Bunbury, en estado de emergencia: “La mirada del pánico no ayuda”
Una palabra paradigmática de las letras que escribe Enrique Bunbury es “quizás”. Aparece fundacionalmente en la canción Hace tiempo del primer disco de Héroes del Silencio, El mar no cesa, de 1988. La duda se filtra en toda la obra del artista zaragozano hasta llegar de una manera poderosa al presente, con un nuevo disco que habla de las opciones, las decisiones, lo que podría haber sido y no fue, los diferentes futuros. Un álbum titulado Posible cuyo lanzamiento estaba previsto para el 17 de abril, en pleno impacto del coronavirus pero fue empujado al 29 de mayo, en tiempos ya de desescalada en España.
Hace tres años, en su anterior disco, Expectativas, había una canción llamada En bandeja de plata en la que Bunbury generaba otra de sus clásicas dudas, con aterradora premonición: “¿será una suave brisa nuclear que nos dejará en los huesos o una bacteria que se expandirá y contagiará sin darnos cuenta?”. Bunbury ha sido un artista introspectivo y tradicionalista durante muchos discos que en los últimos años ha sentido la necesidad de girar la cabeza y hablar del presente. Para él, el cambio comienza en Palosanto (2013), cuya primera canción se titula Despierta. Prosigue en Expectativas y cierra un tríptico con Posible. “He querido mirar al presente” escribe respondiendo a un cuestionario desde su residencia en Los Ángeles, donde vive desde hace diez años. Si la información del documento de texto no miente, y a falta de mayor información de contexto, el músico se tomó una hora y cuarto para contestar con detenimiento las diez preguntas que recibió de este medio, sin dejar ni una en blanco. Es una decisión personal suya desde hace unos años responder las entrevistas por email.
En el tema Mis posibilidades, uno de los que no han sido anticipados en los cinco singles previos que han ido compensado con su presencia la ausencia del disco completo, habla de los universos paralelos en los que él podría existir y piensa que no están muy alejados los unos de los otros, que de alguna forma se puede ir y volver. “Creo que todos hemos fantaseado en algún momento con tener diferentes vidas”, dice. “Poder ser algo distinto. Estudiar algo distinto. Trabajar en un taller mecánico. Casarte a los dieciocho. Tener muchos hijos. No tener ninguno. Irte a vivir a Tailandia. Ser del sexo contrario… Hoy pienso que algunas opciones importantes ya las tomé, pero también pienso que tomamos cada día infinitas microdecisiones que siguen definiendo nuestras vidas y que podrían encauzar nuestro futuro de manera distinta”.
Su atención al mundo y a los diferentes futuros le hacen estar tan alerta que ejerce una predicción futuróloga aterradora, no solo en la mencionada anticipación de la pandemia en su anterior disco, aunque con dudas sobre si el apocalipsis sería nuclear o virológico, sino que en Posible advierte que escribe “con el desorden de la urgencia” y “en un estado permanente de emergencia”, en unas canciones compuestas obviamente antes del estado de alarma. “Este disco parte de la introspección —aclara— pero es inevitable que hablando de lo que eres y te preocupa y sientes, se cuelen algunas reflexiones salpicadas con el mundo en el que vives. El momento creativo es un momento de conexión con la matriz universal de la que surgen las ideas, permanecer en hilo directo con ese magma fascinante, que lo mismo tiene una lectura espiritual que artística, es lo que pretendemos todos los que hacemos alguna labor artística. Algunos lo llaman musa, inspiración o la caverna de Platón… es una conexión que no queremos que se pierda. Ese es el estado de emergencia”.
Posible es el décimo disco en solitario de Bunbury desde que comenzó su carrera personal hace 23 años, con la disolución de Héroes del Silencio, uno de los grandes grupos de la música española, con los que publicó cuatro álbumes entre 1987 y 1996. Refuerza su discografía un buen puñado de grabaciones en directo, una manera de capturar el presente de la que gusta especialmente, y las comuniones con los amigos, como Nacho Vegas o Andrés Calamaro. Hizo un arranque rupturista con Radical sonora, que rasgó las vestiduras de muchos fans de Héroes del Silencio y poco a poco, en una pirueta tomando impulso desde los aires circenses y de vodevil a los que se arrojó en Pequeño (1999), se fue adentrando en un viaje —“a ninguna parte”, que diría su disco de 2004— hacia las raíces fronterizas latinas que le convirtió en el Licenciado Cantinas de 2011. “Me apasionan la tradición y la vanguardia por igual”, explica. “He hecho discos mirando hacia las raíces de la música que me apasiona, ejerciendo de antropólogo y adaptando lo aprendido a mis canciones, creando un híbrido que me parecía interesante. Ahora estoy conduciendo sin retrovisor. No miro hacia atrás”. Para Posible, Bunbury quería que sonara tecnológicamente actual, “con producción compleja y minimal al mismo tiempo”. Ha querido exprimir las posibilidades tecnológicas de los estudios de grabación, de los instrumentos actuales, de los plug-ins de los ordenadores y de las distintas aplicaciones con las que hacer música, “aceptando el momento histórico y musical que te ha tocado vivir”, admite. El uso de la “sonoridad no analógica” emparenta este disco con Radical Sonora pero “la distancia entre álbumes es significativa”, así como las influencias. En su primer trabajo en solitario el drum’n’bass, el jungle, el breakbeat, el trip hop y la música industrial ponían base a una serie de mantras y grooves, mientras que en Posible, explica el músico, “las canciones son armónicamente más complejas” y las bases y los ritmos no intentan sonar a lo que suenan los discos de este momento, sino que pretenden estar “al servicio de la canción”.
