“No hace falta ir a Nepal para vivir situaciones machistas como fotógrafa, en España suceden continuamente”
El chhaupadi es una tradición hinduista que obliga a la segregación de las mujeres cuando empiezan a menstruar. Tener la regla es sinónimo de “una pérdida de pureza” y son apartadas a dormir en cobertizos durante una semana. No se les permite ni volver a casa, ni asistir a festividades y ni siquiera hablar con ningún pariente masculino. “Sé que sucede cuando no se sigue el chhaupadi: si alguna mujer me toca cuando tiene la regla, vomito sangre”, dice el chamán Prem Bahadur Khadka en un reportaje publicado por elDiario.es.
Esa fue una de las realidades documentadas por María Contreras Coll, fotógrafa y exploradora de National Geographic. En un principio se desplazó a Nepal con la idea de retratar esta práctica y sus consecuencias para las mujeres que la sufrían, pero al proyecto pronto le surgieron otras aristas. Encontró que tras la tradición existía toda una generación de jóvenes que cuestiona estas prácticas e intenta revertirlas mediante la educación en escuelas. Era una historia de maltrato femenino, pero también de lucha.
Ahora la fotorreportera es una de las tres figuras que componen 'Palabra de Mujer', un proyecto de National Geographic que busca inspirar a nuevas generaciones a través de referentes femeninos porque, precisamente, la ausencia de estos es uno de los problemas en campos como el de la fotografía.
Por ejemplo, como recopila el colectivo Women Photograph, las reporteras solo estaban detrás del 21,1% de las imágenes publicadas en los principales periódicos del mundo durante el año pasado. Esta desigualdad llega de igual forma al campo de los premios: desde la inauguración del World Press Photo en 1955 únicamente cuatro autoras han conseguido el premio de Foto del Año y en su última edición, la de 2020, solo el 14% de sus premios eran para fotógrafas. Contreras Coll, que responde a este periódico por videollamada, nos habla sobre la desigualdad que afecta al mundo en general y al fotoperiodismo en particular.
El fotoperiodismo es un sector mayoritariamente dominado por hombres. ¿Cree que está cambiando?
Para mí es difícil saberlo, porque mi experiencia es solamente de 5 años. Pero la participación femenina en el World Press Photo no sube de un 15% y hay varios motivos que explican esta problemática. Nos deberíamos plantear hasta qué punto las mujeres tienen realmente acceso a dedicarse a esto y si se les está facilitando ser fotoperiodistas, porque los números no es lo que reflejan.
También está la representación. Hegemónicamente el fotoperiodismo ha sido producido por hombres blancos de clase alta en países occidentales. Es obvio que esto ha hecho que nos llegue una representación sesgada de la realidad. Hasta ahora solo hemos accedido al 50% de la experiencia humana que se ha retratado de estas temáticas, y eso sin tener en cuenta el tema de clase o procedencia.
Estamos perdiendo la otra mitad. Por ejemlo, al estudiar nunca he visto un reportaje de la Segunda Guerra Mundial sobre cómo cambiaban las dinámicas familiares en casa en la vida de las mujeres. Por eso no me sorprende pensar que las mujeres no nos sentimos representadas por la manera en la que el fotoperiodismo ha mostrado la realidad, porque de alguna manera no ha sido la nuestra.
Precisamente para representar una de esas realidades decidió ir a Nepal en 2017, donde documentó el estigma de la menstruación en Nepal. ¿Cómo fue relacionarse con mujeres obligadas a aislarse por tener la regla?
El tema de la menstruación siempre vino desde dentro: es una problemática que vi en Nepal pero que está en mi día a día. En ningún momento fue complicado empatizar con estas personas, porque también soy mujer y tenemos un estigma que aunque sea distinto existe, porque aquí la menstruación también está silenciada. En todo momento me sentí completamente conectada a estas mujeres, y ellas muy abiertas a contar su experiencia.
¿Y hay alguna historia que le haya marcado en especial?
