Cinco puntos ciegos en las estadísticas sobre la pobreza de las mujeres: “Solo vemos la punta del iceberg”
La pobreza alcanza más a las mujeres que a los hombres. Es un hecho que, desde hace casi medio siglo, cuenta incluso con un término que intenta ahondar en sus causas y señalar sus particularidades, la “feminización de la pobreza”, que acuñó la trabajadora social Diana Pearce en los 70. Sin embargo, la magnitud real de esta brecha se ignora. Solo conocemos “la punta del iceberg”, sostiene un informe publicado este miércoles por las ONG especializadas en pobreza. El motivo es que existen aún distintas “lagunas” en las estadísticas, varios puntos ciegos que invisibilizan la pobreza de las mujeres, advierte el estudio.
Así, los datos oficiales de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) reflejan el 27,5% de las mujeres en España está en riesgo de pobreza y exclusión social (según la metodología AROPE 2030) frente al 25,5% de los hombres, “lo que se traduce en una diferencia de unas 700.000 mujeres más” en esta situación de vulnerabilidad, recuerda el documento de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), que ha explicado este miércoles en Madrid su autora, Clara Urbano.
Desde 2015, además, esta brecha en la pobreza entre hombres y mujeres está “estancada”, ha subrayado Urbano. “La mejora ha sido notablemente más elevada entre los hombres (-605.000) que entre las mujeres en las cuales prácticamente se ha mantenido (-19.000)”, recoge el informe.
Este estancamiento, sumado a la advertencia de Naciones Unidas sobre el riesgo de retrocesos a nivel mundial, han impulsado a la EAPN a analizar cómo medimos la pobreza, para poder detectar los focos ded desigualdad específicos de las mujeres y poder combatirlos con políticas públicas. “Sin un diagnóstico con perspectiva de género dificulta acabar con la feminización de la pobreza, y diría con la pobreza en general”, ha destacado Urbano.
De este análisis, resumimos algunos de los puntos ciegos o “lagunas” detectados que lastran la medición de la pobreza de las mujeres.
1) La “caja negra del hogar”
La Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) mide la pobreza con el foco puesto en el hogar, con una metodología comparable a nivel europeo a través de Eurostat. Esta mirada –con virtudes en otros aspectos– tiene un problema, que el informe de la EAPN denomina la “caja negra del hogar”, y es que no podemos saber qué diferencias hay dentro de ese mismo hogar. Por ejemplo, las desigualdades económicas en una pareja en la que el hombre gana mucho más que la mujer, que tiene un contrato a tiempo parcial o que no trabaja.
Así, en realidad la brecha de género que refleja la estadística en la pobreza de hombres y mujeres se debe en exclusiva a los datos mucho peores que presentan los hogares monomarentales y en los que viven solo mujeres, destaca la EAPN, sin poder distinguir desigualdades en la gran mayoría de los hogares en España, que son los que están compuestos por familias de dos adultos de distinto sexo.
Asumir el hogar como una unidad sin desigualdades internas implica además la “idealización del hogar y de la familia”, ha advertido Clara Urbano, como si se tratara de un espacio “donde todo va bien, en el que no hay violencias, cuando sabemos que en muchos casos el hogar es el entorno más peligroso para las mujeres”, ha recordado la técnica de Investigación de EAPN-ES. Urbano ha defendido la medición de la pobreza del hogar, clave por ejemplo en el análisis de la pobreza infantil, “pero hay que medir también más allá de él, a nivel individual”, ha recomendado.
2) Falta medición de los cuidados
El término “feminización de la pobreza” señala dos ámbitos diferenciales clave que causan una mayor pobreza en las mujeres: la asunción mayoritaria de los cuidados familiares y las desigualdades laborales. Respecto al empleo hay multitud de datos estadísticos sobre la disparidad entre hombres y mujeres, por ejemplo en el paro (12,5% de las mujeres frente al 10% de los hombres) y los contratos a tiempo parcial (más del 72% los suscriben mujeres), que refleja la Encuesta de Población Activa.
