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La guerra valenciana del PSOE: ¿Venganza de Pedro Sánchez o enroque de Ximo Puig?

Pedro Sánchez con Ximo Puig el día de la investidura de este último como presidente de la Generalitat Valenciana.

Adolf Beltran

La batalla de las primarias del PSOE que acabó con el triunfo rotundo de Pedro Sánchez se ha trasladado, sin solución de continuidad, a una de las principales federaciones del partido, el PSPV-PSOE, en un territorio en el que su líder, Ximo Puig, preside un gobierno, el del Pacto del Botánico, en coalición con Compromís y con apoyo parlamentario de Podemos, cuya estabilidad podría verse afectada por la guerra interna de los socialistas.

Podría verse afectado el gobierno valenciano, sugieren algunos, hasta el extremo de que Puig convocaría elecciones anticipadas si quedara desautorizado en su partido. Una idea que descartan acto seguido todos los interlocutores, pero que no deja de persistir en el trasfondo. “No puede existir un partido en el que lo interno sea más importante que la acción de gobierno”, declaraba Puig el martes, en medio de la tormenta desatada al confirmarse que los seguidores de Pedro Sánchez le presentaban un rival, el alcalde de Burjassot, Rafa García, en las primarias para su reelección como secretario general del PSPV-PSOE del 16 de julio.

Puig busca “enrocarse” en su posición de poder tras haber participado en la maniobra de octubre de 2016 que hizo caer a Pedro Sánchez y haber apoyado a Susana Díaz contra él, para lo que persigue una victoria que lo legitime. Por eso no ha intentado siquiera llegar a un acuerdo con los sanchistas, liderados por quien ahora es secretario de Organización del PSOE, el valenciano José Luis Ábalos. Eso dicen los partidarios del secretario general del PSOE.

Sánchez busca “venganza” contra Puig hasta el extremo de que habría impuesto la presentación de un candidato alternativo, descartando la oferta de integración pese a la disposición negociadora habitual que caracteriza a Ábalos, sostienen desde el bando del presidente de la Generalitat Valenciana y secretario general del PSPV.

Tras meses de enfrentamiento en los que Ábalos, diputado en el Congreso y secretario general del PSPV-PSOE de la provincia de Valencia, se convirtió en la mano derecha de Pedro Sánchez, mientras Puig se involucraba personalmente en los actos de apoyo a Susana Díaz, ambos se reunieron el pasado 9 de junio en el Palau de la Generalitat Valenciana. Puig prometió lealtad a Sánchez y ofreció integración sin concretar cómo ni con quién. Acordaron designar sendos representantes para buscar un pacto: el presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, por parte del primero, y el diputado provincial Pepe Ruiz, por el segundo. Pero Ábalos salió con la impresión de que Puig solo pretendía ganar tiempo.

Por eso antes de comenzar el 39º congreso federal del PSOE, el fin de semana de los días 17 y 18, ya corría el nombre de Rafa García como candidato alternativo a Puig. La prisa tenía una explicación: la ejecutiva que controla Puig había dejado apenas dos días, el lunes y el martes 19 y 20, para la presentación de aspirantes. Si el presidente de la Generalitat jugaba con el escenario de no tener rival y resolver después en los despachos la negociación del 13º congreso del PSPV-PSOE, convocado los días 28, 29 y 30 de julio, la irrupción de un candidato le obligó a cambiar los planes. Ahora hay que bajar a la arena de las primarias, una tarea en la que Puig se ha propuesto visitar decenas de agrupaciones para buscar el cara a cara con los afiliados.

Puig se ha apresurado a hacer dos cosas, poner su condición de presidente por delante -usarla como “coartada”, le reciminan sus adversarios- y visualizar el apoyo de partidarios de Pedro Sánchez, como su consellera de Sanidad, Carmen Montón, o su portavoz en las Corts Valencianes, Manuel Mata, que sin embargo rechazan la operación que pretende desbancarlo.

No es banal esa segunda acción, dado que en las primarias del PSOE el reelegido secretario general obtuvo más de 9.500 votos entre los socialistas valencianos frente a unos 4.300 de Susana Díaz, que contaba con el apoyo de Puig y de todo el aparato del PSPV. Son los mismos militantes que van a votar en las primarias autonómicas. Y hay que cosechar apoyos entre los que no apostaron por la dirigente andaluza, así como entre aquellos que optaron por Patxi López.

“Mi gran misión, incluso como secretario general del PSPV, es presidir la Generalitat”, ha señalado Puig, que ya el día de la presentación de su candidatura, el lunes pasado, abogó por “un liderazgo claro y definido” y defendió un partido “más autónomo” y “valencianista”.

“Este es un proceso orgánico”, se ha esforzado en subrayar Rafa García, que enfatiza su apoyo a Ximo Puig como presidente y al gobierno del Botánico, consciente de que su punto más débil es el de mover la silla al líder institucional. Y ha insistido en presentarse como portavoz del “entusiasmo y la movilización” que desencadenaron las primarias del PSOE.

Llegados a este punto, dos relatos sobre la situación y las perspectivas del socialismo valenciano se enfrentan en este conflicto.

“Hace cinco años éramos un partido dividido y en la oposición; ahora somos un partido unido y que gobierna”, dijo Ximo Puig ante el comité nacional del PSPV-PSOE el 9 de junio, en una intervención que eludió explicar la derrota de Susana Díaz y su papel en las primarias. Somos capaces de “cogestionar la diversidad y entendernos con otras izquierdas”, añadió en alusión al Acuerdo del Botánico, tras recordar que los socialistas gobiernan la Generalitat y están en los equipos municipales de cientos de ayuntamientos.

Sus críticos advierten de que esa situación es fruto de los pactos con otras fuerzas de izquierda pero que el PSPV está en los niveles de voto y de representación parlamentaria más bajos de su historia. Y relacionan esa constatación con el hecho de que se han convertido la ejecutiva del partido y su máximo órgano, el Comité Nacional, en “irrelevantes”. Rafa García se quejó en su presentación como candidato de que “cuatro personas” tomen las decisiones en el partido y aseguró que su candidatura “no debilita a Puig. sino que fortalece al PSPV”.

La vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, líder de Compromís. se apresuró a trasladar a Puig la garantía de máxima estabilidad en el Pacto del Botánico. En la coalición valencianista no se esconde la preocupación por los efectos de la batalla interna de sus socios sobre el gobierno que comparten.

Una eventual victoria de Ximo Puig en estas primarias despejaría los nubarrones que se ciernen sobre un gobierno como el de la Generalitat Valenciana, que es el principal emblema de una fórmula de izquierdas frente al PP, pero no implicaría la superación del conflicto interno de los socialistas. “A diferencia de otras veces, la alternativa no va a quedar huérfana. Va a tener un marco de referencia”, señalan desde el sector de Pedro Sánchez, en alusión a la sintonía de los críticos con la nueva dirección federal.

Pedro Sánchez desconfía de Puig porque “no le ve cartel electoral, no le ve liderazgo”, asegura un colaborador del líder del PSOE. Tampoco quiere que los denominados barones se atrincheren en sus territorios. Una cosa es defender el federalismo y otra permitir que el presidente valenciano “abandere la desconexión de Ferraz”. Suena contradictorio, pero así son las luchas de poder.

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