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Coronado, el pintor guatemalteco perseguido por las maras que consiguió asilo en Estados Unidos con la llegada de Biden

Melvin Coronado pintando 'El valentismo'.

Sarah Yáñez-Richards

Nueva York —
30 de abril de 2021 22:27 h

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Melvin Coronado cuenta a través de sus coloridas pinturas cómo consiguió el sueño de miles de centroamericanos, cruzar la frontera de los Estados Unidos legalmente con la llegada del presidente Joe Biden. Este joven de 22 años se fue de Guatemala dos semanas después de aparecer en los periódicos por haber sobrevivido a un tiroteo de pandilleros que le dejó marcado el cuerpo con seis disparos, pero una vez en la frontera la administración del expresidente Trump le denegó el asilo dos veces alegando que no podía mostrar un “temor creíble” en su país de origen.

El valentismo es una de sus últimas obras. Lo que más llama la atención de esta pieza son dos grandes ojos que miran hacia arriba. Coronado, quien pintó su primer cuadro en el refugio de la frontera donde vivió un año y siete meses, cuenta que las personas que han pasado por grandes obstáculos se vuelven más valientes y consiguen poner su mirada “en lo más alto” y brillar gracias a la alegría de sus corazones.  

Este guatemalteco intentó cruzar Río Grande junto a su hermano en agosto de 2019 pero fue detenido y devuelto a Matamoros (México) según la política de Protocolos de Protección a Migrantes (PPM), conocida comúnmente como “Permanecer en México”. Es decir, una medida que obliga a las personas que piden asilo a Estados Unidos a permanecer al sur de la frontera en espera de sus audiencias de inmigración.

Coronado, al igual que miles de personas que se encontraban en la misma situación, se quedó en un refugio cerca de un puente que une los dos países. Recuerda que durante el primer año las comodidades eran escasas: no había agua potable y los baños compartidos eran insalubres.

Secuestrado durante seis días por un cártel mexicano

Fue en Matamoros donde descubrió el amor por la pintura, pero también donde sufrió otro traumático momento de su vida, un secuestro de seis días. La fuente de ingreso de estos dos jóvenes era el dinero que le mandaba su padre, quien vive en Estados Unidos. Un día el local al que iban a recoger las transferencias que su padre le mandaba no tenía conexión, por lo que los hermanos decidieron ir a otro local más alejado del refugio. “En el transcurso del camino se nos atravesó un carro, nos cegaron y nos subieron de a uno en un auto”, cuenta Coronado.

“Le pidieron demasiado dinero a mi papá, sobre todo porque es el único que teníamos en ese entonces allí (en Estados Unidos). A él le tuvieron que pedir una fuerte cantidad de dinero, no sé exactamente cuánto, para que nos pudieran liberar”, dice.

Tras recibir la cantidad exigida los miembros del cártel mexicano liberaron a los guatemaltecos, no sin antes amenazarlos de muerte si los volvían a ver por esa zona de la ciudad fronteriza. Regresar a Centroamérica no era una opción para él, pues sabía que si volvía cabía la posibilidad de que el pandillero que le acribilló a balazos intentase “terminar el trabajo” que empezó.

En su ciudad, Quetzaltenango, había tenido varios encontronazos con las maras. Según él, se enfrentaban a él por sus creencias cristianas. “No todas las personas donde vivimos están de acuerdo con el cristianismo, las pandillas no se abocan mucho a eso”, dice Coronado, quien recuerda que más de una vez, a la salida de misa, miembros de las maras se acercaron a él para ofrecerle alcohol.

No obstante, la noche que le acribillaron no vio al atacante. “Tengo una (cicatriz) en la oreja, otras en los dos brazos, dos en el pecho y otra en la rodilla. Las dos en el pecho fueron las más graves, ya que se me llenaron los pulmones de sangre”, relata.

Pese a que han pasado casi dos años, Coronado nunca pinta sobre esa experiencia, pues dice que la “herida” aún está demasiado “fresca”. De lo que sí pinta es de su paso por el campamento, ha creado obras en las que se ven las coloridas carpas y los residentes paseando con las mascarillas puestas.

Fue en el refugio donde pintó y vendió su primer cuadro. Un día una voluntaria que trabajaba en el campamento le dio una hoja de papel y un lapicero. “Cuando ella se iba a retirar del campamento le regalé un dibujo de una rosa. Fue entonces cuando le comentaron a Felicia (Samponaro, directora de la ONG Sidewalk School) que yo podía pintar”.

A partir de entonces le empezaron a abastecer con material y empezaron a vender sus obras a través de Etsy -página web en la que artistas de todos los campos venden sus obras-. Ahora, desde Maryland, hará su primera exposición virtual a través de Facebook Life.

La historia de Melvin “no fue un hecho aislado”

Samponaro no solo ayudó a Coronado a encontrar su vocación, sino también a luchar por su petición de asilo. “El sistema estadounidense le negó (asilo) dos veces a Melvin, dijeron que no podía probar un temor creíble. Lo querían enviar a su país de origen, donde casi muere y lo regresaron a Matamoros, donde casi murió por el cártel”, señala la activista.

“La gente necesita saber que la historia de Melvin no fue un hecho aislado durante el mandato de Trump. Él le negó la solicitud de asilo a miles y miles de personas. Y Biden solo les está dando otra oportunidad”, dice la directora de la ONG.  

El año pasado Trump llevó al máximo el endurecimiento de las políticas migratorias y suspendió el sistema de asilo. Pero los migrantes no dejaron de llegar empujados por la crisis climática, la violencia, el desempleo y la pobreza.

En sus primeros días de Gobierno, Biden anuló algunas de las medidas de su sucesor. Ahora los menores, así como los niños de menos de seis años acompañados por sus padres, pueden procesar su solicitud de asilo dentro de los Estados Unidos. El trámite también es válido para los cientos de refugiados que se encontraban en el refugio durante la frontera y tenían un caso activo de petición de asilo.

Sergio Cordova, uno de los coordinadores de la ONG Team Brownsville, explica que diariamente recibe entre 100 y 200 personas. “Desde que el presidente Biden quitó la ley de PPM, que obligaba a esperar en México, empezaron a entrar las personas y empezamos a ver que los números subieron”.

Más de 171.000 personas, la mayoría centroamericanos, fueron detenidas por la patrulla fronteriza en marzo. Es la cifra más alta registrada en un mes desde 2006. Asimismo, la llegada de menores sin acompañantes también son récord, más de 18.000 niños y adolescentes han cruzado la frontera solos.

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