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Tabaco sin combustión y cigarrillo electrónico: tan parecidos, tan distintos
La progresiva introducción en España del llamado “tabaco sin combustión” ha cambiado el panorama en los estancos, donde se entremezcla con los productos tradicionales y los cigarrillos electrónicos frente a un consumidor poco acostumbrado a los cambios.
En un sector de marcado carácter tradicional, la aparición de estos “nuevos productos del tabaco”, por los que apuestan tres de las cuatro grandes multinacionales a nivel mundial, supone una revolución -aún en ciernes- y un desafío a nivel normativo, sanitario y fiscal.
Frente al pitillo de toda la vida, tanto el “tabaco sin combustión” como los “e-cigarettes” funcionan a través de un dispositivo electrónico, su principal semejanza entre estos dos productos, que también se parecen en la ausencia de humo como tal.
Por el contrario, su mayor diferencia es que los cigarrillos electrónicos no llevan tabaco y necesitan de un líquido -en España, más del 90 % de las ventas son líquidos con nicotina-, en contraste con el “tabaco sin combustión”, que contiene tabaco en hoja.
Mientras que algunos estanqueros y representantes del sector del tabaco ya hablan de “confusión” entre ambos por estas similitudes, otros miembros de la industria y portavoces de los vapeadores -como se conoce a los consumidores de “e-cigarettes”- difieren del diagnóstico, aunque reconocen que las dudas pueden darse entre el público general no consumidor de estos productos.
“El consumidor de cigarrillos electrónicos en nuestro país está muy fidelizado, sabe qué productos y líquidos quiere, por lo que tiene muy clara la diferencia”, afirma en declaraciones a Efeagro el presidente de la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo, Arturo Ribes.
El “tabaco sin combustión” (en inglés “heat not burn”) llegó a España en el último trimestre de 2016 a través del dispositivo Iqos de Philip Morris, fabricante de Marlboro, que por el momento es el único que comercializa este tipo de producto en el país.
Con un coste aproximado de 70 euros (más los 4,85 euros que cuesta cada paquete de 20 mini cigarrillos), el Iqos calienta el tabaco a unos 300 grados, pero no llega a quemarlo, lo que evita la combustión y la producción de humo y ceniza.
Según los estudios de la compañía, esta ausencia de combustión permite reducir en más de un 90 % los niveles de compuestos nocivos del cigarrillo tradicional, una tesis que la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU ya analiza.
Desde Philip Morris -que no facilita datos de venta- han explicado que comenzaron a venderlo en España a través de su propia red de comerciales con entrevistas “uno a uno” para informar del producto, y desde principios de 2017 lo están comercializando también en estancos y algunos centros de El Corte Inglés.
Tanto British American Tobacco (BAT) como Japan International Tobacco (JTI) han apostado igualmente por este tipo de “nuevos productos del tabaco” y se especula con su próxima llegada a España.
Por el momento, la única de las grandes tabaqueras que se mantiene al margen es Imperial Tobacco (Altadis).
No obstante, las cuatro a nivel mundial tienen una línea de negocio dedicada al sector del cigarrillo electrónico.
Donde existe una disparidad total en España entre unos productos y otros es en materia fiscal: mientras que el 78 % del precio de una cajetilla de cigarrillos corresponde a impuestos, el porcentaje baja a más del 45 % en el caso del “tabaco sin combustión” y al 21 % -sólo por el IVA- en los cigarrillos electrónicos.
La novedad de la llegada del “tabaco sin combustión” también tiene implicaciones sanitarias, con el debate del anteproyecto para modificar la “ley antitabaco” de 2005 a la vuelta de la esquina.
Desde el Ministerio de Sanidad han apuntado a Efeagro que a estos nuevos productos del tabaco se le aplican las mismas medidas contra el tabaquismo que al resto en cuanto a venta, promoción, publicidad y espacios donde se prohíbe su consumo, al contrario que los cigarrillos electrónicos, que sí están permitidos por ejemplo en bares y restaurantes (si éstos no indican lo contrario).
Pese a que Sanidad reconoce que éstos “reducen el riesgo, al no emitir humo con partículas tóxicas” procedentes de la combustión del tabaco, sí generan “un aerosol en cuya composición existen sustancias y partículas nocivas o potencialmente nocivas para la salud”.
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