La maldición del salario suficiente
El afán con el que acudimos diariamente a trabajar es que nuestro salario nos aporte ingresos suficientes para mantener y mejorar nuestro nivel de vida, que el salario que recibimos sea adecuado para conseguirlo. También deseamos que nuestras condiciones de trabajo sean agradables.
Pero, ¿cuánto es suficiente para tener una “buena vida” ? ¿Y para ser feliz? ¿Y para tener lo necesario? No es un debate filosófico, aunque también. Es nuestro día a día, porque es la pregunta que nos hacemos todos. ¿Y si ganara más? ¿Si tuviera más dinero? ¿Si me tocase la lotería?
Algunas de estas cuestiones las abordan Robert y Edward Skidelsky en su libro '¿Cuánto es suficiente?'. ¿Alguien de nosotros considera que le pagan demasiado por su trabajo? Ni el que gana 400.000 euros al año, como el presidente de la CEOE, ni el que gana 3 millones, como algunos de los dirigentes de empresas cotizadas. Ellos creen que, al menos, merecen lo que ganan. Pero tampoco el funcionario que gana 60.000 o el político que gana 80.000 euros al año o el profesional liberal que con sus honorarios llega a ganar 200.000 euros. Nadie piensa que sus ingresos no se los merece. Al revés, creemos que, a nuestro alrededor, hay demasiada gente que, para lo que trabaja, gana mucho.
Esta cuestión, de apariencia psicosociológica, tiene gran trascendencia económica. Subir el SMI a 1.080 euros les parece a algunos que pone en riesgo la recuperación, el empleo y las tensiones sobre la inflación, aunque ninguno de ellos desvele sus ingresos. Como si la inflación y la incertidumbre que venimos padeciendo hubiera tenido su origen en las subidas salariales previas. El Antiguo Testamento dice que Dios castigo a Adán y a todas las generaciones posteriores a ganar el pan con el sudor de su frente. Pero no es así: el verdadero castigo, si le llamamos así, es conocer cuál es el precio justo del trabajo realizado.
Los que se oponen a subir salarios a niveles iguales o mayores al aumento de los precios, para que el valor del trabajo en la riqueza generada no disminuya, son personas bien acomodadas en su nivel de renta. También hay trabajadores que ganan “bien” y exigen ganar más. Creo que lo que de verdad mejora la calidad de la vida socialmente considerada es que los que menos ganan progresen en sus niveles de renta, más de los que ya ganamos lo suficiente. Para que la desigualdad, que siempre existirá, pueda disminuir en lo posible.
Dejemos de hacernos la pregunta ética sobre la cuantía de un salario justo, porque no hay respuesta. Ni por arriba -¿cuánto es demasiado?- ni por abajo -a partir de cierto límite, pongamos, de 1.600 euros mensuales a jornada completa-. Pero sí hay dos preguntas clave que nos ayudan a despejar algunas dudas sobre esta cuestión. Una: ¿cuántas personas deben vivir de un salario? 1.600 euros al mes quizás son suficientes para una persona, pero no lo son para cuatro. Otra cuestión diferente es la medida del valor que aporta el trabajador con su desempeño a la organización y cuánto le corresponde por esa contribución. Es un debate para otro momento. Y dos: no nos preguntemos tanto sobre la cuantía de los salarios una vez alcanzados niveles suficientes de vida buena -que no es lo mismo que “la buena vida”-, sino sobre su debida y prudente utilización y el valor social que aportan a la sociedad.
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