Seguramente la primera ley española de la época poscolonial que habla del Pueblo Saharaui ha sido la Ley Vasca de Cooperación y Solidaridad, aprobada el pasado 15 de febrero en el Parlamento Vasco. Es una importante mención que hace poder identificar en este pueblo hermano lo que han sido los movimientos solidarios y de cooperación en torno no sólo a la ayuda al desarrollo sino también a la esencia política de las claves que han desplegado esos esfuerzos de solidaridad, hermanamiento y vínculo por su libertad.
La cooperación vasca con el Sáhara Occidental simboliza lo mejor de nuestra cooperación por su dimensión política, social, de desarrollo y también humanitaria y de cumplimiento del derecho internacional. La Ley contiene la siguiente referencia en su Exposición de Motivos: “Las organizaciones vascas de la sociedad civil, que se articulaban alrededor de la solidaridad internacional en los años ochenta, provenían de dos tradiciones fuertemente arraigadas en Euskadi: la tradición misionera y el internacionalismo. Las administraciones públicas vascas, de forma incipiente, materializaron en iniciativas concretas los compromisos de una sociedad dinámica, movilizada y diversa. La situación del pueblo saharaui, y de otros pueblos y realidades humanas, ha sido entendida por la sociedad vasca a través del liderazgo asumido por municipios vascos y el propio Parlamento Vasco, que han impulsado y establecido hermanamientos y estrechas relaciones de reconocimiento de sus complicadas situaciones políticas, sociales, humanitarias y de desarrollo”.
Importante expresión, más allá de lo simbólico, en una ley que se ha negociado con la búsqueda del consenso y que ha sabido recoger, a través de la transacción y de la inspiración de una enmienda, esa importante expresión en un texto que sale enriquecido con esa mención tan significativa.
Desde el abandono por parte de España del territorio del Sáhara Occidental, su ilegal entrega a Marruecos y Mauritania, la guerra emprendida por estas causas y las siguientes resoluciones y posicionamientos de las Naciones Unidas para completar el inconcluso proceso de descolonización una de las expresiones de afecto y cercanía con la situación saharaui han sido los importantes esfuerzos y compromisos de muchas entidades, asociaciones e instituciones vascas los que han mantenido viva la reivindicación de que el Sáhara Occidental vivía una situación injusta y que era necesario mantener y sostener un apoyo en todos los sentidos desde el político al de enviar alimentos y medicinas a una población que se repartía entre el exilio argelino del desierto en Tinduf, la ocupación más brutal y represiva en los territorios que invadió Marruecos, a una diáspora extendida por África, Europa, fundamentalmente España y América.
El Sáhara Occidental es hoy un “territorio no autónomo” que se autoproclamó como República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el 14 de noviembre de 1975, habiendo sido reconocida por cerca de 80 estados del mundo. Y la RASD es miembro fundador de la Unión Africana (UA), organización continental semejante a la Unión Europea. Marruecos no se incorporó a la UA hasta 2017. Argelia y Sudáfrica, junto a otros países africanos, son los grandes apoyos de los saharauis en el concierto internacional.
El derecho internacional y las resoluciones de la ONU, así como las últimas sentencias del Tribunal de Justicia de la UE, han reconocido la legitimidad del pueblo saharaui a ser dueño del territorio. La incapacidad de llevar a cabo este anhelo y este derecho por la situación de invasión militar y policial ha hecho que exista una importante y ya histórica ola de solidaridad y estrechos lazos con los y las saharauis.
Hoy hay cientos de ayuntamientos e instituciones vascas hermanadas con las dairas y wilayas, miles de misiones y viajes de cooperación y apoyo políticos a los campamentos de refugiados y a los territorios ocupados, la mayoría de estos últimos frustrados e impedidos. Existe un sinnúmero de lazos surgidos entre familias vascas y saharauis tras las entrañables experiencias del programa 'Vacaciones en paz'. Destaco también el trabajo del intergrupo 'Paz y Libertad' en el Parlamento Vasco desde 1991, la aportación presupuestaria del Gobierno vasco, la Agencia Vasca de Cooperación y decenas de administraciones municipales y forales, la incansable dedicación de las históricas asociaciones vascas de amistad con el Pueblo Saharaui o la labor de voluntarios, juristas, universitarios, sanitarios, oenegés. Todo esto constituye la expresión más amplia y transversal de lo que se puede considerar cooperación y solidaridad con mayúsculas.
Se van a cumplir dos años de la insólita, por lamentable e injusta, actitud del presidente Pedro Sánchez en relación con el Sáhara Occidental y su incomprensible declaración de marroquinidad. Nuestra sociedad funciona en claves diametralmente opuestas a este despropósito internacional y, por ello, la ley vasca mencionando la realidad saharaui resalta lo mejor de los principios que rigen la solidaridad, sobre todo, cuando los destinatarios son nuestros hermanos.
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