en las relaciones, altos niveles de vergüenza, lo que cuesta mucho superar... Puede que las víctimas nunca alcancen el potencial real que tendrían en sociedad. Aparte de que en muchas ocasiones va asociado al absentismo escolar.

¿Qué le ayudó a usted a superarlo?

Sabía que mis padres me querían, eso es importante. Y sobresalía en el ámbito académico, también clave porque la gente que se siente realizada en algún ámbito, ya sea éste o un deporte, puede superar más fácilmente no tener amigos o ser acosado. Tienes algo a lo que agarrarte. Y luego tuve una muy buena experiencia cuando iba acercándome a la universidad.

¿Y en qué momento decidió que quería dedicarse a combatir este problema?

Cuando estuve estudiando los efectos a largo plazo del acoso en los adultos. Me di cuenta de que había tenido mucha suerte. También porque me di cuenta de que es un problema que se sufre con porcentajes muy elevados en todo el mundo, y que las escuelas en aquel momento no hacían mucho.

En el caso de las familias con hijos que lo sufren, ¿que les aconseja?

Que insistan en la escuela que se tomen la situación en serio.

A veces ven una solución en cambiar al niño o niña de escuela.

Lo puedo entender, pero es señal de que no se está haciendo un buen trabajo en la escuela. Porque al final estás castigando a tu propio hijo, que ya es víctima. Deben insistir.

¿Hay otros ámbitos de la vida donde se sufra acoso?

Pasa mucho en los deportes. Los entrenadores pueden llegar a destrozar un niño humillándole por haber fallado un gol o habérselo marcado en propia meta.

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