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ENTREVISTA | Catalina Gayà

“El Mediterráneo es un mundo de explotación de marineros de países en desarrollo”

Catalina Gayà, autora de "El mar es tu espejo". Imagen cedida.

Icíar Gutiérrez

18 de febrero de 2017 19:52 h

Para la periodista Catalina Gayà –nacida hace 41 años en Mallorca–, el mar Mediterráneo siempre había sido cercano, de color turquesa. Entonces conoció la realidad de los trabajadores de los barcos que, con la crisis económica, habían sido abandonados en los puertos. Su “existencia desesperada” de sueldos atrasados, atrapados en un puerto sin poder volver a sus países y donde apremia la escasez de comida y combustible para calentarse, tiñó de gris ese mar que nunca había dejado de ser azul. 

En 2009, cuando comenzó su segundo libro, El mar es tu espejo, editado por Libros del K.O., se calculaba que había unas 500 tripulaciones abandonadas en el Mediterráneo. Gayà reconoce que es difícil contabilizarlas, pero el esquema se repite. Las empresas marítimas quiebran y los marineros, asegura, “se convierten en náufragos” en una maraña de sociedades formada por los propietarios, los armadores (encargados de la explotación comercial) y los Estados cuya bandera ondea en los barcos. Todos les dan la espalda. 

“El 92% de las cosas que tenemos en tierra nos lo traen estos barcos. La historia de la globalización empieza en el mar y nosotros somos partícipes de ello. Lo que le estaba pasando a esta gente en 2009 estaba empezando a pasar en tierra: el abandono de su propio mundo, la existencia de unas nuevas reglas que desconocían”, explica la autora del libro, que sale a la venta el 20 de febrero.

Desde Ceuta hasta Estambul, en El mar es tu espejo la periodista recorre varios puertos para visitar barcos abandonados y narrar historias como la de Faisal, al que conoció por casualidad. Fue el encuentro con este marinero paquistaní que pasó meses solo, “a merced de la locura” y sin dinero ni para cigarrillos, en un viejo buque de carga en el puerto de Barcelona, lo que le llevó a embarcarse en este mundo que le era ajeno, a convertirse en “la mujer que escucha a los marinos”.  

Hábleme de Faisal.

La historia de Faisal es la sorprendente, nos lleva al mundo desconocido del abandono. Fue un encuentro muy extraño por la historia que implicaba y porque vivo a diez minutos del puerto de Barcelona y este señor había estado 19 meses en un barco y yo, que me dedicaba a la crónica urbana, no sabía nada. Fue un toque de atención a mi propia manera de narrar la ciudad. Lo conocí cuando ya estaba en tierra. Con él viví el enfado ante la mentira y por sentirse abandonado por todos. Recuerdo el día que se decidió a conocer Barcelona después de casi dos años. Caminando él me reconoció el tiempo perdido, ese limbo en el que había vivido.

¿Qué significa para una tripulación ser abandonada?

La persona entra en un estado de letargo, como una especie de somnífero que produce que no termine de entender qué esta pasando. El mundo marítimo ya no funciona con las mismas reglas y no pueden apoyarse en lo que habían creído. Cuesta entender por qué no se van, pero no es tan fácil. Tienen una relación orgánica con su barco y muchos son la base de la economía en sus familias y tienen que llevar dinero a sus casas.

¿Qué denominador común tienen todos los marinos abandonados?

Les une la humanidad. Son hombres muy formados en su profesión, hay gente que te cita a El Quijote o a Moby Dick. He conocido a seres muy reflexivos y, en todos ellos, la humanidad que a veces perdemos de vista. Personas con un gran amor por su trabajo. También he encontrado muchos valores y también el tiempo, no sabemos la cantidad de horas que está un marino en el mar. Les une la espera, es como si les hubieran robado el calendario de sus vidas.

Suelen proceder de países donde no tienen tantas oportunidades en tierra.

