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CV Opinión cintillo

Amnistiar a Ayuso

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¡No hay derecho! Los socialistas se han quedado cortos con la proposición de ley orgánica de amnistía. Han dejado fuera de esa legislación a muchos políticos que deberían haber sido incluidos. Ha habido una discriminación más que evidente con el resto de personas sujetas a la redención. Esa medida de compasión, con perdón, debería amparar por ejemplo de forma ineludible a la señora Ayuso. Ella merece que le promulguen un reset completo a sus excesos dialécticos, a sus ataques infundados a diestro y siniestro, a sus improperios salvajes y a sus procacidades con sabor a batido de frutas.

El nacionalismo españolista, fortificado en el interior de la M-30, necesita redimirse con nuevas medidas de gracia, que el Partido Popular, esta vez sí, respaldaría sin ninguna pega jurídica ni alegación alguna. Borrón y cuenta nueva. Hay que calmar las aguas embravecidas que discurren río abajo del Manzanares. Esta presidenta madrileña deslenguada que separa, divide y encabrona a todos, incluido a su propio jefe de filas al que ningunea a todas horas, habría de ser eximida de sus reiterados pecados, de sus descalificaciones gratuitas, de las sospechas de corruptelas fraternales y de su nacionalismo excluyente chulapo que encima de expoliar a otras comunidades, las vacía y las denigra. La Puigdemont de la meseta, fabricante de independentistas 24 horas y manager del grupo abertzale Bildu -a los que ha aupado en todos los hits de éxitos electorales-, merece una ley que la exonere de sus intempestivos tuits, de sus aberrantes declaraciones y de la apropiación indebida de vocablos genéricos del diccionario de la RAE. Su amnistía desactivaría el tsunami reaccionario, las añoranzas franquistas y las putoalgaradas por los barrios bien de sus dominios.

Esta política teledirigida, condenada ya por la opinión pública por el lastre derramado con sus particulares exabruptos estampados en su hemeroteca, se ha apropiado del concepto España, ha vaciado regiones devastadas por la demografía, ha practicado el dumping fiscal y ha bajado impuestos. Por ello, muchos rentistas hacen ver ficticiamente que viven en Madrid: a esos jubilados les sale a cuenta. Luego, desde la tribuna de oradores culpa al sanchismo de una educación pública deficiente en barracones inmundos o del sometimiento de la sanidad universal a un corralito médico. Las recetas económicas madrileñas, que se remontan a décadas atrás, han quedado desfasadas y obsoletas; ella siempre encuentra vericuetos orales por dónde descargar todo lo malo en las espaldas de un opositor cualquiera de izquierdas sentado atónito en su escaño de la Asamblea de Madrid. Toda esa operación de desprestigio la vierte secundada por la numerosa prensa amiga agazapada en trincheras bien pertrechadas de subvenciones y ayudas del gobierno regional. Isabelita Díaz Ayuso acoge a venezolanos ricos, colombianos avispados o especuladores chilenos: hay que reconocerle su vena humanitaria, tiene mano con los exiliados ricos.

La Puigdemont castiza, la reina de la insumisión fiscal y de la unilateralidad en el pago de tributos, la madrina de los fondos buitres, debe ser amnistiada por consenso, sin trifulcas, sin romper ninguna vajilla patria. Su desbarajuste mental, sus marrullerías, su depravación dialéctica y su incontinencia verbal precisan de clemencia. Un acto de generosidad y concordia al que podrían sumarse los parlamentarios de ERC y de Junts para solucionar el problema madrileño de una vez por todas.

Es la hora de la política: es la hora de restituir el buen nombre a esta independentista casera, a esta admiradora friki del argentino Javier Milei. Hay que afinar el texto legal para que ningún tribunal europeo objete en el futuro esta nueva norma destinada a la reconciliación más sincera. Ayuso, una prófuga de las buenas formas, merece ser borrada de la lista de cabecillas de la trama que ha sembrado la discordia en nuestra comunidad de vecinos llamada España. Urge una rehabilitación plena dictada por una ley hecha a su medida. Marchena o García Castellón o algún juez vanidoso le debería imponer de penitencia el rezo de rodillas de tres avemarías en la puerta de la sede socialista de Ferraz.

¡Ayuso, libertad!

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