Si nos parásemos a pensar, o mejor, si tuviésemos delante a la presentadora de aquel vetusto concurso de la televisión que nos señalara ante la cámara y nos preguntara, “Por 25 pesetas, dígannos… ¡nombres de compositores del cine español!”, ¿Qué contestaríamos? ¿Cuántos segundos podríamos aguantar en silencio antes de decir el nombre de Alberto Iglesias para luego dejar que discurriese el minutero?
Si nos esforzásemos, tal vez podrían venir a nuestra mente los nombres de Roque Baños, ocho veces nominado en Los Goya, o de José Nieto, diez veces candidato. Casi todo hombres. Pero lo cierto es que, desde que los premios de nuestro cine existen, se han entregado 31 cabezudos a Mejor Música Original de los cuales diez se los ha llevado Iglesias. Es decir, que el genio de San Sebastián se ha hecho con un 32% de los Goya de su categoría, lo que deja al resto de compositores de la historia del cine español con la verdad matemática de que prácticamente uno de cada tres años no les va a tocar a ellos. Decir que Alberto Iglesias es la Meryl Streep de las bandas sonoras españolas es quedarse muy corto.
A la sombra de la enormidad de la figura de este, se cuentan por centenares los talentos que ponen música a nuestro cine. De hecho, este año coinciden en la categoría nombres muy importantes de la composición en nuestro país más allá de -cómo no-, Alberto Iglesias que compite con la partitura de La cordillera.
Pascal Gaigne puede ganarlo por Handia; es la cuarta vez que opta un Goya y parte con fuerza tras ganar el galardón homónimo en los Premios Feroz. Alfonso Vilallonga puede hacerse con su segunda estatuilla tras Blancanieves, habiéndose hecho con la Mejor Música en los Premios Gaudí por La Librería. Y Chucky Namanera se reivindica como la opción más rompedora, siendo como es su nominación por Verónica un merecido reconocimiento a una obra con una fuerza sintética apabullante. Todos, talentos más que probados pero poco mediáticos.
Verónica, más que un ejercicio noventero
VerónicaLa última película de Paco Plaza parte con siete nominaciones incluyendo mejor película y director. Su banda sonora la compone Chucky Namanera, también conocido como Eugenio Mira, director de películas como Grand Piano o Agnosia que convive con un Alter Ego de nombre latino que compone la música de films de género como Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo o Verónica de Paco Plaza. “En el tema del cine hay una imagen que quería evitar que era la del director que hace sus propias bandas sonoras. Cuando haces esto te empieza a rodear una aura rara como de hombre del renacimiento que es contraproducente porque resulta un tanto ridícula”, explica a eldiario.es el propio Mira sobre su seudónimo artístico.
“Con este seudónimo quería escapar a esa importancia que a veces se le da a la figura del director. Si la banda sonora y la película la hacen personas distintas, las miradas se centran menos en mí. Lo que pasa es que es un chiste que se ha ido haciendo grande cada vez más”, dice. En los premios Feroz, de hecho, su nominación iba anunciada con el nombre de Chucky pero entre paréntesis figuraba el suyo propio. “Es una chorrada pero me divierte. Yo me imagino a Chucky como alguien que vive en Miami y que está haciendo orquestaciones para Rubén Blades o Gloria Estefan”, bromea.
En su trabajo para este film, Mira combina de forma genial el sonido del cine de terror con una suerte de rebeldía juvenil íntimamente ligado al desarrollo de la protagonista de la historia. Ambas sensibilidades se compenetran de tal forma que el resultado suena genuinamente vintage. “Resulta que cuando Paco (Plaza) se metió en el tema de Verónica, andaba buscando a alguien que encontrase ese contraste de la época. Quería que la música recordara a una película de terror de los noventa, pero que no fuese solo un homenaje, sino algo más orgánico. Algo como lo que hacen en Stranger Things, que es invocar totalmente esa época de los ochenta, pero a otro nivel y en los noventa”, explica.
