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Ni mayoría absoluta ni gobierno en solitario: el PP gana las elecciones y presidirá la Junta, pero fracasa en la estrategia política de relanzar a Pablo Casado como referente de la derecha, frente a Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal
La derecha lleva gobernando Castilla y León desde 1987, desde hace tres décadas y media, desde antes de que cayera el Muro de Berlín. No es novedad que vaya a seguir haciéndolo tras esta noche electoral y no fue esa tampoco la razón por la que el Partido Popular decidió convocar elecciones anticipadas, año y medio antes de cuando tocaba votar.
Recordemos lo ocurrido, ahora que el PP intenta reescribir su argumentario y vender una historia que no pasó: que convocaron las elecciones para evitar una supuesta moción de censura de Ciudadanos en Castilla y León que nunca existió.
No es esa la realidad. Desde Génova adelantaron las elecciones porque veían al alcance de la mano la mayoría absoluta, porque creían que sacarían a Ciudadanos completamente del mapa, porque pensaban que no dependerían de Vox. Lo hicieron para lanzar el “efecto Casado”, y compensar el “efecto Ayuso”, para demostrar que era el presidente del PP quien tiraba del partido, y no solo la lideresa de Madrid.
Ninguno de esos grandes objetivos se ha cumplido hoy. Ni siquiera el que más cerca han estado de lograr: hundir del todo a Ciudadanos, que mantiene un último escaño en el parlamento regional. El de Francisco Igea. Que al fin es consciente del tipo de socio que es el PP.
La derecha ha ganado las elecciones y Alfonso Fernández Mañueco tiene todas las cartas para seguir al frente de la Junta de Castilla y León. Pero ahí se acaban las buenas noticias que el PP puede vender. Ser la primera fuerza en las elecciones, en detrimento del PSOE, no pone más fácil a Alfonso Fernández Mañueco ni la investidura ni la gobernabilidad. Mejora en dos escaños el resultado de 2019 y gana las elecciones frente al PSOE por apenas un punto y medio de distancia.
En porcentaje de votos, Mañueco se queda prácticamente en el mismo sitio en el que estaba hace dos años: que ya fue el peor dato del PP en la región en cuatro décadas. Si hubiera conocido este resultado de antemano, es muy dudoso que hubiera forzado este adelanto electoral.
El PP dependerá completamente de Vox, que ya ha adelantado su intención de formar parte del nuevo Gobierno. El PP se resiste, y se resistirá todo lo que pueda. Pero no parece que tenga otra opción.
Para Pablo Casado, el fiasco es evidente. Toda la estrategia diseñada por Génova pasaba por gobernar en solitario en Castilla y León y consolidar a Casado como alternativa a Pedro Sánchez, como gran referente de la derecha frente a Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal. No ha sido así, y son muchos en su partido quienes hoy cuestionan en privado su liderazgo al frente del PP.
Casado ha protagonizado una campaña desastrosa, con intervenciones indistinguibles de su propia caricatura. Para la historia –del humor– quedarán esos discursos cómicos, rodeados de vacas y ovejas, sobre los ataques a la remolacha, los urbanitas, las sopas de ajo o el vino prieto picudo para desayunar.
Está por ver también si el calendario de elecciones en cascada que había diseñado el Partido Popular sigue en pie. En Andalucía ya habían empezado los trámites para aprobar el contrato para el recuento electoral; estaba previsto convocar las elecciones en cuestión de días. Ya no es seguro que vaya a ocurrir. Juanma Moreno Bonilla hoy ya sabe que un adelanto es la garantía de un gran ascenso de la ultraderecha. Si logra repetir como presidente de la Junta de Andalucía, será con un vicepresidente de Vox.
Soria Ya se garantiza ser el nuevo Teruel Existe en el panorama nacional. Con este resultado –primera fuerza en la provincia, tres escaños y más del 40% de los votos– asegurarían uno de los dos diputados que reparte esta provincia en las próximas generales. La mala noticia para la izquierda es que lo lograría a costa del PSOE, que se queda como tercera fuerza. El otro diputado de Soria, si esto fueran unas generales, sería para el PP.
Casado ha fracasado en su estrategia. Pero eso no significa que la izquierda tenga algo que celebrar. Entre PSOE y Unidas Podemos se dejan ocho procuradores en las cortes. El PSOE pierde siete escaños y casi cinco puntos, en gran medida por el auge de los partidos de la España vaciada. Y en Unidas Podemos se dejan dos puntos y la mitad de sus escaños: de dos a solo uno.
Hace solo siete años, en 2015, Podemos obtuvo 10 procuradores en las cortes de Castilla y León. Hoy mantienen solo uno. Lo mismo que tenía Izquierda Unida en el año 2011.
El fracaso de la izquierda en un territorio que siempre le ha sido hostil es también consecuencia del desgaste del Gobierno de coalición en la España monolingüe –las Castillas, Madrid, Andalucía, Murcia…–, donde pagan el coste de la gobernabilidad. No hay políticas de izquierdas en el Parlamento nacional que no pasen por catalanes y vascos, como ha vuelto a quedar claro con la reforma laboral. Pero pactar con ERC, Bildu o PNV supone un coste para la izquierda en la España interior.
No mejora el PP, aunque siga gobernando. No gana la izquierda, que pierde aún más pie. Tampoco el supuesto centro, Ciudadanos, que nunca actuó como si realmente se creyera esa posición. Al margen de Soria Ya, los grandes triunfadores de la noche están en la ultraderecha, en Vox. Que se convierte en la tercera fuerza política de la comunidad, como ya lo es en el Parlamento nacional.
¿El auge de la ultraderecha es un cambio de ciclo? Está por ver. En las últimas elecciones generales, Vox consiguió el 15,21% de los votos en toda España: un 16,8% en Castilla y León. En estas autonómicas han crecido algo menos de un punto: llegan al 17,63%. No se han disparado: sacan casi lo mismo que lograron la última vez que se votó, dos años atrás. Pero hay un cambio importante: son decisivos para gobernar la comunidad.
Las primeras palabras de Santiago Abascal no dejan lugar a dudas de cuál es ahora su intención: a su candidato “se le está poniendo cara de vicepresidente”. Es dudoso que acepten otra opción, que es una pésima noticia para toda España y para Castilla y León. Será la primera administración de importancia en España donde la ultraderecha gobernará.
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