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Un ecosistema amenazado de muerte

Un momento de la reunión. Foto: Ixi García.

Txema G. Crespo

La cultura vasca está en crisis, y por partida doble. Es decir, que sufre lo que las del resto de Europa, por ejemplo, pero con el agravante de que parte de ella vive, respira, sobrevive en una lengua minoritaria, que convive en un territorio dominado (en el mejor de los casos) por culturas en lenguas tan poderosas, en estos tiempos cuando el mercado actúa como rodillo, como el español, el francés y el inglés. Mucho antes de que los primeros latigazos de la crisis llegaran a otros sectores, allá por 2008, ya parte del sector, sobre todo el audiovisual y el musical, sufría su particular recesión, motivada por los cambios tecnológicos que anunciaban el nuevo paradigma digital. Y la situación, conforme avanza este siglo XXI, no ha hecho sino empeorar. En ese contexto surge Geuk, quizás la iniciativa colectiva más importante que ha vivido la Cultura en Euskadi en los últimos 40 años, que aúna a más de 300 personas de todo el sector y todas las sensibilidades. El pasado 9 de febrero, después de cerca de dos años de trabajo, presentaba a la opinión pública el Plan de Medidas Urgentes para la revitalización del ecosistema cultural vasco.

Porque se trata de un ecosistema, y a partir de ese concepto, han estado trabajando todos estos agentes. “Desde el comienzo teníamos claro que no se podía atender a parches locales, que había que considerar al sector como un todo, que había que hacer una lectura global, desde el creador, hasta el aficionado, los medios de comunicación, los productores, las instituciones...”, recuerda el escritor Gotzon Barandiaran (Larrabetzu, Bizkaia, 1974), uno de los impulsores del evento Ahotsenea. En efecto, esta profunda crisis “está deteriorando el ecosistema cultural vasco, desprofesionalizando y precarizando a los creadores y destrozando el incipiente tejido empresarial de la cultura especialmente en el de por si reducido terreno de juego de la cultura en euskera, provocando como consecuencia más grave, por afectar a la ciudadanía vasca en su conjunto, la pérdida de diversidad cultural”, apunta Mikel Toral, técnico de Cultura del Ayuntamiento de Bilbao e impulsor del grupo Kultura Abierta.

Este diagnóstico rondaba la cabeza de Aitor Narbaiza, de la productora KAP, desde hace mucho tiempo, desde el cambio de siglo, si hubiera que poner una fecha. Miembro e impulsor de MIE (Musika Industrialren Elkartea), y antes de EUPREL, el productor bilbaino conoce bien el tejido musical vasco, no en vano lleva trabajando alrededor de la producción musical desde los 90. “La preocupación ante la crisis estructural del sector fue creciendo hasta que en noviembre de 2013, en el BIME (la primera feria europea de la industria musical y digital, que se organiza en el BEC de Barakado), decidimos organizar un encuentro del sector”, recuerda quien ha trabajado con Oskorri o Kepa Junkera.

De ahí nace la primera convocatoria de Geuk, con una dinámica que busca que no haya tutelas ni liderazgos y sí conciliar la presencia del mayor número de sensibilidades posibles, siempre vinculadas con la cultura. Fue en febrero de 2014 y, como recuerda el productor bilbaino, fue “un éxito”. Asistieron centenares de personas vinculadas con la cultura, desde el ámbito más profesional, como el propio Narbaiza, hasta gentes de la cultura amateur, o quien trabaja en lo que puede ser los ámbitos más de vanguardia y experimentación, que tratan de vincular la cultura con las prácticas sociales, como Ixi García, del colectivo We are Pink Gorillas. “El ecosistema de la creación y la cultura siempre ha estado de alguna manera desatendido, pero se ha llegado a un momento insostenible”, explica. La dinámica que se estableció en aquella primera reunión y que se mantuvo en la siguiente (en junio de 2014, donde ya se concretaron las 32 propuestas para revitalizar el sector) fue desde el principio el trabajo desde el consenso, de buscar que creadores, productores, gestores públicos y privados pudieran llegar a buen puerto. “El proceso es muy orgánico, de ahí que hagamos hincapié en el concepto de ecosistema”, comenta quien forma parte del “grupo motor” de Geuk: “Somos acompañantes y facilitadores, en actitud de escucha; no queremos instrumentalizar”, añade Ixi García.

