“Si mis hijos hubieran sido israelíes, ¿qué habría hecho el mundo?”
Finaliza otra guerra y de nuevo una madre, Om Ali, llora la pérdida de sus hijos. Perdió un hijo durante la segunda Intifada y otro durante la primera guerra en Gaza en 2008. En esta tercera guerra ha perdido a dos, Ahmed de 11 años y Walla de 15. La historia de la muerte de Ahmed guarda un agónico y largo desenlace.
“Estábamos refugiados en una escuela y un día nos dijeron que de nuevo había un cese el fuego, así que mis hijos Ahmed y Walla me preguntaron si podían ir a casa a coger ropa. Yo les dije que no, que no fueran porque el cese el fuego no parecía muy seguro”, explica Om Ali.
El decimonoveno día de la guerra se anunciaba el segundo alto el fuego que entraba en vigor a partir de las 8 de la mañana. Muchas personas aprovecharon para ir a buscar a sus casas evacuadas o destrozadas algo más de ropa, mantas o utensilios para cocinar. Ahmed y su hermana Walla, al ver que la gente salía de sus refugios, desobedecieron a su madre. Salieron del colegio de la UNRWA donde se refugiaban desde el primer día de la operación terrestre, al este de la ciudad de Deir al-Balah, y marcharon por el Valle de Salqa hasta su casa.
“Al pasar las horas y ver que mis hijos no estaban en la escuela, envié a mi hijo mayor Mahmud a buscarlos –dice la madre–. Pero cuando se dirigía hacia ahí se oyó una explosión y los vecinos le dijeron que el Ejército israelí había bombardeado la zona”.
“Yo llegué corriendo pensando lo peor –relata Mahmud–. Cuando llegué a un kilómetro de casa vi cómo la gente huía de nuevo hacia el oeste de la línea verde y vi a mi hermana Walla hecha pedazos. No vi a mi hermano Ahmed por ninguna parte. Varias personas me dijeron que habían visto cómo después del ataque los soldados lo habían metido en un tanque”.
Una penosa búsqueda
La familia al-Qayed se ve obligada a pasar cada día por el lugar donde los menores fueron asesinados. El padre sigue recogiendo trozos de ropa, pelo, cuero cabelludo y otros restos del cuerpo de su hija que salieron despedidos y quedaron colgados por los árboles. En los postes metálicos de las primitivas vallas se seca, bajo el sol abrasador, la sangre de sus hijos.
“Un día después del asesinato encontramos el brazo de Walla aquí. Mira, aquí está su sangre y estos restos pequeños son su carne”. Cuenta el padre mientras los mete en una bolsa de plástico, negando con la cabeza algo que nunca podría haber imaginado que sucediera.
Durante los días de alto el fuego, las tropas israelíes se retiraban del terreno de la Franja aunque no de forma completa. Las condiciones eran claras: no disparar contra la población civil. Sin embargo, los israelíes dejaron claro que ellos abrirían fuego si estimaban que la situación así lo merecía.
“Mis hijos solo estaban trayendo ropa de casa – denuncia la madre–. Habían llegado a casa, cogido ropa y ya volvían a la escuela donde estábamos. Y entonces, por el camino, un drone israelí les bombardeó. Los soldados vieron a los niños perfectamente, estaban en los tanques, escondidos entre los árboles y la maleza. Los habían visto y sabían que eran niños. A pesar de eso los bombardearon con un dron. Walla quedó hecha pedazos y Ahmed herido, según nos dijeron varios testigos”.
Mahmud volvió a la escuela con la noticia del secuestro de Ahmed. Rápidamente, los padres se pusieron en contacto con las autoridades de Gaza, organizaciones de Derechos Humanos y con la Cruz Roja Internacional.
“La gente de la Cruz Roja nos dijo que los israelíes les habían informado de que Ahmed estaba fuera de la Franja de Gaza, en el hospital Ofer, pero no hay ningún hospital que se llame así – explica Om Ali–. Después me llamaron y me dijeron que no estaba en Ofer sino en Beersheva, en Israel”.
Trece días después, la Cruz Roja informó a la madre de que en breve hablaría con su hijo por teléfono. “Esperé tres horas. Me dieron esperanzas de que mi hijo Ahmed iba a hablar conmigo, de que estaba vivo. Al final, la Cruz Roja me llamó desde Jerusalén transmitiéndome el mensaje de la ocupación israelí: Ahmed ha sido entregado al hospital Shifa en la ciudad de Gaza”.
Los padres de Ahmed fueron lo antes posible al hospital Shifa. Los médicos les llevaron, efectivamente, hasta donde estaba Ahmed.
“Encontramos a mi hijo en el depósito de cadáveres. Muerto. Tenía heridas en su cabeza y su costado”. Dice Om Ali con lágrimas en los ojos, pero sin perder la compostura. “Los niños no tienen la culpa de lo que nos está sucediendo. ¿Dónde está todo el mundo que habla sobre los derechos de los niños? ¿Dónde están los Estados Unidos que hablan en Ginebra sobre los derechos de los niños? Si mis hijos hubieran sido israelíes, ¿qué habría hecho el mundo? Cuando un solo niño israelí es herido, no quiero decir disparado, ¿el mundo permanece callado?”.
Búsqueda de justicia
El ministro de Justicia del Gobierno de Unidad Nacional palestino y el fiscal general de Gaza han presentado oficialmente el caso de Ahmed a la Corte Penal Internacional a través del abogado francés Gilles Dévers, conocido por haber presentado una demanda junto a un grupo de abogados contra los crímenes de guerra cometidos por Israel en la franja de Gaza durante la guerra de 2008/9.
“No es la primera vez que documentamos crímenes israelíes –detalla Ismaíl Yaber, fiscal general de Gaza-. Lo hicimos ya durante la guerra de 2008/9. Esta vez lo destacado es presentar un caso frente a la Corte Penal Internacional. Gilles Dévers está actualmente haciendo los trámites necesarios. Abrir este caso no depende de la firma del Estatuto de Roma, ahora mismo en proceso. Esto es otro tema. Nosotros estamos presentando este caso a través de otra vía jurídica, como individuales, y el caso está avanzando”.
Diversos grupos de Derechos Humanos trabajan ahora sin descanso sobre el terreno para documentar y registrar casos que, como el de Ahmed, supongan una clara violación de las leyes y los convenios internacionales. Durante los cincuenta días que duró esta guerra, más de 560 menores palestinos murieron en bombardeos israelíes y más de 3.000 resultaron heridos.
“Yo quiero decir algo a todos los pueblos del mundo y a Netanyahu –declara Om Ali–. Nuestros niños sufren durante el bloqueo, durante las guerras... Si matan cada día a niños, cada día nacerán mil. Tenemos que vencer y venceremos a pesar de todo, con nuestra determinación, nuestra fuerza y la ayuda de Dios”.
Según estadísticas del Ministerio de Sanidad de Gaza esta tercera ofensiva militar israelí contra la Franja ha acabado con la vida de al menos 2.144 palestinos. A pesar de la guerra, las mujeres palestinas han logrado dar a luz a alrededor de 4.000 niños.