Tienes dolor de estómago y debes seguir una dieta blanda: qué alimentos puedes comer (y cuáles evitar)

Qué debe incluir una dieta blanda.

Marta Chavarrías

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Tienes dolor de estómago o malestar y lo que primero que te viene a la cabeza cuando se trata de acertar con la dieta es el arroz blanco y las tostadas con jamón york. Aunque cuando tenemos el estómago revuelto lo más probable es que no tengamos mucha hambre, a la hora de comer tendremos que ser prevenidos y optar por una dieta blanda o, lo que es lo mismo, priorizar alimentos que nos ayuden a recuperarnos.

Es posible que nos preguntemos, en este punto, qué implica exactamente y cómo podría beneficiarnos. ¿Lo estamos haciendo bien con el arroz y las tostadas? Es fácil que el hecho de llamarla 'blanda' nos haga asociarla con alimentos tiernos o de fácil masticación, aunque en realidad nos referimos a una dieta de protección gástrica.

Qué es una dieta blanda

De los distintos tipos de dieta blanda –de fácil digestión, de la masticación o mecánica-, hay una en particular que es una gran aliada en el caso de problemas como gastritis, un cólico, una úlcera, un virus intestinal o cualquier patología leve del aparato digestivo. En estos casos, hablamos del primer tipo de dieta, la que nos ayuda en el proceso digestivo, por tanto, una dieta de fácil digestión para cualquier persona con algún problema clínico que le afecta a la digestión.

“Se trata de una dieta completa compuesta por alimentos de textura variada que no irritan el tracto digestivo y de técnicas culinarias –hervido, plancha, papillote, etc.— que facilitan la digestión”, dice la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) en su página web. El principal objetivo es que nos ayude a reponer la pérdida de líquidos y electrolitos, y también evitar la deshidratación que nos pueda causar una gastroenteritis.

¿De qué alimentos estamos hablando concretamente? La finalidad principal es que esta dieta nos aporte la cantidad de energía y proteínas que necesitamos, y esto se traduce en la ingesta de alimentos como:

  • Cereales y tubérculos, pero que no sean integrales. En este apartado incluimos el pan, el arroz, la pasta o las patatas. Pero también el maíz, el cuscús o el mijo, e incluso el pan blanco.
  • Alimentos proteicos de origen animal como el pescado, mejor si es blanco y preparado a la plancha o al vapor. Debemos priorizar las especies más magras, como el rape, el lenguado o la merluza.
  • Carne blanca como el pollo o el pavo a la plancha.
  • Huevos cocidos o en tortilla francesa. Es mejor que evitemos las preparaciones poco cuajadas.
  • Lácteos poco grasos y sin lactosa, como yogures o los quesos frescos.
  • Frutas y verduras cocidas, como manzana, pera, calabacín o zanahoria. En cambio, debemos evitar las que son muy fibrosas como el espárrago o la alcachofa.

El objetivo es que los alimentos que tomemos no obliguen a nuestro aparato digestivo a trabajar demasiado, por tanto, sean fáciles de digerir y no estimulen la secreción gástrica.

¿Y la bebida? ¿Qué podemos tomar en estos casos? Si tenemos que elegir una bebida, el agua es la opción por excelencia, que podemos combinar con algún caldo o infusión que nos ayuden a rehidratar nuestro cuerpo. La Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEME) añade a estas bebidas una limonada alcalina casera que podemos preparar con un litro de agua, dos cucharadas soperas de azúcar, una pizca de bicarbonato y el zumo de dos limones.

¿Y las bebidas isotónicas tan usadas para este propósito? Desde hace unos años existe la idea de que nos ayudan a hidratarnos. Sin embargo, este tipo de bebida isotónica no es recomendable para el fin que queremos porque no posee el balance de hidratos y potasio necesarios y lleva un exceso de azúcar, en concreto, 21 gramos, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no consumir más de 25 gramos al día.

Esta bebida en concreto no tiene la composición necesaria para la rehidratación por diarrea, según el Consenso sobre bebidas sobre bebidas para el deportista de la Federación Española de Medicina del Deporte (FEMEDE).

Alimentos que no incluir en una dieta blanda

Como el objetivo principal de una dieta blanda es conseguir que nuestro sistema digestivo trabajo lo mínimo hasta que no se recupere del todo, hay determinados alimentos que no deberíamos probar.

  • La fruta y verdura, siempre tan protagonistas en cualquier tipo de dieta, pierden presencia en este caso si se consumen crudas porque pueden ser irritantes y flatulentas y tienen peor tolerancia. Su introducción, por tanto, debe hacerse de forma progresiva. No es un buen momento este para ensaladas o grandes cantidades de verdura cruda.
  • Carne roja y procesada como los embutidos, salchichas o hamburguesas.
  • Pescado azul, el marisco y los procesados como los rebozados. Junto con la carne, el pescado azul contiene una mayor cantidad de grasa, lo que dificulta su digestión.
  • Legumbres enteras, ya que no se toleran bien, sobre todo si las tomamos estofadas o guisadas. Además, junto con las verduras de las crucíferas como la col, pueden provocar flatulencia y conviene evitarlos. El resto de verduras, si están bien cocidas o en puré pueden formar parte de una dieta blanda.
  • Cereales integrales por su contenido en fibra que lo que hacen es dar un mayor trabajo a nuestro ya dañado estómago.
  • Cualquier tipo de producto procesado, como la bollería o el chocolate, bizcochos o cualquier otro dulce. Una recomendación que podemos hacer extensible a una dieta normal también.
  • Las salsas, alimentos picantes o especias.
  • Frutos secos.
  • Alimentos o bebidas irritantes que nos puedan provocar digestiones y molestias gastrointestinales, como el café y el té, el vinagre o las bebidas gaseosas.
  • Bebidas alcohólicas.

Otros consejos para una dieta blanda

Además de conocer los alimentos prohibidos y los permitidos conviene que contemplemos también otros aspectos para conseguir el objetivo de hacer una progresión dietética hacia la alimentación normal. Y aquí juega un papel decisivo, además de elegir bien los alimentos, hacer varias ingestas pequeñas a lo largo del día en lugar de pocas y muy copiosas.

Aquí también juega un factor decisivo el método de cocción que elegimos. Lo más adecuado es optar por el horno, el asado, el hervido o el papillote. También es importante que prestemos atención a la temperatura de la comida: debemos evitar que estén muy frías o calientes.

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