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Sastrería Cornejo, el negocio familiar que lleva un siglo vistiendo al cine y la televisión: de los trajes de Doctor Zhivago a las pieles de los Guardianes de la Noche

Rollos de tela en la Sastrería Cornejo.

Rocío Niebla

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La Sastrería Cornejo de Madrid cumple 100 años vistiendo al cine y al teatro. Parte del vestuario de películas como Doctor Zhivago, Shakespeare in Love, Gladiator, Los miserables, Vatel o Anna Karenina, así como los trajes de series como Juego de Tronos, Outlander, Velvet o Las chicas del cable fueron confeccionados por el equipo de más de cuarenta trabajadores de Cornejo, y ahora, guardado y listo para alquilar en otras producciones. La Sastrería Cornejo nació en la Cava Baja del barrio madrileño de La Latina, donde vivía Humberto Cornejo Arenillas, propietario de una pequeña colección de trajes que heredó y que alquilaba para los habituales bailes de máscaras entre la clase adinerada, además de como vestuario en teatros y zarzuelas. Hoy en día la tercera y la cuarta generación trabajan con una proyección internacional que les supone el 70% de la facturación.

Humberto Cornejo (nieto del fundador Humberto Cornejo Arenillas) nos cuenta que la andadura internacional de la sastrería arrancó en el año 57 con el rodaje en España de Orgullo y pasión, en el que tuvieron que confeccionar la ropa para Cary Grant, Frank Sinatra y Sophia Loren. Pero fue el magnate productor de cine estadounidense Samuel Bronston quien marcaría un antes y un después en esta humilde y modesta sastrería: “Bronston iba a rodar en Italia, en Cinecittà; España no tenía infraestructura para hacer cine, pero aquí se le ofrecieron facilidades como que el ejército interviniera como figuración gratis. Lo que fue definitivo es que Bronston era financiado por unos inversionistas que tenían el dinero aquí, y Franco no dejaba sacarlo, así que le convencieron para que lo sacara en forma de películas. Es por eso que vino a España a rodar y, aunque trabajaba con sastrerías italianas habitualmente, como el dinero había que gastarlo en el país, nosotros hicimos el vestuario de las cinco películas: Rey de reyes, El Cid, La caída del Imperio romano, 55 días en Pekín y El fabuloso mundo del circo”.

Humberto cuenta que para estas películas hicieron grandes cantidades de ropa y de muy buena calidad: “Yo creo que de 55 días en Pekín seguimos teniendo tres mil o cuatro mil chinos en el almacén. Y la ropa ‘de la caída’ ha estado en muchísimas pelis como, por ejemplo, en Gladiator. La ropa no se vende, se confecciona y se alquila, esto a la gente le sorprende. Sandy Powell se llevó el Oscar al mejor vestuario con Shakespeare in love y la ropa era reutilizada, es una práctica común”.

Cornejo ha trabajado en todas las películas del director Ridley Scott desde el 2000: “Por ejemplo, en la película Robin Hood aprovechamos la ropa de El Reino de los Cielos. Y ahora, en la que acaba de rodar Ridley que también es de sintonía medieval, hemos reaprovechado prendas. Y de eso es de lo que vivimos, del alquiler. La última vez que hicimos todo un vestuario nuevo fue en el 82, Conan el Bárbaro, con Arnold Schwarzenegger y eran otros tiempos”.

Gladiator y Shakespeare in love

En Cornejo pueden presumir de haber vestido a más de 400 personas por temporada de Juego de Tronos. El material más solicitado eran las pieles de cabra negras que cubrían los hombros de los Guardianes de la Noche, que había sido la ropa de los bárbaros en La caída del Imperio romano. Ese vestuario ha estado en Juego de Tronos, en Vikings, en Outlander, y en Willow. “En el 94 empezó mi locura por comprar ropa y tuve que convencer a mi padre”, nos cuenta Humberto Cornejo, “me lo llevé a París y vimos la ropa de la película La reina Margot, siglo XVI francés, tuve que pedir un crédito para comprar los 600 trajes, pero fue una inversión porque es una cinta de culto y vienen mucho buscando esos vestidos. Ahí estaban en la secuencia del baile en Shakespeare in love años después, por ejemplo. La siguiente compra fue en Malta, en Gladiator, que compré dos mil o tres mil romanos y fue muy importante para nosotros porque era la primera vez que se utilizaba fibra de vidrio para las corazas. Las que teníamos eran de metal o de cuero, pero ese material era ágil y no pesaba”.

