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CV Opinión cintillo

A quien lea

Meditación de Sánchez y un banco en la diana

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“Cremarem les naus. Totes.

També aquella

plena de lluna i gessamí.

La platja era gran,quasi blanca.

N'érem tants, però, que no podiem

moure ni un peu.

Callàrem“.

Marc Granell, València. ‘L’arribada’. 1991

A media tarde del 24 de abril se difundió la carta de Pedro Sánchez a los ciudadanos, sin filtros ni partido político interpuestos– del modo más directo. A la manera de los grandes estadistas: ‘de mí a cada uno de ustedes’. ¿Cuál es la lectura para el País Valenciano de este jaque mate que el presidente recluido en La Moncloa lanzó por sorpresa? De las entrevistas y declaraciones de Pedro Sánchez se deduce que no juega de farol. ¿Qué hizo en esos días? Afianzó seguro la continuidad de la legislatura sin sobresaltos con los socios de investidura: Junts, Sumar, ERC, PNV, Podemos. O me dejáis gobernar o rompo la baraja. Si se retrocede al día señalado, Núñez Feijóo (PP), empleado en el más encarnizado debate, cuerpo a cuerpo, que se recuerda en el parlamentarismo reciente, se reconoció y confesó como perteneciente a “la peor clase política de los últimos 45 años”. Desde 1979. Dice que en 1982 y 1986 votó al PSOE. El subconsciente traiciona a menudo. La sesión parlamentaria de control al Gobierno de ese miércoles fue especialmente bronca, con acusaciones personales a interpelados que no se pudieron defender.

Caza y fuga

Lo que ocurrió esos días fue tremendo y vergonzoso. Se movilizó a los medios de derecha, ultraderecha y tejedores de bulos de las cloacas hispanas y del extranjero. Se metió en la coctelera a los servicios secretos israelíes –Moshad y Pegassus–, Marruecos, Argelia, métodos trumpistas, la airada mano del europarlamentario alemán Manfred Weber, jefe del grupo Popular que maneja el valenciano Esteban González Pons, el fantasma de las elecciones catalanas y europeas, la jaula de grillos que debilita al PSOE y al gobierno de coalición progresista y todos los exabruptos y descalificaciones imaginables que circulan a diario. Se insertó en la traca toda clase de cohetes para llegar al petardo final de la posible dimisión. Con ella se ansiaba el fin de la legislatura que la derecha española nunca aceptó. Sin deportividad ni motivo ni legalidad alguna, desde el 23 de julio de 2023, con los resultados de las últimas elecciones generales. Desde esos estertores políticos de la derecha conservadora ha ocurrido de todo. Casi nada bueno para el País Valenciano y sus moradores. Decepción: la única coincidencia entre Sánchez y Feijóo, – se dicen odiar –, que para ninguno de ellos ni de las formaciones políticas que representan o del llamado Gobierno progresista– que incluye a Sumar y a Compromís– no hay ni la más mínima intención de solucionar la esperada y justa financiación autonómica que impide la normalidad y el funcionamiento de los servicios básicos de los valencianos. Desde 1979, cuando Feijóo y su Partido Popular se auto acusan como pertenecientes a la más censurable clase política, en los albores de la Transición y la Constitución, que incumplen a sabiendas.

Pintar u obedecer

Inmediatamente después de terminar los cinco días del retiro espiritual del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sin novedad aparente, se lanzó la noticia de que el Banco Bilbao- Vizcaya- Argentaria (BBVA) reabría conversaciones con el BancSabadell para integrarlo en su estructura a cambio de un 15% de la suma resultante: sería la primera entidad bancaria por activos– por delante de Caixabank y Santander– entre las que manejan el dinero de los españoles. Las vidas veteranas en el quehacer profesional recuerdan aquellos tiempos cuando los Bancos eran respetuosos y considerados con los territorios donde se expanden y desarrollan sus negocios. Sentían la necesidad de presentar en sociedad ante los medios de comunicación locales o regionales– la entronización de un nuevo director territorial, sus resultados, aquel estudio sobre la actividad sectorial o regional productiva que pudiera interesar para comprender lo que iba bien o mal al tejido empresarial. Celebraban sus aniversarios y explicaban, a su manera, la parte de su pastel que provenía de la economía del lugar. Se interesaban por sus clientes y no sólo por ser un número o una cuenta. Al fin y al fondo eran personas. Ibercaja utiliza un eslogan que pregona en su beneficio: “Por fin un Banco que trata a las empresas como personas”. Queriendo ser avisados, se han quedado a medias. Hubieran dado en la diana de la cosificación bancaria tratando a los humanos – las empresas se quedan en entes jurídicos– como personas.

