Crisis de la mediana edad ¿es un mito o una realidad?
¿Existe realmente una crisis cuando una persona cumple 30 años, o 40, o 60? ¿Hay algo de cierto en la idea de que “cambiar de década”, como se suele decir, implica una situación de cambios, de angustia o de dificultades?
En general, la respuesta es no. Es cierto que, cuando uno cumple años y no solo se modifica el dígito de las unidades sino también el de las decenas, el impacto a nivel simbólico resulta mayor. A menudo, ese hecho lleva a reflexionar sobre el paso del tiempo, el final de una etapa y el comienzo de otra, etc.
Pero no existe ninguna evidencia de que ese cambio en sí mismo desencadene una crisis. Con una posible excepción: los 40. Aunque, en realidad, hablar de crisis de los 40 es una forma simplificada de referirse a la llamada crisis de la mediana edad. Y en este punto las cosas ya no son tan claras.
Esta crisis ha sido retratada (y sobre todo caricaturizada) por infinidad de películas y otras ficciones en las que hombres y mujeres de cuarenta y tantos se apuntan al gimnasio, salen de fiesta para vivir una “nueva adolescencia” o renuncian a sus empleos en busca de cumplir sus sueños de juventud. ¿Cuánto hay de verdadero en todo eso?
Retos y cambios no siempre son crisis
La expresión “crisis de la mediana edad” (en inglés, ‘midlife crisis’) fue acuñada por el psicólogo canadiense Elliot Jaques en 1965, para referirse al momento en que una persona toma verdadera consciencia de su propia mortalidad. Algo así como asumir: “No solo los demás se mueren, también yo me voy a morir”.
El caso es que el trabajo de Jaques estaba basado en artistas y no en la población general. Sin embargo, la expresión se difundió de manera imparable hasta pasar a formar parte de la cultura popular.
Según un estudio -realizado por científicos de la Universidad de Greenwich y la Universidad de Londres, en el Reino Unido, y publicado en 2013- más de la mitad de las personas asegura haber sufrido una crisis en sus “cuarentas”.
La idea de que exista una crisis de la mediana edad ha sido rechazada por muchos especialistas. Uno de los principales argumentos -como señala en un artículo José Ramón Alonso, neurobiólogo y catedrático de la Universidad de Salamanca- es que “los retos y cambios son intrínsecos a la vida”, y por lo tanto se dan en todas sus etapas.
Pero no por ello son crisis: esto último, explica Alonso, requeriría de una evaluación muy negativa de la propia situación, un nivel anómalo de inestabilidad emocional, una duración de al menos un año y la adopción de grandes cambios.
De hecho, en el citado estudio británico también se consultó a los participantes por otras “crisis” en las décadas anteriores de la vida. Un 44% dijo haber sufrido una entre sus 20 y 29 años, y un 49% haberlo hecho entre los 30 y 39. Si acaso son crisis, no se producen al cumplir años redondos ni tampoco resultan privativas de la mediana edad.
“Podría decirse -concluye un estudio al respecto elaborado en Estados Unidos y publicado en 2000- que no existe una crisis de la mediana edad: solo crisis, que ocurren durante la mediana edad pero que también podrían haber ocurrido antes o después”.
Más aún, ni siquiera está del todo claro cuál es la “mediana edad”. Jaques situó el comienzo de ese periodo alrededor de los 35 años; pero lo hizo hace casi seis décadas. Ahora, para los adultos jóvenes, la mediana edad comienza antes de los 30 años y finaliza antes de los cincuenta.
Para los mayores de 60, en tanto, la mediana edad alcanza hasta bien superados los 50 años. A esas conclusiones llegó un trabajo titulado precisamente “Crisis de la mediana edad: un debate”, realizado por científicos de la Universidad de Zurich, en Suiza.
La etapa de la vida con menor bienestar
No obstante, también hay razones para sostener la posición contraria: que la crisis de mediana edad sí existe. La principal son los hallazgos de un equipo de investigadores de Estados Unidos, según los cuales la etapa de la vida que comienza alrededor de los 40 años es la menos feliz de todas.
Los gráficos que representan el bienestar psicológico a lo largo de la vida -de acuerdo con estos estudios- tienen forma de U: comienzan bien arriba, en la infancia; caen hasta sus niveles más bajos entre los 40 y 50 años (47, de media, es la edad en que se toca fondo); y a partir de ese momento vuelven a subir.
En un artículo del año pasado, los investigadores principales, David Blanchflower y Carol Graham, afirman que “los efectos de la caída en el bienestar durante la mediana edad son comparables a los producidos por eventos como terminar una relación de pareja o quedarse sin trabajo”.
¿A qué se debe esa caída en los niveles de bienestar? A múltiples motivos: además de la “consciencia de la mortalidad” señalada por Jaques, puede haber mucho estrés por los compromisos laborales, las dificultades económicas, la crianza de los hijos, los primeros achaques o enfermedades como consecuencia del envejecimiento, etc.
Puede haber incluso causas que excedan lo humano: la forma de U en los gráficos de bienestar se ha hallado en estudios con orangutanes y chimpancés. Es decir, las razones que generan ese bajón durante la mediana edad posiblemente tengan también raíces biológicas.
Superar las “crisis”, sentirse mejor
Por lo demás, para muchas personas que sienten que han atravesado una crisis de mediana edad, los resultados a menudo son positivos. Ya hace tres décadas, un estudio señalaba que -tras esa etapa- muchas mujeres se sentían con más confianza en sí mismas y mayor capacidad de tomar decisiones.
Un trabajo posterior, realizado entre más de 2.200 personas en Estados Unidos, también concluyó que después de ese periodo se sentían menos nerviosas y más seguras. Y en otra investigación quedó en evidencia que, para la mayoría de los adultos mayores, la mediana edad constituía la etapa preferida de sus vidas.
Entonces, ¿es mito o realidad la existencia de esta crisis? Quizá la respuesta más apropiada sea la que proponen Alexandra Freund y Johannes Ritter, de la Universidad de Zurich, en el ya citado artículo “Crisis de la mediana edad: un debate”.
Explican los investigadores que “una definición estricta o incluso moderada de crisis de la mediana edad no parece sostenible en términos empíricos y teóricos”. Es decir, no valdría para hablar de ella de manera científica. Pero sí de forma coloquial para referirse a ese momento de la vida que para algunas personas resulta tan difícil, estresante e incluso angustiante.
Más aún: Freund y Ritter dicen esa “conceptualización indulgente” de la crisis de la mediana edad “tiene el potencial de estimular nuevas direcciones de investigación” que puedan ayudar a aumentar los niveles de bienestar durante ese periodo a menudo tan difícil.
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