En la plataforma Geuk participan más de 300 personas, que representan un sector plural conformado por más de 5.000 empresas y 20.000 puestos de trabajo en su vertiente profesional o industrial y más de 10.000 asociaciones y 30.000 voluntarios en su vertiente comunitaria. Un sector que no se ha entendido hasta ahora como un motor económico, cuando supone entre el 3,5 y el 4% del PIB en Europa (en Euskadi no hay cifras, pero en Geuk entienden que rondará el 5%). “Las industrias culturales son fundamentales en este país, no sólo porque estamos 'alimentando el alma', sino porque hemos demostrado que somos empresas tecnológicamente punteras, que generamos puestos de trabajo y riqueza” explica Aitor Narbaiza.

El documento que se presentó también ante el Consejo Vasco de la Cultura y se hará llegar a todo el entramado institucional (Gobierno vasco, diputaciones y ayuntamientos) aborda el estado del sector y pide una reorganización del mismo atendiendo a cuestiones como “el desarrollo legislativo, creación de una estructura organizativa, menos piedras y más contenidos, un trabajo más transversal e integral y un apoyo al sector en el ámbito jurídico, económico, educativo o en la protección a la cultura en euskera”, añade Mikel Toral.

Y es que capítulo aparte merece la cultura en euskera, que lleva ya dos lustros en debate continuo sobre su estado actual y futuro, en la Universidad o en plataformas como Euskaltzaleen Topagunea. El diagnóstico es meridiano: la cultura en euskera tiene que hacer su propio camino fuera del mercado, no puede competir, aunque en el ámbito profesional se encuentre a la altura de la oferta de las culturas dominantes. Pero quizás el reto más importante que tiene se encuentre en su propio interior.

En palabras de Gotzon Barandiaran: “El mayor problema de la cultura en euskera es que la gente que sabe euskera no participa en ella, no la sigue; es más, creo que hay más interés por conocer la cultura en euskera de quien no sabe la lengua”, explica. Si se tiene en cuenta que el pasado domingo 22 de febrero, sólo cuatro personas acudieron a una conferencia de Kirmen Uribe en Mondragón, localidad mayoritariamente euskaldun. “Es más”, añade el escritor de Larrabetzu, “uno de los focos más activos de impulso a la cultura del euskera se encuentra en Ezkerraldea” (la margen izquierda del Nervión, en el Gran Bilbao, zona donde el euskera como lengua materna se perdió hace siglos y se está recuperando notablemente en los últimos 50 años).

Las ausencias

Las ausenciasGeuk nace desde la independencia, sin vinculación con ninguna formación política ni con las instituciones, formado por personas de todos los ámbitos de la Cultura, pero si hay que buscarle un pero a la iniciativa quizás sea el de la escasa presencia del ámbito empresarial de la cultura como tal. Están las personas, pero se echa de menos la aportación de asociaciones gremiales, como Eskena. Ana Pimenta, de la compañía Vaivén, es su presidenta. Acudió a la primera reunión, pero ya, en la segunda, se descolgó de la plataforma. “Somos partidarios de sumar, por supuesto, pero en este caso, como Eskena, entendemos que, de momento, no estamos en Geuk”, explica. Entre otras razones, sugiere que por su participación en Kultura Auzolanean, iniciativa impulsada por el Gobierno vasco y el resto de las instituciones para “acordar entre agentes públicos y privados la visión estratégica, los criterios de actuación y las prioridades para el conjunto de cultura vasca”. Esta iniciativa se desarrolla desde el Consejo Vasco de la Cultura, en el que participan personas que también están en Geuk, como Mikel Toral o Gotzon Barandiaran.

Ana Pimenta coincide en el diagnóstico: “Vivimos una crisis estructural y coyuntural, total. Lo digital altera el paradigma, han variados los modelos de ocio y la atracción del público a los espectáculos en directo es cada vez más difícil”, comenta. “Nos tenemos que adaptar a este nuevo momento, pero es cierto que la crisis y determinadas políticas públicas, sobre todo desde el Estado, no ayudan: las funciones teatrales han bajado un 21% y el número de espectadores, un 26%. Y la taquilla no ha bajado, pero porque se ha incrementado el precio un 36%”, explica. Pimenta tiene claro que nos encontramos ante “el abandono del oficio y la desaparición del tejido escénico, que nos obliga a ir a otras fórmulas que primen la asistencia de público o el impulso del mecenazgo, desde el ámbito institucional”.

Muchas de las inquietudes que transmite la presidenta de Eskena se encuentran en Geuk. “Cualquier plataforma que plantee propuestas razonables, y las de Geuk lo son, cuentan con mi respaldo. Eso sí, creo que les falta concreción en sus propuestas, aunque hay algunas que a priori son interesantes como las que se refieren al estatuto del Creador, la reducción del IVA del 21% o la del convenio con Lanbide para impulsar el empleo en el sector”, concluye.

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