Lívidos e inermes

Dos secuencias, dos hechos, dos sinfonías. De segunda intención. Con retranca las dos. ¿Qué han supuesto para los valencianos? Las opciones valencianistas–así se presentan– al uso, envueltas en su propia confusión contradictoria, todavía no se han recuperado del mazazo exterior que pudo ponerlas en riesgo de exclusión inmediata. Pedro Sànchez al marcar las fechas y el ritmo de su agenda de resistencia no tuvo en cuenta a Compromís. Ni tan siquiera a la segunda federación de signo socialista del PSOE encuadrada en el País Valenciano. Diana Morant, la representante de Pedro Sánchez en el revuelto panorama del PSOE valenciano, dedicó el tiempo de recogimiento y silencio, de miércoles a lunes 29 de abril, a elevar sus plegarias para que la sangre no llegara al río. El PSOE en el País Valenciano, a pesar de la fumata blanca que surgió de su chimenea congresual, sigue sumido en la ambigüedad. La secretaria general del partido en València y ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, no asumió estos encargos para ser interpelada por el inquieto Carlos Mazón ni está preparada para resistir el embate de un mar encabritado por la ola que mueve la Moncloa desde la meseta. La presidencia de la Generalitat ni el Consell doméstico tampoco fueron capaces de adoptar una mínima toma de posición con personalidad valenciana ni ante lo que ocurrió – un órdago de envergadura– ni en previsión de lo que pudiera ocurrir. Silencio en prevengan a las órdenes de Madrid y el ninguneo para los cinco millones de valencianos que dicen representar desde la Generalitat, presidida por Carlos Mazón (PP) y Vicente Barrera (Vox). Avispado jefe de cuadrilla y subalterno suplente. Nadie dice nada. Silencio y los valencianos se sintieron huérfanos sin saber lo que les convenía: dimisión de Pedro Sánchez, recuperación del cuaderno de bitácora: “sigo”, avisó Sánchez o el atropello de Alberto Núñez Feijoo, que traslada la soberanía nacional (sic) del Congreso hasta el Senado sin pedir permiso. ¡Aquí mando yo aunque no me votéis! Denuncia al presidente del Gobierno y el partido que preside lleva cinco años de retraso en la renovación del Consejo del Poder Judicial con varios rapapolvos de la Comisión Europea.

De oligopolio a cártel

Cuando no había terminado el culebrón de la Moncloa a cargo de Pedro Sánchez–¿causa-efecto? --, llega la segunda oferta del BBVA, establecido en Bilbao, para absorber al BancSabadell, con sede alicantina y cuartel general ejecutivo en Sant Cugat del Vallés. ¿Quién mueve medios, cubículos, querellas, togas y puñetas en el zarandeo para desalojar a Sánchez de la Moncloa? Los grupos de influencia y poder. ¿A quién preocupa esta absorción? Al presidente de la Generalitat Valenciana y alicantino de obediencia, Carlos Mazón, no se rinde y mientras, va a ver a Josep Sánchez Llibre, soberanista catalán que preside la gran patronal catalana, Foment del Treball Nacional, para convencer a los empresarios de Catalunya de lo bien que estarían instalados en el País Valenciano. Como buen escudero, Salvador Navarro presidente de la patronal autonómica CEV, dice estar preocupado ante la concentración bancaria. ¿Ahora? Los capitalistas del BBVA, sin consideración pretenden al BancSabadell para llevarse la sede de este Banco allá donde esté la del BBVA: en Bilbao. ¡Si Josep Oliu i Pich, padre del actual presidente del Sabadell, Oliu i Creus y su figura carismática, Joan Corominas, levantaran la cabeza!  Sería el oligopolio perfecto a tres bandas: Santander, BBVA y CaixaBanc. Un cártel de libro, siguiendo la definición de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC). Sin hacerse ilusiones, ahora la sede ejecutiva del BancSabadell está en Sant Cugat del Vallés y no en la avenida Oscar Esplá de la capital alicantina. El seísmo bancario ha removido el panorama financiero con ramificaciones en la política. Han saltado las alarmas ante semejante acumulación de poderío económico. Ningún gobierno querría tener enfrente el contrapoder de una cúpula financiera con cada vez menos interlocutores. Demasiada concentración inquieta. El soberanismo catalán se ha sentido herido por una operación, que trasladaría los activos y los depósitos del Banco catalán a Madrid vía Bilbao. Una nave valenciana más que arde y nosotros callamos. Si quien tiene que defender los intereses de los valencianos y su patrimonio es el Partido Popular –con o sin Vox– y su representante entre el Cenia y el Segura, Carlos Mazón, mejor pensar en la inquietante aproximación a Madrid vía Murcia, remando contracorriente por el trasvase Tajo-Segura.

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