Es una economía descarnada. Los contratan en países en vías de desarrollo por sueldos mucho más bajos que a los marinos británicos, alemanes o españoles. Vienen sobre todo de Filipinas, el gran productor de marinos, gente muy experimentada y muy buena. También de Indonesia. Ellos son conscientes, se reían de la situación y se preguntaban en qué momento les reemplazarán los chinos. Conocí tripulaciones donde los oficiales italianos y los marineros son indios, y ellos me han hablado de la diferencia de sueldos y de derechos laborales. Es un mundo de explotación. 

Llama la atención la historia de Alí, un joven turco que soñaba con completar sus estudios de Náutica en Europa y terminó abandonado en Ceuta.

Con la tripulación turca de Ceuta empecé a entender la situación y me sentí parte. Alí es la historia de las fronteras, de la pérdida, la juventud y la ilusión de alguien que piensa que va a embarcarse en Europa. Está en la universidad, se paga unas prácticas y acaba abandonado junto al resto de la tripulación en un puerto en África, que le dicen que es España, pero él no entiende nada. 

¿Cuál es la historia que más le llegó?

La de Civitavecchia, una ciudad italiana (a 80 kilómetros de Roma). La tripulación estaba formada por búlgaros y ucranianos en un barco que estaba perdido, en un muelle alejadísimo. Ves la desigualdad por haber nacido en un lugar determinado. Fui consciente de la diferencia de haberte formado en la antigua Unión Soviética, antes de que llegara el capitalismo salvaje.

El capitán de ese barco se había lanzado otra vez a la mar porque con su pensión no le llegaba. Otro marino, 'el mago', igual: antes era maestro en tierra y regresa al mar, en el que trabajó en su juventud, porque no llega a final de mes. Es la historia de todos. Todas las personas del libro forman una historia coral, que era el gran reto del libro.

En el libro incide mucho en que usted es una mujer que se introduce en un mundo de hombres.

Fui muy bien recibida. Era una mujer rara para ellos, porque nunca nadie se había interesado en estas historias yendo a los barcos, era algo desconocido entonces. Muchas veces me pregunté quién era yo. Me reconozco como feminista y fui muy consciente de que estaba viendo lo que ocurría como mujer, pero a la vez me estaba convirtiendo en alguien invisible para contarlo. Es una transformación que viví yo, pero solo tengo buenas palabras para los marinos, me abrieron sus historias y entendieron que estuviera allí. 

También conoció a una almirante británica en Gibraltar.

Me gustó Annabel, es una mujer muy práctica. Todo pasaba por ella, se maneja entre los capitanes. Un día decidió empoderarse y llegar a ser la admiralty mashal. Se fue a Londres y trabajó como crupier para pagarse la carrera. Es una mujer fuerte en un mundo donde se necesitan mujeres fuertes.

¿Por qué desconocemos en tierra lo que sucede en el mar?

No conocemos muchas cosas. Primero, porque no interesa que se sepa. Después, porque hay que ir a buscarlo. Si buscas, lo encuentras. En el periodismo a veces hemos dejado de contar lo invisible que explica cómo vivimos. Pero respeto mucho la profesión periodística. Cuando empecé esta narración coincidía con ese momento en el que los periodistas nos paramos para cuestionar lo que estábamos haciendo.

¿Han actuado los Estados para evitar que haya tripulaciones abandonadas?

Ponerse de acuerdo sobre qué hacer con ellas ha costado bastante, pero en 2017 se pondrá en marcha a nivel internacional el apartado de abandono del Convenio sobre el Trabajo Marítimo. Habrá una compensación económica, el país de la bandera de conveniencia (de otro país que no es el propietario), tendrá que hacerse cargo de un seguro al que podrán recurrir los marinos, sobre todo para las repatriaciones. Hay que estar ojo avizor. Ha habido un cambio a nivel legislativo, aunque hay gente que ha sufrido por el camino. Yo espero que estas historias caduquen.

Eligió un verso de Baudelaire para el título, “el mar es tu espejo”. ¿Qué refleja?

Refleja una tragedia. Abandonar a esta gente es abandonarnos a nosotros mismos. Refleja que la economía ha abandonado a las personas. Pero, al mismo tiempo, refleja que la persona es dueña de sí misma y es capaz de decir 'basta, por ahí no voy'. En el libro también hay algunas historias de quien no quiere participar en esto, son un canto a la esperanza.

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