Sin embargo, sobre los cuidados hay muchas más “lagunas”, subraya la EAPN. El informe recuerda que, de base, los enfoques “economicistas y monetaristas” invisibilizan los cuidados como trabajos cuando no son remunerados. Aunque hay ejercicios para medir el valor de estos trabajos en el hogar, en manos de mujeres en la gran mayoría de las veces, por ejemplo el realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), estos son puntuales y no realizados desde las instituciones.
Además, en algunas estadísticas sobre empleo tampoco se incluyen datos del trabajo doméstico remunerado cuando los empleadores son familias individuales (no de empresas), advierte el informe. Por ejemplo, en la Estadística de Estructura Salarial, de las más precisas para medir la brecha salarial entre hombres y mujeres, no se incluyen datos del empleo doméstico, uno de los que ofrece salarios más precarios y con mucha economía sumergida.
Incluso las encuestas del uso del tiempo, que visibilizan las disparidades en lo que dedican las mujeres y los hombres para cuidar, trabajar o su tiempo de ocio, por ejemplo, adolecen en estos momentos de la periodicidad recomendada a nivel europeo (cuatro o cinco años como máximo). Los últimos datos que ofrece el INE son de 2009-2010.
3) Estudiar también la 'cara b': los hombres
El informe apuesta por “ampliar la foto” y estudiar no solo la pobreza, que alcanza más a las mujeres, sino también su 'cara B': la riqueza y cómo se distribuye, que en la actualidad alcanza más a los hombres. Ir a la imagen completa. Esto supone “no normalizar” ni “resignarse” ante esta situación desigual, sino profundizar en ella para analizar sus causas y poder aplicar políticas públicas que las combatan, explica Clara Urbano.
La técnica de la EAPN advirtió que no solo hay más mujeres en pobreza, sino que cuando ellas entran en esta situación tienen más dificultades para salir que los hombres. Se observa en los momentos de crecimiento económico, por ejemplo, cómo ellos reducen el paro con mayor facilidad que ellas.
Urbano reclamó detenerse en el porqué de estas disparidades y analizar si las políticas públicas llegan realmente en el caso de las mujeres o si requieren de ajustes. Porque es importante no solo que haya derechos iguales, “sino que se garantice el acceso a esos derechos”.
4) Sin información de colectivos vulnerables
Otra de las tareas pendientes pasa por una mayor transparencia en los datos por parte de las instituciones públicas y su interoperabilidad, el cruce de información entre distintos organismos. Hasta hace poco, por ejemplo, la Seguridad Social no ha aportado datos presentes sobre los hogares y las personas que perciben el ingreso mínimo vital, una política clave sobre la pobreza en nuestro país.
Además, hay expertos y expertas que reclaman que se acuerde una Declaración Universal de la Renta, que la realice todo el mundo, ya que en la actualidad hay una falta de información sobre la situación de muchos hogares de bajos ingresos, que no tienen la obligación de realizar este trámite con Hacienda. En el caso de quienes reciben el ingreso mínimo vital (IMV) sí se exigió esta declaración.
5) La mirada interseccional para un grupo heterogéneo
La EAPN reclama también que haya una mirada “interseccional” en el estudio de la pobreza. Es decir, no solo detenerse en el desglose por género, ya que las mujeres no son un colectivo homogéneo, sino atender también a otras características/identidades que suponen experiencias distintas y desigualdades particulares. Por ejemplo, incluir perspectivas que incluyan la nacionalidad, la situación administrativa, la residencia (no es lo mismo un entorno urbano que uno rural), etc.
En términos estadísticos, se trata de ejercicios a veces complejos, pero también de “voluntad política”, consideran en la EAPN. Una mirada más amplia e interseccional supone “dinero”, reconoce Clara Urbano, ya que implica apostar por muestras más amplias, que son más costosas.
El estudio también recomienda complementar los análisis cuantitativos con otros cualitativos, que pueden facilitar una mirada más amplia y con matices, que arroje luz sobre los márgenes donde los números no llegan. “Si no aplicas este enfoque, no ves la situación de las personas que peor están y no vamos a cambiar el problema”, subrayó la técnica de la EAPN.
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