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Leonard Cohen, un vals eterno con Morente y García Lorca
El poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen eternizó su vinculación con Granada con su versión del “Pequeño vals vienés” de García Lorca, en cuya casa natal hizo yoga, y forjó su pasión por el flamenco con Enrique Morente, cuya viuda ha dicho que “juntos compondrán temas arriba”.
“Se van los genios y nos dejan huérfanos de arte”. La viuda de Enrique Morente, Aurora Carbonell, escribía anoche, antes de conocer la muerte del cantante, una carta de agradecimiento a Leonard Cohen por su participación en el documental “Omega”, unas letras que se sumarán a ese legado trenzado con anécdotas y cariños y que unió al canadiense con Granada, los versos lorquianos y el flamenco de los Morente.
Carbonell ha explicado a Efe que su familia, referente del flamenco, recupera el luto emocional tras la muerte de Cohen, al que ha descrito como “un caballero en la música y en la vida, un genio”.
La viuda de Enrique Morente ha recordado que cuando los dos artistas se conocieron “fue mágico, porque eran dos personalidades muy fuertes, muy sensibles, y de una elegancia especial” y ha confiado en que “juntos compondrán su música y nuevos temas allí arriba”.
Cohen llegó a Granada en 1986 para promocionar su participación en el disco “Poetas en Nueva York” dedicado a homenajear a García Lorca, el álbum en el que sonó por primera vez su “Take this waltz”, la adaptación del “Pequeño vals vienés” que le costó, según reconoció el artista, más de un centenar de folios tirados a la basura y una depresión.
Pocas semanas antes de aquella visita, abría las puertas el museo Casa Natal del autor de Yerma de Fuente Vaqueros (Granada), el primero destinado a ensalzar la figura del poeta y dramaturgo.
Su primer director, el poeta y periodista granadino Juan de Loxa, supo entonces que Cohen estaba en la ciudad de la Alhambra y le propuso visitar el nuevo museo, una “jornada muy emocionante” que vinculó aún más al canadiense con Granada, Lorca y su arte.
De Loxa ha recordado aquel 3 de octubre de 1986, cuando un Cohen “aparentemente tan serio, elegante con su traje oscuro como un lord”, se adentró en las mismas estancias en las que creció Federico para “brindar” con agua del pozo y plasmar en el libro de firmas el dibujo de una guitarra, con sus iniciales y las del autor de Yerma, atravesadas por una única flecha.
“Gracias por mantener su casa abierta”, puso en inglés Cohen antes de dejarse fotografiar junto al piano de la Casa Museo o contemplando la pequeña cuna del poeta.
“Le dejé solo y me quedé sorprendido cuando lo vi en el granero, frente a una imagen de Lorca, haciendo yoga, haciendo el pino, en una imagen que después me sorprendió en un escaparate un día que paseaba por la Quinta Avenida de Nueva York”, ha rememorado De Loxa.
El entonces director del museo lorquiano le regaló un disco de Morente con poemas de Miguel Hernández y sembró la semilla de lo que llegó después, una alianza eterna entre “seres irrepetibles que no mueren”.
“Le ponía a Morente canciones de Cohen y le decía que cuando tuviera la voz más ronca, podría cantar como él, y se reía a carcajadas con esa risa albaicinera”, ha recordado De Loxa.
El director del Patronato que gestiona el Museo Casa Natal y el Centro de Estudios Lorquianos, Alfonso Alcalá, ha detallado que el canadiense seguirá presente en sus actividades, como un motor más de los centros, para ejemplificar ese triángulo “mágico” entre Lorca, Morente y Cohen. María Ruiz
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