Buñol lanza 160 toneladas de tomate contra la violencia machista y homófoba
El municipio valenciano de Buñol está preparado para que a las 11h arranque su tradicional e internacional Tomatina, en la que este año se usarán de arma arrojadiza 160.000 kilos de tomates, 10.000 más que en 2015, que este año reivindican el fin de la violencia machista y homófoba.
En el día grande de las fiestas de Buñol, la localidad contará con un 10% más de agentes y casi un millar de personas, incluidos unos doscientos voluntarios, para velar por la seguridad de participantes y el discurrir de una guerra de tomates que lleva varios años sensibilizada con este problema social.
El consistorio ha incluido en su campaña contra la violencia de género y la homofobia de este año un protocolo de actuación para vigilar con “especial celo” cualquier conducta de este tipo que se perciba y desplegar una postura de “tolerancia cero”, como ha explicado el alcalde, Rafael Pérez.
Llegados de todo el mundo, los improvisados combatientes de esta especial batalla vegetal esperan ya desde primeras horas en la calle la carcasa que a las once de la mañana anuncia el inicio del fuego rojo cruzado, que cubrirá las calles de Buñol de una especie de salsa triturada y teñirá de rojo a todos los participantes.
Turistas de Reino Unido, Francia, Australia, Japón, Estados Unidos o Rusia son lanzadores de tomates en un fiesta declarada de Interés Turístico Internacional en 2002 y que rememora la trifulca con estos vegetales protagonizada por unos jóvenes el último miércoles de agosto de 1945 en un desfile de gigantes y cabezudos.
Ataviados con ropa vieja y protegidos por gorros y gafas de bucear los contendientes se divierten poniendo en su diana a cualquier persona mientras siete camiones recorrerán las callas y con ensordecedores bocinazos, anunciarán la descarga de la hortaliza por las estrechas calles del municipio.
En la popular refriega valenciana no falta quien acaba restregándose los tomates por su cuerpo y el de su vecino y quien aprovecha la viscosa salsa en la que se convierte tan refrescante munición para nadar e incluso bucear.
Tras algo menos de una hora, un nuevo disparo de pólvora paraliza los lanzamientos de tomates y calma el fervor en los participantes que agradecen los manguerazos de agua que les llegan desde balcones y ventanas y que aprovechan las duchas instaladas en las inmediaciones para borrar las huellas de la incruenta batalla.
Es el turno entonces de voluntarios y personal de limpieza que dejan las calles del municipio impolutas y sin restos de una fiesta con la que este año se han citado 22.000 personas, que han tenido que pasar por caja para participar en el deseado recorrido.