El abogado que ha devuelto el pasaporte a miles de personas sin nacionalidad tras el fin de la URSS
Millones de personas existen físicamente, pero no sobre el papel. En un pequeño documento, un número de identificación ante un Estado, se recoge el derecho a existir: sin nacionalidad, es imposible acceder a la educación, trabajar legalmente, visitar al médico, desplazarse, votar o abrir una cuenta bancaria. El abogado Azizbek Ashurov conoce bien los obstáculos de vivir como apátrida, pero también la estrategia para recuperar un pasaporte. Este verano, su país, Kirguistán, se convirtió en el primero del mundo en acabar con la apatridia, en gran medida gracias a su labor, por la que ha recibido este lunes el Premio Nansen de Acnur.
“Fue mi propia experiencia la que me motivó a ayudar a las personas sin Estado”, relata a eldiario.es en una entrevista telefónica. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, él y su familia se mudaron desde Uzbekistán a Kirguistán, y tuvieron muchas dificultades para ser reconocidos como ciudadanos de recién creada república.
Su historia es una más en Asia Central y en concreto el Valle del Ferganá -que agrupa parte de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán-, una de las regiones con más casos de apatridia. Debido a la desintegración de la URSS, cientos de miles de personas que llevaban décadas moviéndose libremente por el territorio se vieron con un pasaporte soviético sin validez o con la imposibilidad de demostrar su lugar de nacimiento ante los nuevos Estados.
“Es muy complejo”, dice tras ser preguntado por los responsables de la situación, que en cada lugar nace de un contexto social y político determinado: Myanmar, Kuwait, Costa de Marffil, Tailandia, Irak y República Dominicana son algunos de los países con más personas apátridas, según datos del Alto Comisionado para las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Para acabar con el problema, dice Ashurov, se necesita “voluntad política y cooperación abierta con la sociedad civil e internacional”. Fue en 2003 cuando comenzó a ayudar a las más de 13.000 personas apátridas que existían en Kirguistán, a través del impulso de la organización Abogados sin Fronteras del Valle del Ferganá.
Acabar con la apatridia en cinco años
“En 2014 creamos equipos móviles que ofrecían ayuda legal, en colaboración con el Gobierno kirguís y la ONU”, cuenta. “Viajamos a áreas rurales y remotas, utilizando caballos o vehículos blindados cuando se trataba zonas de difícil acceso”. Al principio, cada equipo registraba entre 30 y 40 casos por día. Resolver cada uno de ellos ocupaba varios meses, pues implicaba preparar un gran número de documentos y abrir largos procesos legales.
“Casi vivíamos en la oficina”, bromea el abogado. “El pasaporte no es solo un papel, es un documento que te cambia la existencia, y por eso pusimos todo nuestro nuestro esfuerzo”, remarca. Los resultados se hicieron patentes en solo cinco años: el pasado mes de julio tuvo lugar una ceremonia en Bishbek, capital de Kirguistán, en la que 50 personas apátridas, entre ellas 15 niños y niñas, se convirtieron oficialmente en ciudadanos tras recibir sus certificados de nacimiento y pasaportes.
Para Ashurov, todos los casos son especiales. “Solamente por cambiar positivamente una sola vida merece la pena todo el tiempo invertido”. Aunque recuerda especialmente uno de los últimos, el de una mujer que había dejado su hija recién nacida en el país vecino porque no quería registrarla en Kirguistán.
“La apatridia divide familias”, constata. 25 países todavía mantienen leyes que niegan a las mujeres el derecho a transmitir su nacionalidad a sus hijos e hijas en igualdad de condiciones con los hombres, lo que las hace especialmente vulnerables. “Trabajamos lo más rápido posible en el caso, y fuimos testigos de cómo ambas se reunían por fin en la frontera”.
Ashurov ha recibido el Premio Nansen en un ceremonia celebrada en Ginebra este lunes. Los 150.000 dólares ligados al galardón serán invertidos en la continuación del desarrollo del sistema creado en Kirguistán. “Aún tiene fallos”, apunta. También buscará exportar su experiencia a otros Estados de la región: solo en Uzbekistán todavía existen 80.000 personas apátridas. En el mundo, 12 millones de personas viven sin nacionalidad, una cifra que podría no ser exacta. Se trata de una realidad difícil de cuantificar, advierte Acnur.
“Intento utilizar cada ocasión para dar voz a estas personas, crear conciencia sobre este problema ante el mundo”, resalta el abogado kirguís, quien dice sentirse muy afortunado por haber visto reconocida su labor.