Uno de mis libros favoritos es de Arthur C. Clarke: sus 'Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco’, una recopilación de quince relatos de ciencia ficción que tiene como escenario un pub londinense donde cada miércoles por la noche, entre cervezas, se mezclaban científicos con escritores y periodistas en interesantísima conversación.
Nuestra taberna del Ciervo Blanco, la de la primera generación de periodistas digitales en España, se llama La Fontanilla. No está en Londres. Es una pequeña cervecería de Madrid. No quedábamos los miércoles, sino los jueves por la noche. Y quien allí nos convocaba era José Cervera, Pepe Cervera, el maestro de toda esa generación.
José Cervera ha fallecido hace unas horas de forma prematura y cruel. 54 años, nada más. Le detectaron el cáncer hace apenas nueve meses. Desde el primer momento pintó mal. José Cervera, mi amigo Pepe, sabía mejor que nadie que sus posibilidades frente a esa enfermedad eran escasas. Tanto él como su mujer, Pilar Cubas, científica del CSIC, conocían perfectamente a lo que se enfrentaban cuando ese diagnóstico llegó. Lo intentaron todo para luchar contra la enfermedad, un proceso durísimo, como sabe cualquiera que tenga alguien cercano al que el cáncer le haya golpeado. Todo tampoco bastó.
Quienes tuvimos la suerte de conocerle sabemos que Pepe Cervera fue alguien excepcional. Nadie tan brillante y tan modesto. Nadie tan afable y tan generoso. Nadie como él, tan querido. No conozco a nadie capaz de decir una mala palabra de él.
Pepe Cervera llegó ya sabio a este profesión. Antes tuvo otra, en la que también despuntó. Estudió Biología y se especializó en Paleontología. Trabajó en los mejores años de las excavaciones de Atapuerca. Tuvo en su mano este trozo de mandíbula del Homo Antecessor que revolucionó lo que sabemos sobre el origen del hombre.
En 1995, con más de treinta años, cambió de oficio y buscó otro donde su mejor talento también fuese una virtud. Su pasión era “mirar por los ojos de las cerraduras para ver cómo funcionan”, como él mismo decía. Nadie más curioso que él por descubrir la realidad, en todos sus ámbitos. No había mayor lujo que una conversación con él.
Estudio el máster de periodismo UAM - El País, donde conoció a muchos de sus grandes amigos. Hizo sus prácticas en Cinco Días y del pasado prehistórico saltó al futuro próximo, y empezó a especializarse en la información sobre Internet, una rareza en aquellos años. Allí, junto a Rosalía Lloret, creó la primera sección sobre la Red y también el primer manual sobre Internet de la prensa española: “Hágase internauta en Cinco Días”. Tuvo tanto éxito que tuvieron que prorrogar el coleccionable, más allá de los cinco días del titular.
Era una época en la que muy pocos sabían que era Internet y aún menos cómo explicárselo a la gente. Porque Pepe no solo era sabio, también lo sabía contar.
Tras su paso por Cinco Días, en 1999 puso en marcha Baquía, un medio digital pionero sobre internet y nueva economía que en los años en los que Pepe lo dirigió se convirtió en el referente de todos los periodistas que seguíamos esa información. Yo era uno de ellos, uno de los más jóvenes e inexpertos. Entonces trabajaba en Telecinco, con una sección diaria sobre Internet en el informativo de la madrugada, después de Crónicas Marcianas, que se llamaba El Navegante. Un día escribí a Pepe para decirle que admiraba su trabajo y le quería invitar a comer. Recuerdo que ese día hablamos mucho sobre literatura de ciencia ficción, un género que ambos adoramos y del que, como en casi todo, Pepe sabía mucho más que yo. Me recomendó ‘Snowcrash’, de su admirado Neal Stephenson. Y ‘La Era del Diamante’, del mismo autor. Y la ‘Guía del autoestopista galáctico’, de Douglas Adams. Y uno de sus libros preferidos: Flores para Algernon.
De aquella primera comida con Pepe Cervera nació también una lista de correo: Periodistas IP. Le conté que, en mis años como músico, había montado otra lista, SpanishPop, sobre música indie. Y que creía que hacía falta un foro así, donde los periodistas que escribíamos sobre tecnología e internet pudiésemos hablar de nuestras cosas. La lista sigue activa desde hace casi dos décadas, aunque en los últimos años ha decaído bastante –como todas las listas, desde que existen las redes sociales–. Hoy se ha llenado de correos, otra vez. Todos para llorar a nuestro amigo Pepe, del que decir que ‘le echaremos muchísimo de menos’ es muy poco para lo que sentimos hoy.
El proyecto de Baquía tuvo mala suerte y el enorme talento de Pepe Cervera no bastó. Se lo llevó por delante el 11-S, que hundió la economía y golpeó especialmente a todas las punto com. Pepe después montó la web de 20 Minutos. Y un blog imprescindible, Retiario, que nació en elmundo.es, después se mudó a RTVE.es y en los últimos tiempos estaba en eldiario.es, donde también fue durante un año defensor de la comunidad. Pepe ha seguido publicando hasta casi el último momento. Siempre había en sus artículos algo sorprendente, que contaba con tanta precisión como sencillez.
Todos los que tuvimos la suerte de conocerle aprendimos de él. En mi caso, entre otras muchas cosas, que la divulgación no significa simplificación. Que lo difícil es contar algo complejo y que lo entienda quien no sabe nada del tema, pero que al mismo tiempo el mayor especialista no te pueda afear ningún error. Él lo hacía como nadie, como demostró también en radio y televisión.
Los muchos y generosos obituarios que hoy abundan por los medios de comunicación –el de Jordi Sabaté, el de Guillermo Rodríguez, el de Pedro de Alzaga, el de Javier Moltó, el de Melisa Tuya, el de Pablo Oliveira...– son otra muestra más de hasta qué punto era querido en esta profesión donde lo común es justo lo contrario.
Pepe fue el mejor de todos nosotros. El más visionario. El que mejor lo explicaba. Al que copiábamos los demás. En otro país distinto a España habría tenido un éxito aún mayor. Sus virtudes como periodista y divulgador eran enormes. Como persona, lo eran aún más.
Un día que seguro no será lejano sus muchos amigos volveremos a nuestra taberna del Ciervo Blanco, a la Fontanilla, a brindar por el maestro Pepe Cervera. Recordaremos mil anécdotas, y lloraremos y reiremos en su memoria. Amigo Pepe, descansa en paz.