El momento en el que aparece Posible es muy particular, al menos en el ámbito geográfico y cultural en el que Enrique Bunbury es escuchado. Llega en medio de un debate sobre qué tipo de arte vamos a necesitar para sanar las heridas abiertas: ¿un arte de evasión o un arte crítico e incómodo? “La humanidad siempre ha necesitado ambas vías. La evasión y la reflexión”, reflexiona el músico. “Yo creo que el arte debe ser terapéutico. Pero igual de terapéutico puede ser un reguetón o una pieza para cuarteto de cuerda. Porque muchas veces lo que necesitamos es liberarnos, evadirnos, olvidarnos de lo que nos duele, aunque sea por un rato. Y muchas otras, necesitamos que los artistas nos expliquen el mundo. La mirada del artista, puesta donde los demás la retiran”. Aquí el artista pone el dedo en la llaga, pues la crítica detecta el miedo a entrar en terrenos de conflicto en la mayoría de la cultura mainstream actual. “¡Claro que la autocensura es la nota predominante en la cultura!”, responde. “Y el discurso de valores dominante. Pero no culpemos solo a los artistas que temen por sus ingresos y que puedan llegar a la conclusión de ‘¡para qué meterme en berenjenales si a mi lo que me gusta es el la menor!”. Creo que debemos hacer todos para reeducar a la sociedad. En la digital y en la vida real. El sarcasmo y la lapidación como forma de mostrar inteligencia o superioridad moral…“. Bunbury escribe ahí unos puntos suspensivos que deja en el aire los efectos del linchamiento mediático, del troleo, de la bronca constante. ”Mientras no aprendamos a escucharnos con atención y respeto y sepamos explicar y atender a nuestras posiciones con paciencia y respeto y compasión, incluso con humor, la sociedad no podrá avanzar. Porque seremos carne de manipulación. El poder nos lanzará un hueso y allí se lanzarán los perros a despedazarse los unos a los otros“.
“Ahora mismo estamos viviendo momentos con la sensibilidad a flor de piel”, escribe Bunbury en sus respuestas. “La mirada del pánico no ayuda. La politización de la situación, tampoco. Son dramatizaciones que impiden o dificultan el debate. Particularmente, la política no me interesa. Creo que politizar todo es un arma de doble filo. Me preocupan mis amigos politizados que ven la sombra de tal o cual partido en cualquier frase que emites durante una conversación. En mi caso no es así. No busquéis politización en mis palabras, porque no la hay. Mi preocupación, en este y en otros asuntos es, discúlpame, más profunda. Mientras discutimos sobre las mascarillas, suceden asuntos de verdadera importancia tras las bambalinas: el debate entre la seguridad y los derechos fundamentales, el manejo al antojo del Big Pharma [la gran industria farmacéutica]. La validez o la corrupción en las grandes instituciones internacionales. Las verdaderas intenciones de los filántropos de las nuevas tecnologías… Y en todos esos temas, es importante el debate abierto, escuchar voces inteligentes y llegar a conclusiones, libres de manipulación o censura. Y, sobre todo, dejar que el pueblo tome decisiones con respecto a lo que aprenda, después de escuchar con los oídos limpios de cera”.
A Bunbury le interesa tomar distancia. Vive lejos de España pero, aún viviendo en California, no son los kilómetros lo que le ayuda. “Creo que es importante no leer ni ver noticieros”, dice. “Por lo menos a mantener los nervios más templados. Veo amigos muy metidos en política que pienso que les va a dar algo. Estar todo el día, todos los días señalando a un supuesto enemigo que es tu vecino y conciudadano no me parece saludable”. Además de la distancia en el espacio, que en verdad es una distancia mental, está también la distancia en el tiempo. Bunbury cumplirá este verano 53 años y no se puede eludir que, a pesar del frescor que supone un disco que suena gratamente diferente a los anteriores, que contiene grandes canciones y letras abrasivas, quizás esas posibilidades que le traen de cabeza le hagan sentir un especial interés por mirar al pasado, atar cabos sueltos, tocar viejas canciones o de nuevo juntar a Héroes del Silencio, como le ha pedido incluso algún componente de la banda. El grupo se separó con un final abrupto que les dejó a todos con un mal sabor que en parte resarcieron con diez conciertos de reunión en 2007. La esperanza y el deseo de un regreso de los Héroes sigue en el aire. El bajista Joaquín Cardiel admitió el año pasado en el programa de televisión de Ariel Rot que el grupo había hablado de realizar una segunda gira de reunificación. Enrique Bunbury es preguntado si siente la necesidad de volver con el grupo o si es algo que no cabe en este momento en su vida “Revisar canciones del pasado es una parte de la preparación de las giras. Me gusta elegir algunos momentos de la discografía que creo pueden tener que ver con el momento presente y junto con los hits y el material del nuevo álbum, formar un repertorio que interese y emocione a los que asisten a los conciertos. Ese es el único momento en el que miro hacia atrás. Por lo demás, en mi vida, no soy un tipo nada nostálgico. No está entre mis virtudes o defectos. Me gusta vivir el momento que toca y como mucho me atrevo a mirar e intentar planear un futuro cercano. Lo muy lejano me abruma y también lo dejo, para que me sorprenda, supongo”. He aquí un nuevo quizás. Mientras tanto, la gira para escuchar las canciones de Posible se ha pospuesto, como casi todo en la música en directo, a 2021.
“El confort está a tu disposición, de la piel para adentro. Creo, de todas formas, que estos tiempos tan oscuros pueden servir para revisar algunos planteamientos y mentiras aprendidas que nos hagan evolucionar como especie. Soy positivo y pienso, como dice la canción, que ‘no conseguirán engañarnos a todos’”, escribe Bunbury, poniendo punto y final a la entrevista.
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