Si alguien limitara su contacto con la realidad al seguimiento de los grandes medios de comunicación de Barcelona sin duda llegaría a la conclusión de que el principal problema que sienten los ciudadanos catalanes es el encaje (o desencaje) entre Cataluña y España.
Y si alguien quisiera hacerse una idea de la gran preocupación de los ciudadanos del conjunto de España siguiendo sólo los grandes medios de Madrid, podría llegar a la conclusión de que el problema catalán tiene a todo el mundo en vela.
Y sin embargo, la realidad -más allá de su interesada traducción mediática- no es exactamente así.
El último barómetro oficial del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) -el organismo público de encuestas dependiente del Gobierno de Artur Mas- registra que apenas el 8% de los catalanes cita como “principal problema” la relación Cataluña-España. La mayoría defiende el “derecho a decidir”, sí, pero sólo para el 8% es el asunto prioritario, pese a que en los grandes medios y en la política oficial parece a veces que no exista nada más.
Desde luego, el 8% no es poca gente y como están movilizados mañana, tarde y noche puede llegar a hacer mucho ruido. Pero la encuestadora con mayor sesgo favorable a Artur Mas -en las últimas autonómicas preveía su mayoría absoluta cuando al líder nacionalista le aguardaba en realidad un gran batacazo- registraba este discreto 8% antes del verano, después ya de dos “Diadas históricas” y con la política oficial gravitando desde hace años casi exclusivamente en torno al “derecho a decidir”.
En la misma época, el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) -el organismo público de encuestas dependiente del Gobierno de Mariana Rajoy- situaba exactamente en el 0,7% el porcentaje de españoles que consideraba que el “principal problema” de España son los “nacionalismos”.
En realidad, a uno y otro lado del Ebro, el “principal problema” identificado por los ciudadanos es el mismo: el paro y la precariedad laboral. Así lo cree el 52,6% de los catalanes preguntados por el organismo de encuestas de la Generalitat y el 54,8% de los españoles preguntados por el centro de sondeos del Gobierno.
Y en cambio, sólo se habla de patrias y naciones, con grandes consecuencias, que en Cataluña se hacen muy evidentes.
La encuesta de la Generalitat señala que el eje izquierda-derecha los ciudadanos se sitúan en una media del 3,62; es decir, inequívocamente a la izquierda. La crisis económica y social, junto con la autoubicación ideológica, son el escenario ideal para configurar un Gobierno de izquierdas, pero en cambio el debate está ahora situado en si el presidente del Gobierno de derechas encabeza una “lista de país” para “plantar cara” a Madrid.
La gran preocupación es el paro, pero el terreno de juego lo ha definido el 8% que considera que el gran problema es el conflicto Catalunya-Espanya. Y es sabido que el que define el terreno de juego casi siempre gana.
La misma encuesta de la Generalitat señala que Convergència i Unió (CiU), la federación que encabeza el presidente Mas y principal actor de la política catalana desde 1980, está literalmente en caída libre, con un desplome nunca visto en Cataluña, ni siquiera con el hundimiento del PSUC a principios de la década de 1980.
El CEO registra impresionantes fugas simultáneas de voto en todas direcciones: hacia ERC e incluso hacia la CUP, pero también hacia el PP, el PSC y Ciutadans.
Uno de los datos más interesante en las tripas de todo sondeo es la diferencia entre la intención de voto y el recuerdo de voto. Cuando el porcentaje de encuestados que dice que va a votar a un partido supera al que con la misma muestra dice haberlo votado en los últimos comicios, significa que este partido va bien. Y al revés: cuando la intención de voto es menor que el recuerdo de voto, entonces va mal. Por tanto, si la intención de voto es exactamente la mitad del recuerdo de voto, que es lo que le sucede ahora a CiU según su encuesta más favorable, entonces lo que se anuncia es un batacazo de los que hacen historia.
Todos los demás partidos parece que han entendido que la única forma que Mas y CiU tienen de evitar el descalabro es intentando situarse al frente de una “lista de país”, pero la presión es tan grande que nadie puede saber aún si Mas logrará al final subirse a este bote salvavidas en el que ondee una gran bandera independentista.
Uno de los grandes anzuelos del president para conseguirlo es señalar lo malo que es Rajoy, una opinión que en realidad comparte con el 85% de los ciudadanos españoles, que califican la gestión del presidente del Gobierno como “mala” o “muy mala”, según al CIS.
Si no fuera por las banderas, tanto Mas como Rajoy estarían escribiendo ahora probablemente el último capítulo de sus respectivas carreras políticas.