Para mí la madre de este proyecto es Radha Paudel. Es una activista por los derechos de las mujeres que lucha contra la estigmatización menstrual en distintos puntos de Nepal y que lleva más de 10 años dedicándose a concienciar para eliminar esta práctica. Radha hizo que me diera cuenta de que el proyecto no iba solo sobre el chhaupadi, sino de cómo las mujeres estaban intentando cambiarlo. Si algo me siento es una herramienta en manos de estas activistas para que puedan trasladar su mensaje.
La fotógrafa brasileña Adriana Zehbrauskas, que documentó el barrio de Tepito de Ciudad de México, decía que al riesgo de ser fotoperiodista en lugares complejos había que sumar otro: el de ser mujer. ¿Ha tenido también que lidiar con situaciones machistas a la hora desarrollar su trabajo?
Claro, constantemente. Pero no hace falta ir a Nepal. En España sucede de manera continua dentro de mi propia industria, que es la de la fotografía. Por ejemplo, algunos editores rechazaron mi trabajo de Nepal porque decían que era un tema de mujeres y que solo podía ser publicado en una revista femenina, lo cual me parece absolutamente escandaloso.
También se ve en la actitud que muestran cuando estoy trabajando, con expresiones como 'niña aparta' o 'chica, ponte a otro lado'. Otras veces, si hay un grupo de siete fotógrafos y yo soy la única mujer, se dirigen solo a mí cuando nos tienen que llamar la atención. En Nepal y en Melilla he vivido situaciones escandalosas, pero lo que más rabia me da es vivir los efectos del patriarcado en mi propia ciudad.
Hay cosas que forman parte de las relaciones que se han tenido de forma hegemónica en el mundo del fotoperiodismo y no nos damos cuenta, pero deberíamos repensar si estamos teniendo una actitud equitativa.
Para buscar esa equidad nace The Journal, un proyecto de fotografía colectivo del que forma parte para mostrar cómo más de 400 mujeres de todo el mundo afrontan el COVID-19. ¿Qué diferencias de género están existiendo a la hora de sufrir las consecuencias de la pandemia?
No puedo hablar en primera persona de los efectos que ha tenido en mi propio género, pero tengo la sensación que en cuanto a maternidad están dedicando muchísimo más tiempo a la crianza de los hijos o las tareas domésticas.
Si algo ha pasado con la pandemia es que de alguna manera ha sido catalizador de problemáticas que ahora han empeorado. Los efectos económicos y sociales que ha dejado en Barcelona ha evidenciado un problema endémico que tenemos con el alquiler, que ha subido un 50% en los últimos 5 años mientras los sueldos de clase media siguen congelados.
La historia casi siempre se ha escrito en masculino. ¿Cree que también está ocurriendo eso con el legado documental que está quedando del coronavirus?
Hace poco un grupo de fotoperiodistas españoles y españolas pusieron en marcha el Archivo COVID y la participación femenina estuvo en torno a un 20%. Ya es un número muy positivo teniendo en cuenta el porcentaje de mujeres que hay en la profesión actualmente (del 10-15%), pero sigue siendo bajo Precisamente por eso son tan importantes iniciativas como The Journal, porque intentamos contar las cosas desde nuestra perspectiva en distintas partes del mundo, y al final nacen narrativas muy distintas a las que estamos acostumbradas a ver.
Ahora por ejemplo estamos haciendo una cadena: una envía una foto y recibe otra imagen como respuesta. Ese tipo de narraciones tan pausadas, poéticas y cercanas no se ve en otros sitios. ¿Por qué? Porque hegemónicamente hemos recibido una mirada con una manera específica de hacer las cosas. No sería una sorpresa que a 10 años vista la mayoría de documentación sobre la COVID-19 estén escritos por hombres, pero lo que sí que sé es que se está intentando que eso cambie. No solamente quien lo escribe o hace, sino la manera de hacerlo. Aunque claro, todo tarda un tiempo.
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