Hace calor, ¿me refrescará más una bebida caliente que una fría?

¿Bebidas frías o calientes contra el calor?

Marta Chavarrías

20 de agosto de 2024 21:51 h

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Ya llevamos varias olas de calor en lo que va de verano que nos han obligado a buscar desesperadamente la mejor forma para estar más frescos. Si nos dan a elegir entre bebidas heladas, agua templada o infusiones calientes lo más probable es que la mayoría elegiríamos las primeras. Es cierto que no hay nada que apetezca más en verano que una bebida bien fresquita.

Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, una bebida caliente cuando nos sentimos acalorados puede hacer más para refrescarnos que una bien fría. ¿Por qué enchufar el fuego puede ayudarnos más que abrir el congelador en busca de un buen cubito de hielo? ¿Pueden realmente las bebidas calientes ayudarnos a refrescarnos en un día caluroso?

El sudor, nuestro aire acondicionado interno

Nuestro organismo es capaz de regular su temperatura interna para mantenerla a un nivel constante y óptimo (unos 37ºC). Durante una ola de calor, nuestra principal preocupación es mantenernos frescos. Nuestro cuerpo está inmerso en una batalla continua para mantener su equilibrio hídrico porque con temperaturas altas aumenta el riesgo de deshidratación. 

Y, aunque el sudor (compuesto por un 99% de agua, sal y grasa) suele tener mala fama, en realidad es nuestra forma de hacer que el cuerpo regule su temperatura. Cuanto más calor hace fuera, más sudamos para que el cuerpo pueda enfriarse, algo que nos costará más si la humedad relativa del ambiente es alta.

Bebidas frías y mayor sensación de calor

Tentados por la necesidad de tomar algo bien frío, cuando tomamos un vaso de agua lleno de cubitos la sensación de frescor es real, pero temporal, ya que probablemente al cabo de poco sintamos aún más calor. El efecto de enfriamiento inicial puede ir seguido de una sensación de aumento de calor, ya que el cuerpo puede responder produciendo más calor para compensar la caída de temperatura. 

En realidad, estamos obligando al cuerpo a trabajar mucho más para equilibrar la temperatura corporal (37ºC). Esto provoca un mayor gasto de energía y, por tanto, conseguimos el efecto inverso: todavía tenemos más calor. Además, esto se traduce en una digestión más lenta y más pesada.

Otra desventaja de las bebidas muy frías es que se puede producir un choque térmico y, por tanto, pueden aparecer síntomas como dolor de cabeza, de estómago e, incluso, calambres. Podemos tomar bebidas frías, por supuesto, pero es mejor hacerlo lentamente, a pequeños sorbos y dejando que el cuerpo se adapte poco a poco al cambio de temperatura. 

El agua fría, además, no tiene por qué hidratarnos más, pero sí requiere un esfuerzo adicional de nuestro cuerpo, algo nada deseable durante estos días de calor.

¿Infusiones calientes en verano?

Aunque la idea de tomarnos una bebida caliente durante estos días pueda parecernos algo descabellado, lo cierto es que la evidencia científica demuestra que hacerlo mantiene nuestra temperatura corporal en un nivel más estable ya que una bebida caliente tiende a bajar esta temperatura. ¿Por qué? En líneas generales podemos decir que al beber caliente se estimulan los termorreceptores de la boca, algo que haría subir la temperatura corporal y por tanto la sudoración, lo que nos permitiría refrescarnos más.

Tras analizar el efecto que las bebidas calientes tienen sobre la temperatura corporal, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Ottawa demuestra que estas estimulan el cuerpo internamente, lo que estimula la sudoración, un mecanismo de enfriamiento natural del cuerpo. Por tanto, las bebidas calientes pueden refrescarnos más cuando hacer calor, aunque con ciertas consideraciones y bajo determinadas condiciones. 

¿Qué es lo que ocurre exactamente? Al tomar una bebida caliente, almacenamos una menor cantidad de calor dentro de nuestro cuerpo, siempre que el sudor adicional que se produce al beber caliente pueda evaporarse. Y, aunque esta sudoración extra puede llegar a ser desagradable, estamos frente a un mecanismo vital que nuestro cuerpo usa para refrescarse. Al evaporarse de la piel, libera energía que nuestro cuerpo necesita en el aire, y es lo que nos enfría. 

La bebida, al estar más caliente que nuestra temperatura corporal, lo que hace es añadir calor al cuerpo, pero la cantidad con la que aumenta la sudoración –siempre que pueda evaporarse– compensa de sobra el calor añadido al cuerpo con el líquido. Esto no funcionará si hay demasiada humedad en el entorno porque el sudor no puede evaporarse. Por tanto, beber una infusión caliente en un día caluroso pero húmedo no nos servirá para refrescarnos porque, si el sudor no se evapora, no nos ayudará al mantenimiento del equilibrio térmico. 

En el debate sobre si es mejor una bebida fría o caliente, el contexto es el que nos da la clave. Que funcione o no una bebida caliente dependerá de que el entorno sea seco o húmedo. En un entorno seco, una bebida caliente puede ayudarnos. De ahí que nos vengan a la mente imágenes de los habitantes del desierto tomando un té bien caliente. En condiciones desérticas sí se cumplen las condiciones adecuadas. 

El problema de todo ello además es que, si nuestro cuerpo pierde más agua (a través de la sudoración), nos deshidratamos más. Por tanto, tenemos que beber cada vez con más regularidad porque necesitamos más líquidos para reemplazar los que hemos perdido con el sudor

Podríamos concluir de todo ello que, dado que el cuerpo ajusta su tasa de sudor para tener en cuenta el contenido de calor de las bebidas, cuanto más alejada esté la temperatura de una bebida de nuestra temperatura corporal, más energía tendremos que aportar para que nuestra temperatura interna vuelva a rondar los 37ºC. Quizás lo ideal sería, cuando hace calor, tomar bebidas tibias, entre los 15ºC y los 20ºC, o a temperatura ambiente, que son las que nos permitirían saciar la sed e hidratar de forma eficaz nuestro cuerpo porque es la que mejor se asimila.

Con todo, si nos apetece tomar algo caliente aunque haga calor no supone ningún problema si no vamos a tener ningún desafío intenso para nuestra termorregulación, es decir, no haremos ejercicio intenso o tendremos que trabajar en condiciones de mucho calor. 

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