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El bloqueo de Holanda y sus aliados calienta la cumbre europea de la reconstrucción y la pone en riesgo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el primer ministro holandés, Mark Rutte, este sábado en Bruselas.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
18 de julio de 2020 01:44 h

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Llegaron a las diez de la mañana y se levantaron a las once y media de la noche. Encerrados, los 27 líderes de la UE, para discutir sobre el fondo de recuperación para salir del descalabro económico y social del coronavirus, y también sobre los presupuestos de la UE para 2021 y 2027. Y en ese primer día han terminado como llegaron: sin acuerdo. Y se necesita de unanimidad: es decir, basta con un solo líder para bloquear la negociación.

Es verdad que este viernes por la mañana tanto el primer ministro holandés, Mark Rutte, como la canciller alemana, Angela Merkel, constataban las “grandes divisiones” y la “dificultad de las negociaciones”. Efectivamente, la negociación es compleja. Si ya es habitual que se necesiten varias reuniones para acordar el Marco Financiero Plurianual –el presupuesto de la UE–, porque se discute todo: su tamaño, las aportaciones de cada país, lo que se recibe, dónde se destinan las ayudas, a qué sectores, si ha de ir para agricultura o para la transición digital, etc... A esa negociación para repartir más de un billón de euros a lo largo de siete años, se ha sumado el fondo de recuperación de 750.000 millones, 190.000 de los cuales se añaden a programas del marco financiero. 750.000 millones en una arquitectura inédita en la UE: financiados con deuda que la Comisión emite en los mercados y cuyo repago se prevé hacer con nuevos recursos propios comunitarios –tasa digital, impuesto al carbono, a las multinacionales, a los plásticos de un solo uso...–.

En principio todos los integrantes de la sala han aceptado ya este nuevo mecanismo. Pero es en lo único que están de acuerdo. Porque los autodenominados frugales –Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca– más, en algunos casos, Finlandia, discuten todo lo demás: el volumen del fondo, la proporción entre préstamos –250.000 millones– y subvenciones –500.000– y el monto del presupuesto plurianual –1,074 billones que querrían rebajar a 1,050–.

De entre ellos, los más extremos están siendo el propio Rutte y el canciller austriaco, Sebastian Kurz. Rutte, a la salida de la primera jornada de la cumbre, a medianoche, ha reconocido: “El ambiente se ha ido volviendo más agrio a lo largo del día, y eso no es buena señal”. ¿Y por qué? Porque el primer ministro holandés, como él mismo asume, se está quedando solo en dos argumentos fundamentales: que se requiera unanimidad para desembolsar cada partida del fondo, porque eso lo haría muy poco operativo en un momento de urgencia por los más de 180.000 muertos en Europa por el coronavirus y el desplome económico. Y en que el dinero no sólo vaya vinculado a reformas –“del mercado laboral y las pensiones”, ha confirmado este viernes–, sino que no desembolse hasta que esas reformas se hayan verificado. “Crecía la irritación en el resto”, admitía Rutte.

El mismo canciller austriaco, quien durante la cena tuiteaba que su gobierno “rechaza muy claramente” la propuesta de un fondo de 500.000 millones en subvenciones: “Nuestra demanda central es que no debemos terminar con una unión de deuda a largo plazo. Por supuesto, queremos mostrar solidaridad, pero también tenemos en mente los intereses de los contribuyentes austriacos. Por lo tanto, nuestra posición es que rechazamos claramente la propuesta actual para el fondo de recuperación, que prevé transferencias por valor de 500 000 millones de euros”.

Horas antes, por la mañana, Kurz lanzaba el siguiente mensaje a los países del sur: “La pregunta relevante no será en unos años si se tardó una semana más o menos en llegar a un acuerdo. La pregunta relevante será: ¿realmente se ha ido el dinero a donde queríamos? Se trata de para qué se usa el dinero. Y si el dinero no se usa para invertir en el futuro, si no va de la mano de las reformas necesarias en países que tienen sistemas rotos o problemas importantes, entonces se esfumará. Eso es lo que importa. Y deberíamos centrarnos en eso”.

Y si no se mueven Holanda ni Austria, la cumbre fracasará este fin de semana. “Estamos en un momento difícil de las negociaciones, en un punto muerto sobre el asunto de la gobernanza del plan de recuperación. Estamos esperando saber si hay salida”, explicaba una fuente diplomática el viernes por la noche“.

A última hora de la noche comenzó a circular un supuesto borrador del presidente del Consejo Europeo para intentar desbloquear la situación. Una fuente diplomática intuía que Rutte podría necesitar una salida para reforzar la condicionalidad de las reformas y así abandonar el enroque sobre la unanimidad para los desembolsos. Pero la propuesta de Michel, en esa línea, no pareció convencer al primer ministro holandés.

La idea de Michel, según el Financial Times, consistía en que las decisiones sobre los pagos del fondo de recuperación se suspenderían si no hubiera “consenso” entre los gobiernos: si un número no especificado de Estados miembros ha razonado la oposición a un plan nacional de recuperación, o la consecución de los objetivos según lo evaluado por la Comisión Europea, no se pueden realizar pagos hasta que el Consejo Europeo “aborde satisfactoriamente el asunto”. Se trata de darle a Rutte una suerte de freno de emergencia que pueda vender en su país en la confianza de que nunca se vaya a usar. Pero, aun así, los holandeses reclaman que el freno debería activarse con la mera oposición de un solo Estado miembro, y que los pagos deberían detenerse hasta que el Consejo Europeo emitiera sus conclusiones.

“En la unanimidad no estaríamos dispuestos a ceder”, dicen fuentes españolas, “la unanimidad no la quiere nadie. Países Bajos está solo. Ni siquiera el resto le apoya”. Los principales asuntos de debate dentro de la sala han sido: el volumen del presupuesto plurianual –1,074 billones que los frugales quieren que pase a 1,050–; la necesidad de recursos propios para el repago de la deuda; los rebates –compensaciones económicas para los contribuyentes netos– que España no los quiere y estaba previsto suprimir tras el Brexit pero que Charles Michel ha reintroducido en su propuesta; los 750.000 millones del fondo de recuperación que los frugales quieren reducir –tanto su monto como la proporción de transferencias en relación con los préstamos–; la gobernanza del fondo; los plazos en asignación, que España quiere que sea cuanto antes; cuándo comienza a repagarse el principal de la deuda –España quería en 2028, pero Alemania prefiere antes–; y los criterios de reparto del dinero del fondo de recuperación –el peso del PIB, el paro, etc–.

“Lo temas más duros han sido la gobernanza y la proporción de préstamos y transferencias”, explica una fuente diplomática: “Los frugales quieren bajar de 500.000 millones , y en la gobernanza Rutte se ha mantenido en la unanimidad. España, Italia y otros muchos han defendido que la unanimidad no puede ser, se necesita que sea ágil, que incentive las reformas y sea eficiente”. 

Este sábado a las 11.00 está previsto que los líderes vuelvan a reunirse para seguir la negociación. “Todo el mundo tiene que ceder”, explica una fuente diplomática: “Si no, no sería una negociación, mandas un muñeco, o un papel. Es importante el Consejo Europeo, están todos, muchas horas seguidas, y todo el mundo tendrá que hacer concesiones. Lo importante es llegar a un acuerdo”. Pero, para eso, hace falta unanimidad. Y, de momento, el bloqueo de Holanda y sus aliados no sólo caldea la cumbre europea de la recuperación, sino que amenaza con hacerla fracasar.

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