Todo, se combina con temas originales de grupos e ídolos de la época, bálsamo y refugio de la protagonista. “Paco quería que Héroes del Silencio fuese una pieza troncal de la adolescencia de la protagonista. Tenían ese rollo romántico gótico de guitarras fundidas en reverb que sonaba muy épico, así que para que todo encajase teníamos que entrar también en ese mundo melancólico, evocador o de tragedia inevitable. Al fin y al cabo, la película es una cuenta atrás. Así que eso fue lo que manejamos a nivel semántico”, reflexiona.
Para él, era muy importante que el personaje de Verónica viese en la música una vía de escape de su realidad. “Es una niña que debería ser mujer, o eso le dice todo el mundo cuando le recuerda que aún no tiene la regla. Por otra parte está ejerciendo de madre porque la figura paterna está ausente y la materna se pasa el día trabajando. Es decir: tiene miedo a ser niña y pánico a ser mujer. Así que lo que la mantiene en el presente son las carpetas es escuchar Héroes del Silencio”, cuenta Eugenio Mira.
El director de Grand Piano confiesa que para él es un placer ver a una película de género y sin holgado presupuesto como es Verónica, en las categorías más importantes de estos Goya. “Mi generación ha visto de todo. Cuando teníamos veinte años, Alex de la Iglesia ya se colaba en los Goya con su trabajo. Luego llegó Amenábar con Los otros y más tarde Bayona con El Orfanato. Ha habido una especie de cocción lenta hasta normalizar la presencia del terror en premios de la Academia, pero también creo que es debido a un cambio en la demografía de los académicos. Mi generación de profesionales del cine ha tardado veinte años en hacerse ver, pero ya empieza a constar en los premios y obviamente tiene otra sensibilidad”.
La librería, talentos que se entienden
La librería,Alfonso Vilallonga trabajó en el cine por primera vez de la mano de Isabel Coixet. Ambos compusieron juntos la Banda Sonora de Cosas que nunca te dije y desde entonces han sido amigos y partenaires profesionales. “Hace ya más de veinte años que conozco a Isabel. Ambos hemos evolucionado, de la misma forma que lo ha hecho nuestra relación. Es como una vieja amistad que se ha ido renovando y tengo la sensación, además, que en esta ocasión hemos vuelto un poco al terreno del principio, a algo íntimo y parecido a lo que hicimos en el 96”, asegura Vilallonga.
Después de su debut vinieron A los que aman, Mi vida sin mí, Ayer no termina nunca y La librería, todas con Isabel Coixet. Con la última compite por el Goya a Mejor Música este año. “La librería es una historia muy Coixet aunque sea un guion adaptado. Es una reflexión sobre la ilusión y coraje que ella ha hecho muy suya, aunque también hay mucho de mí en la partitura. Por eso me recuerda un poco a nuestra primera colaboración, porque recupera eso de cuando dos mundos creativos se encuentran y se retroalimentan”, intenta explicar el compositor, actor y cantante.
“Cuando vi por primera vez la película, en la sala de montaje y sin música, pensé que era un auténtico regalo para un compositor. Porque a mí todo el tema estético no suele interesarme demasiado, suele inspirarme más el mundo interior. Sin embargo, La librería combina ambas, es una historia íntima pero a la vez una película preciosa con la campiña inglesa de fondo y los años sesenta en la ambientación. Hay imágenes muy bonitas pero con una historia poderosa detrás”, describe al poner en palabras el proceso que le llevó a componer la banda sonora del último film de Isabel Coixet.
La librería, además, está nominada en la categoría de Mejor Canción por un tema que compuso Vilallonga y que interpreta la cantautora británica ALA.NI: Feeling Lonely on a Sunday Afternoon. “La película transcurre en el año 59 y eso era un dato que para mí resultaba de lo más estimulante. En aquella época se dan la confluencia de la entrada del rock & roll mientras aún queda la canción ligera post jazz. Es una época que siempre me ha gustado musicalmente”, explica Alfonso.
“Le pedí a Isabel (Coixet) que me diera dos títulos de canción y, a partir de eso, las compuse y busqué la voz”, describe, “así llegamos hasta ALA.NI, que es una vocalista con un fraseo, un color de voz y una manera de cantar que es atemporal. Puede ser una cantante de los años cuarenta como una estrella de hoy: su voz abarca distintas épocas. Tampoco se trataba de hacer una cosa completamente vintage así que ALA.NI era la artista perfecta”.
