Dani Rovira estrena ‘El bus de la vida’: “Mucha gente no se atreve a pronunciar la palabra ‘cáncer’”
El 20 de marzo de 2020, poco después de que comenzara el confinamiento por la covid que nos encerró en casa durante meses, Dani Rovira anunciaba en sus redes sociales que comenzaba su primer día de quimioterapia. “Tengo cáncer. Ya tiene nombre y apellidos: Linfoma de Hodgkin”, publicaba junto a una imagen de su tratamiento. Afrontaba la enfermedad como normalmente no se hace, de frente. No usó eufemismos ni rodeos. Llamó a las cosas por su nombre e hizo que todos sus seguidores lo hicieran junto a él.
La misma franqueza hizo que durante el tratamiento y después de él, Dani Rovira incluso hiciera bromas al respecto. Usaba su mejor herramienta, el humor, para avanzar, para no hundirse y para desdramatizar un hecho que socialmente solo puede verse desde la tragedia más profunda. En agosto del mismo año anunciaba que el tratamiento había terminado y que estaba curado. Agradecía a sus seguidores, y se acordaba de Pablo Ráez, el joven con leucemia que falleció en 2017 y que se convirtió en un icono en redes sociales y hasta dedicaron un documental que contó con el apoyó del actor.
No es de extrañar, por tanto, que Dani Rovira siga hablando con la misma naturalidad de aquella enfermedad, y que una vez haya regresado a su trabajo como actor, incluso esta se haya filtrado en las historias que le apetece contar como intérprete. Fruto de esta unión nace El bus de la vida, el filme dirigido por Ibón Cormenzana en donde interpreta a un maestro cascarrabias que descubre que tiene cáncer. No es el típico dramón hollywoodiense, sino que ese reírse de todo se mantiene aquí gracias a la unión de Rovira con un grupo de actores que se entregan en esta película que quiere emocionar pero desde la sonrisa: Elena Irureta, Susana Abaitua, Antonio Durán Morris y Pablo Scapigliati.
También con un puntito de crítica social, porque todos los enfermos de cáncer que cogen el bus que da nombre a la película viven en el pueblo del País Vasco que para recibir su quimioterapia tienen que acudir al hospital de Bilbao. La única manera de hacerlo de forma gratuita es coger un bus destartalado.
Dani Rovira reconoce que aunque el guion le removió muchísimo dudó mucho en hacerlo. “Había muchas dudas. Una de las primeras era que no sabía si iba a estar preparado emocionalmente para poder afrontar un proyecto así y volver a recordar otra vez ciertos pasajes de mi vida que ya quedaron atrás. La segunda era que no sé si soy el mejor actor que puede interpretar este papel, pero esa duda la tengo siempre. Y la tercera era un poco qué podía pensar la gente de esto. Si podían pensar que una productora había contactado conmigo por el tema, si que era morbo y oportunismo…”, recuerda.
Finalmente pesaron otros factores, y entre ellos el que valoraba que “si salía bien, iba a ser una película que podía hacer mucho bien a la gente”. Cree que más que hablar de la enfermedad “es un canto a la vida”. “Esta película te agarra de la solapa y te dice, ‘espabila tío, que es una suerte estar vivo’. Vivir es un puto privilegio, así que dije, vamos a atrevernos. No sé si fue demasiado pronto, pero tampoco sabía si iba a tener otra oportunidad en el futuro de poder hacer una peli tan bonita que hable sobre el cáncer y, sobre todo, sobre la vida. Así que pesó el sí y los 'noes' quedaron para contártelos en la promoción”, dice con humor.
Esta película te agarra de la solapa y te dice, ‘espabila tío, que es una suerte estar vivo’. Vivir es un puto privilegio
Sabe que el cáncer sigue siendo un tema tabú, pero lo que duda es “si los tabúes desaparecen o no, porque cada uno tiene una etapa de su vida para madurar ciertas cosas”. “Fíjate, ayer estuvimos todo el día de promoción de la película, y había muchas personas, muchos compañeros tuyos, que no se atrevían a pronunciar la palabra cáncer, que daban unos circunloquios enormes para no decirla. Si en una película se habla de gente alcohólica mencionas la palabra 'alcohol'. Pero me pareció curioso, y lo entiendo, porque la palabra 'cáncer' puede dar mucho miedo”, opina.
Pone un ejemplo todavía más gráfico: “Una chica me dijo, ‘la realidad que tú viviste…’. Y yo le pregunté que a qué se refería. Luego dijo, ‘la enfermedad’; y yo le pregunté que qué enfermedad; y ya me dijo, 'el cáncer' y yo le respondí: ‘¿Ves como se puede decir cáncer y no pasa nada?’. Tiene un nombre, y se llama cáncer, pero puede ser un poco tabú, aunque creo que las nuevas generaciones, con tanta información y tecnología estarán más preparadas. No solo para hablar con naturalidad de la muerte, para hablar del cáncer, sino para todos los temas. Para hablar de feminismo, de racialización, de sexualidad…”.
Por eso pide que se hable de la muerte “con naturalidad”. “Es que la muerte está ahí, lo que no sabemos es a qué distancia, pero está esperando… a ti, a mí… a todos menos a Jordi Hurtado, que es el único que mantiene todavía la duda sobre si la muerte es 100% eficaz”, dice con su capacidad de meter una broma en cada frase de forma natural. “Hay que hablar de la muerte, porque tenerla presente te ayuda a ponerle perspectiva y decir ‘jo, qué suerte’”, zanja y también aclara otra de sus certezas, que no le gustaría ser eterno.
En El bus de la vida, cada personaje sirve para ejemplificar una forma de enfrentarse a la enfermedad, desde el humor, la ironía, el cinismo… o la autoayuda. Para Dani Rovira todas son correctas siempre que a la gente les sirva. “Es que lo que te puede servir a ti para estar animado a otra persona no le sirve. Hay gente que acude al humor, y hay gente que acude a este desarrollo personal un poquito más trascendente. Yo te diría que yo soy un poco todos ellos. Me siento bastante identificado con cada uno de los personajes, porque tengo esa parte también rebelde y cáustica del personaje de Elena, pero también soy un poquito cascarrabias con un fondo guay como el personaje de Morris… Y también tengo esa parte happy flower. Simplemente es lo que a ti te valga, y si a ti te vale para superar el duelo o la enfermedad leer libros de psicología, genial, y si lo que te mola es ponerte todos los discos de Ismael Serrano, pues también”.
Un filme que también se habla del poder sanador del arte, algo en lo que Dani Rovira también confía, porque se dedica a ello, y porque “canalizar a través del arte lo que sucede, tanto bueno como malo, en la vida, es muy enriquecedor”. “Creo que la misión que tiene el arte, más allá de de epatar y de entretener, es la de emocionante y la de moverte un poquito. El arte, aunque sea mínimamente, te tiene que dejar algo. Que haya algo de ti que haya cambiado cuando salgas de ver una película, o después de un concierto, o de leer un libro”, subraya confiando que El bus de la vida lo haga con muchas personas.
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