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Ausentes de los museos y dibujadas por ellos, ¿qué podemos aprender de la historia del arte?

'Vacances' (1936), Ramón Stolz Viciano.

Laura Julián

Valencia —

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La hipervisibilidad de la representación artística del cuerpo de la mujer a través de la mirada de los hombres y, a su vez, su ausencia como sujeto creador son las dos principales conclusiones evidenciadas en la exposición Històries, mirades, dones. Visions de la diferència, un proyecto propuesto por el Institut Valencià de Cultura para el Museu de Belles Arts de Castelló.

La muestra, comisariada por la crítica de arte Irene Gras, tiene dos objetivos claros: revisar todas las obras de la colección del museo bajo la perspectiva de género y construir “una nueva mirada más contemporánea e inclusiva” de sus fondos.

El Museu de Belles Arts de Castelló dispone únicamente de dos obras realizadas por mujeres, ambas adquiridas en los últimos 15 años pese a que en su colección hay piezas del siglo XII. Una cifra alarmante, sobre todo teniendo en cuenta que sus fondos reúnen más de 2.000 piezas. Esta revisión pretende también hacer “un llamamiento” para incorporar (y recuperar) nombres de mujeres.

El recorrido por Històries, mirades, dones, que se expondrá cuando reabra el museo, invita a la sociedad a reflexionar sobre el imaginario colectivo creado por los hombres artistas y los respectivos estereotipos generados sobre la figura de la mujer y su supuesta feminidad, trazando límites entre “el bien” (virgen, madre, esposa, amante) y “el mal” (prostituta, bruja, mujer fatal).

“Durante todos estos años, las mujeres nos hemos visto reflejadas en imágenes, en obras de arte, que no han sido hechas por mujeres. Nos hemos conocido a través de una mirada masculina y lo que esperamos es que eso se pueda romper”, explica la comisaria Irene Gras.

Para generar “nuevas miradas” decidieron seleccionar 300 piezas de la colección y analizarlas según cuatro bloques temáticos: la cosificación del cuerpo y la indumentaria de la mujer como instrumento de control, sobre todo a través del desnudo; la imagen de mujeres empoderadas, pero subordinadas a la figura masculina (ej. cuadros de reinas o aristócratas); el trabajo en el hogar y en ciertas profesiones; y, por último, los roles femeninos en el imaginario artístico como madres, musas y/o artistas.

“Son obras que nos enseñaban a ser amas de casa y madres o ser sexis, deseables, sugerentes, o que nos mostraban cómo debíamos vestirnos”, indica la crítica de arte. Por ejemplo, son habituales las imágenes de mujeres atendiendo las necesidades del hogar, de su esposo y de la familia, mientras el hombre continúa comiendo como representa claramente el cuadro Harmonia familiar (1903) de Antoni Peyró Mezquita.

En otra de las obras, Laparotomia (1898) de Vicent Castell Domenech, vemos un grupo de hombres médicos durante una operación, mientras una monja observa sin entrar en la acción. “En este caso ella está ahí porque es una mujer religiosa, de otro modo nunca le habrían dejado estar. La mujer quedaba relegada a trabajos manuales o casi siempre vinculados con el campo y la agricultura”, señala Gras.

El arte, igual que otras formas de expresión cultural como el cine, la publicidad o la literatura, han sido también difusores de cánones sexistas y patriarcales asumidos con aparente normalidad. “Es este conocimiento de nuestro pasado más reciente la constatación del difícil acceso de las mujeres a la creación plástica y del papel que la mujer ha tenido desde la mirada masculina, prácticamente en exclusiva y de una manera preeminente y nada inclusiva, igualitaria, democrática y humana”, explica la secretaria autonómica de cultura, Raquel Tamarit, en el catálogo de la exposición

Beatriz Guttmann y Mar Arza, las dos únicas autoras

La idea inicial de la muestra Històries, dones, mirades era recopilar las obras de la colección del museo realizadas por mujeres. Sin embargo, al encontrar únicamente dos autoras se decidió recorrer los fondos revisando el papel de la mujer en la historia del arte y estudiando la representación artística de la feminidad.

Pero, ¿cómo lo habrían hecho ellas? “Es curioso que justamente las dos obras de autoras mujeres no contienen ninguna representación femenina o, dicho de otra manera, en el resto de obras de la exposición el sujeto de representación es la mujer, mientras que en las obras que son realizadas por mujeres, no”, señala.

La primera obra pictórica, Columna salomónica de la artista multidisciplinar Beatriz Guttmann (Castelló, 1931-2014) “rompe con ese patriarcado que se ha regido durante mucho tiempo y le da forma de ovarios a una columna jónica”. “Su significado nos lleva a pensar cómo la artista intenta construir un nuevo lenguaje y erguirse ante la dominación masculina desde la antigüedad clásica, donde la mujer emerge y se yergue como base sustentante de la sociedad”, indica Gras en el catálogo. Esta pieza ni siquiera es una adquisición del museo. Fue una donación que realizó la propia autora a la institución en 2005.

Incís... III-IV de la artista castellonense Mar Arza (2013) sería por tanto la única pieza que ha adquirido el museo. Esta obra contemporánea, explica la crítica de arte, tiene un sentido “más poético” y “fluctúa entre el arte y la poesía a través de un papel rasgado que revela palabras y frases”. Esta imagen es un ejemplo de “la meticulosidad” del trabajo de Arza, una artista que combina varias técnicas “hasta encontrar un lenguaje totalmente propio, con un estilo inconfundible e identitario”.

Actualmente, Irene Gras está inmersa en una investigación a través de una beca del Consorci de Museus para recuperar autoras artistas. “Se ha hecho historia en Castelló porque es la primera vez que se hace una revisión con esta perspectiva a sabiendas de que el centro queda perjudicado, pero precisamente es para intentar paliar esta situación y que ahora se tenga conciencia por adquirir obras”, apunta.

La exposición, en la que ha trabajado también todo el equipo del museo de Castelló, es también un homenaje a las diversas facetas de la mujer a lo largo de la historia.

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