Vilallonga ganó el Goya a Mejor música en 2013 por Blancanieves de Pablo Berger. De hecho, este año repite con él en la Banda Sonora de Abracadabra que se ha quedado sin nominación. Ante la posibilidad de repetir hazaña en los premios de este año, él se muestra precavido: “Suelo tener intuiciones pero la verdad es que esta vez me pillas. No tengo ni idea de lo que va a pasar. El año de Blancanieves tenía otra sensación porque era una película con 105 minutos de música y esta tenía un papel importantísimo en la película. Aunque no la hubiese hecho yo, hubiera apostado por que ese trabajo iba a llevarse el premio. Pero este año voy a ciegas”, confiesa.
Su segundo cabezón significaría el reconocimiento a una carrera de catorce Bandas Sonoras y múltiples obras de teatro, documentales, performances y discos propios. “Un trabajo siempre es más que eso, es el momento en el que lo hiciste. Si recuerdo la composición de A los que aman, recuerdo el momento en que la hice y eso contamina el valor que tenga una u otra obra. Como son tuyas, cada una es un momento de tu vida”, se sincera.
Handia, entre la fábula y el realismo
HandiaTras formarse en el Conservatorio Nacional de Toulouse, uno de los más prestigiosos de Francia, Pascal Gaigne se fue a vivir al País Vasco, donde ha vivido los últimos cuarenta años. El cine ha sido solo una parte de su trabajo, que se cuenta en casi un centenar de composiciones entre música de concierto, teatro, danza y cine.
El séptimo arte le trajo su primera nominación con la canción de Verbo, pero también le ha llevado a trabajar con Víctor Erice, Daniel Sánchez Arévalo, Montxo Armendáriz o Icíar Bollaín con quien estuvo nominado por la música de El Olivo. Lo intentó de nuevo con Loreak, cuyo equipo creativo le ha llevado hasta Handia. “Este trabajo empieza, en realidad, hace diez años. Es un hijo de mi relación con el equipo de Moriarti, que conozco desde prácticamente sus inicios, cuando hicimos la música del corto Tercero B de Jose Mari Goenaga”, cuenta Gaigne. “Desde entonces hemos trabajado juntos en casi todos los proyectos: largometrajes, cortometrajes y documentales. De hecho, ellos me encontraron local de trabajo y fuimos vecinos durante siete años. Handia surgió de nuestra relación de forma natural y ha sido una experiencia intensa”, explica el compositor.
Durante cinco meses, Gaigne debatió y reflexionó, junto con Jon Garaño y Aitor Arregi, sobre qué era lo que pedía una película tan particular como Handia, entre la fábula y el drama familiar fraternal. “Construí una primera aproximación con versión de la película que tenía casi todo el sonido montado e hice una propuesta para ver qué tipo de tono iba a tener”, explica Gaigne.
“Al principio Handia sonaba más épica, con más espíritu aventurero. Pero con casi toda la banda sonora ya hecha, nos dimos cuenta que no terminaba de cuadrar porque necesitábamos otra cosa para contar la historia de estos dos hermanos. Y empecé de cero”, dice Pascal Gaigne sin dramatizar. Según él, hacer y rehacer es su trabajo: “cada vez que creas una banda sonora tienes que descifrar un enigma: a qué va a sonar la película. Si no encuentras una respuesta, sigues buscando. Es como descodificar el significado de algo que tienes ahí pero que no termina de encajar”.
Puede que el sábado 3 de febrero se haga con el cabezón, finalmente. Pero si resulta que no, seguirá trabajando como si no hubiese pasado nada. “Los reconocimientos son algo muy agradable. Es un reconocimiento a un trabajo y de vez en cuando necesitas un motivo para festejar algo. Pero no te cambia la vida, luego vuelves a tu trabajo y tienes que seguir ganándote la vida”, opina. “No es nada fácil dedicarte a ser compositor en España. Hay muchos talentos que no aguantan la forma de trabajar, el ritmo o la inestabilidad. Al final no somos tantos los que hacemos música en el cine”, concluye.
La música en el cine de nuestro país depende de pocos talentos poco conocidos. Así que esperamos, al menos, que de conocidos pasen a ser reconocidos.