Joan Fuster, víctima del terrorismo
El proceso de transición a la democracia que siguió a la muerte del dictador Francisco Franco y que culminó con la victoria del PSOE en las elecciones generales de octubre de 1982 dejó en la hoy llamada Comunitat Valenciana no menos de 68 atentados con explosivos. De ellos, dos tuvieron como objetivo al escritor Joan Fuster. El primero tuvo lugar el 18 de noviembre de 1978; el segundo, del que hoy se cumplen 40 años, ocurrió en la madrugada del 11 de septiembre de 1981.
Firme defensor de la catalanidad de la cultura propia de los valencianos, el autor de Nosaltres, els valencians (1962) y sus ideas ejercieron una influencia indiscutible aunque menguante en la política valenciana de los años de la Transición. Pero esa influencia, sobre todo presente en ambientes democráticos y de izquierdas, estuvo acompañada de encendidas pasiones, tanto a favor como en contra, siendo la expresión más cruda e inequívoca de estas últimas los atentados terroristas que nos ocupan.
El primero hemos dicho que se produjo el 18 de noviembre de 1978; esto es, curiosamente, justo un día después de la fecha prevista para la llamada Operación Galaxia, una frustrada intentona golpista participada por Antonio Tejero, futuro protagonista del 23-F. Pero más allá de esa sorprendente coincidencia, este primer atentado está rodeado de numerosos misterios, siendo quizá el más llamativo que la policía nunca lograra identificar a los autores a pesar de que unos vecinos anotaron el modelo, el color y una parte de la matrícula del vehículo con el que presuntamente huyeron.
Mención aparte merece la escasa atención mediática que suscitó, sobre la cual el escritor Manuel Vázquez Montalbán ironizaba: ‘‘Le ponen una bomba a un intelectual orgánico del PCE o del PSOE y aún estaríamos comiendo bombas y sus señorías se habrían comido esa bomba en el Parlamento, para comer y para cenar. En cambio, la bomba de Fuster ha quedado como una molesta anécdota’’. Apenas dos semanas más tarde, el 4 de diciembre, otro intelectual valenciano, el filólogo y catedrático universitario Manuel Sanchis Guarner, recibía en su domicilio un paquete bomba que no llegó a explotar. Los autores tampoco fueron capturados, y ello a pesar de que el paquete fue entregado en mano y a cara descubierta por un individuo que se sabe que no era un mensajero.
Casi tres años después, ya pasado el 23-F y con el tortuoso proceso autonómico valenciano encarando su recta final, terroristas no identificados atentaban de nuevo contra Fuster en otro episodio sazonado de incógnitas. Así, en la madrugada del 11 de septiembre de 1981 dos potentes artefactos explotaron en la fachada del domicilio del escritor; estaban preparados para que el primero llamara su atención y el segundo, más potente, le alcanzara de pleno. Varias personas salvaron la vida gracias a que uno de los presentes detectó el segundo dispositivo y pudieron refugiarse en el último momento. Los daños en el domicilio de Fuster rondaron el medio millón de pesetas y hubo desperfectos en inmuebles y vehículos próximos.
El periodista Francesc Bayarri ha revelado en su libro Matar Joan Fuster (i altres històries) que al hilo de este segundo atentado se abrieron diligencias judiciales por un delito menor de daños, no por intento de asesinato, y menos aún por un delito de terrorismo. El 13 de octubre de 1981, habiendo pasado apenas un mes desde el suceso, la causa fue sobreseída y archivada. A pesar de que hubo amenazas y reivindicaciones en nombre de grupos de extrema derecha, los autores, como decíamos, nunca fueron identificados.
Tampoco sería resuelto un nuevo atentado con bomba ocurrido el 15 de octubre en el rectorado de la Universitat de València, aunque todo apunta a que estuvo motivado por que dicha institución había celebrado poco antes -el 2 de octubre- un acto de homenaje a Fuster. Por el contrario, varios atentados ocurridos en fechas próximas reivindicados por la organización independentista Terra Lliure condujeron a numerosas detenciones, ante lo cual el hoy desparecido Diario de Valencia comentaba en un editorial: ‘‘Cabría pedir también el mismo celo que se ha seguido para la desarticulación de Terra Lliure con aquellos grupos que han estado a punto de hacer saltar por los aires al escritor Joan Fuster y que han arrancado un pie a un trabajador de la Universidad. Varios meses después resulta hasta cierto punto sorprendente que no se conozca la identidad de los autores de estas acciones’’.
Y es que, tal como sugieren las circunstancias que envuelven a los atentados terroristas sufridos por Joan Fuster, la historia de la Transición valenciana es una historia de violencia, pero también de impunidad. En el encabezamiento de este artículo nos hemos referido a 68 atentados con explosivos. A ellos hay que sumar decenas de acciones graves tales como: asesinatos, asaltos e incendios de establecimientos, ametrallamientos o agresiones a autoridades, y también centenares de episodios en principio menos graves como pueden ser las agresiones callejeras, los falsos avisos de bomba o los ataques con cócteles molotov.
Sirva de ejemplo que hubo una treintena de atentados de distinta envergadura contra librerías. Así, a lo largo de la Transición hubo en las tres provincias valencianas -sobre todo en la de Valencia- más de un millar de episodios violentos con motivaciones políticas. Unos episodios cuya responsabilidad permanece judicialmente impune en la mayor parte de los casos, particularmente en los que la autoría más plausible recae sobre grupos parapoliciales o de extrema derecha.
Nota: Los datos reflejados en este artículo aparecen justificados y desarrollados en la tesis doctoral del autor: La violencia política en la Transición valenciana (1975-1982), Universitat de València, 2021.
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