Humberto Cornejo ha sabido rentabilizar estas compras y, de hecho, son muchos los vestuarios de largometrajes que ha adquirido a posteriori, como toda la ropa de El Perfume, El Príncipe de Persia o Maléfica.

Cornejo nos dice que las figurinistas (en su mayoría mujeres) que están contratadas por las productoras ya conocen lo que tienen en el almacén las sastrerías porque “el mundo del cine parece muy grande, pero es muy pequeño”. Las figurinistas serían las encargadas junto al director o directora de imaginar (crear o buscar) el vestuario adecuado a los tiempos históricos y estética de la película. “Nosotros por ejemplo estamos muy bien en Edad Media, en los siglos XV y XVI que era cuando dominaba la monarquía española. Pero estamos peor en la moda francesa de la corte de Luis XIV, mientras que la sastrería Angels de Londres es la primera en moda inglesa de todas las épocas, pero nosotros estamos mejor que ellos en Roma, porque tenemos todo el material de Gladiator. Otra de nuestras especialidades es el trabajo en piel”.

María González es parte del equipo de la sastrería y asegura: “No tenemos catalogado ni digitalizado todo el vestuario de nuestros almacenes, pero calculamos que de aquí podían salir vestidas más 500.000 personas, serían unos dos millones de prendas. El principal volumen de negocio se basa en el alquiler del stock de lo que ya ha sido confeccionado y empleado en cine o teatro. La ropa está colgada en perchas para que sea fácil verla, así que, en ocasiones vienen figurinistas o directores de arte a ver ropa específica de una época, de unos siglos, de unos países; o si no, hacemos sesiones de fotos y se las mandamos”. Es corriente que los figurinistas envíen documentación con lo que están buscando y, si Cornejo tiene algo que se acerca o encaja, se plantean venir a ver la ropa.

Pendientes de Astérix y Obélix

La ropa continuamente se arregla, se mete y se saca adaptándose a las tallas de los actores: “la talla de nuestro traje es la del último que se lo ha puesto, cuando los hacemos les dejamos ensanchas para que se puedan adaptar a diferentes cuerpos”. Lo fundamental en el control del stock es un orden riguroso por años o épocas y países, además de la memoria prodigiosa de los jefes de proyectos que dominan lo que guardan los almacenes.

Alfredo Martínez es uno de los encargados, lleva más de treinta y dos años trabajando en Cornejo y una de sus labores es hacer la selección del vestuario: “pueden pedirme que necesitan vestir a 40 personas de los años 20 con traje de día, por ejemplo, y yo busco y hago una propuesta. Tenemos que controlar mucha Historia e Historia de la Moda, nos apoyamos en libros y documentación”.

La sastrería Cornejo cuenta con un taller de vestuario de hombre, otro de mujer, uno especializado en sombrerería y otro en zapatería y cuero. “Y hay una persona especializada en resinas y materiales sintéticos para hacer corazas y utilería”, nos dice María González. La empresa familiar acoge a muchas familias dentro de la misma, cuenta Humberto Cornejo: “mis encargados son hijos de los encargados que trabajaron con mi abuelo y mi padre, el cortador es nieto del cortador de mi abuelo, mi cortadora es hija de una modista. La señora que lavaba con mi abuela la ropa, su hijo fue el encargado con mi padre, y ahora tengo tres hijos trabajando de ese encargado y un nieto, es decir bisnieto de la compañera de trabajo de mi abuela.”

Ahora mismo los sastres están confeccionado el vestuario para la ópera del Teatro Real Norma de Vincenzo Bellini que se estrena el 3 de marzo, también están trabajando con el parque histórico Puy du Fou que prepara para primavera dos espectáculos más (vikingos y medievales) y están a la espera de la llegada de los figurines de la nueva película de Astérix y Obélix, que sería la cuarta de la saga en la que colaboran. Aunque el alquiler es el negocio principal, los artesanos de Cornejo no paran de cortar, coser y crear. La maquinaria de vestir y montar vestuario de película no entiende de cierres de telones.

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