Rafael Bengoa: “Mascarilla sí, desde que sales de casa”
“Siempre hay que prepararse para el peor escenario”. Así de contundente se muestra Rafael Bengoa (Caracas, Venezuela, 1952), un médico de larga trayectoria, formado en la Salud Pública y quien durante ocho años trabajó para la Organización Mundial de la Salud (OMS) como director de Sistemas de Salud. Bengoa se refiere a la posible aparición de nuevas pandemias. Por eso aboga por elaborar un informe imparcial, independiente y despolitizado sobre cómo se ha combatido la actual pandemia de coronavirus que sirva para preparar al país en las mejores condiciones para los próximos brotes. “Se lo debemos a los muertos de la pandemia”.
Bengoa, quien también ha sido asesor de la administración estadounidense de Barack Obama, ya participó en 1990 como técnico en el Informe Abril sobre la reforma del sistema sanitario español. Y entre 1991-95 fue director de Planificación de Sanidad en el Gobierno vasco. Entonces impulsó la reforma del sistema de la que hoy aún se nutre la sanidad vasca. Posteriormente volvió al Ejecutivo vasco en 2009 como consejero de Sanidad con el socialista Patxi López como lehendakari.
Nadie se podía imaginar que esta crisis sanitaria iba a ser para tanto.
Así es, pero en Oriente sí están más preparados porque tienen muchos más brotes. Pero éste se ha expandido por todos los países y es evidente que no nos hemos preparado bien.
¿Tiene la sensación de que en el caso de España se ha ido a ciegas: falta de protecciones individuales, falta de laboratorios preparados, sin personal especializado....?
Si hay algo que es común en esta pandemia es que nadie estaba preparado. Todos los países están teniendo muchas dificultades para comprar material, incluidos Estados Unidos y Rusia que siguen subiendo hacia su pico de contagios. No se trata tanto de ir a ciegas como de no estar preparado.
¿Pero a España no se le han notado las costuras en una mayor falta de preparación, por ejemplo en el tema de laboratorios especializados?
No es así. La única diferencia es con dos países: Nueva Zelanda y Alemania, que se han adelantado más porque veían que estaba pasando algo y no han esperado a que la Organización Mundial de la Salud declarase la pandemia. En todos los demás, que hemos esperado al 11 de marzo a que la OMS declarase la pandemia para empezar, se han visto carencias. Tener un plan para la próxima pandemia, porque habrá más, es muy importante. Lo cierto es que nadie ha tenido un plan organizado. Ahora en desescalada estamos aprendiendo tanto y a tanta velocidad de la parte epidemiológica, clínica y de vacunas que es evidente que vamos a tener un plan y de que la próxima vez no vamos a estar tan a ciegas. Si se produce un brote en otoño sabremos qué hacer. Ya no se podrá considerar una sorpresa, debemos tener un plan en otoño.
Lo que está claro es que el virus no va a desaparecer por arte de magia.
Exacto. El virus se va a quedar con nosotros durante dos años, hasta que encontremos una vacuna y podamos vacunar al 60 % de la población.
Es decir, hasta que haya una parte de la población inmunizada.
Sí y eso te crea una situación de inmunización de rebaño o comunitaria que hace que después el virus no encuentre forma de reproducirse y contagiar.
¿La aspiración es a que se quede como una especie de gripe estacional?
Una vez vacunados, el virus quedaría controlado. De la misma forma que hoy en día tenemos contralados muchos virus. Como el sarampión, la propia gripe....Muchos virus no han desaparecido, pero los tenemos bajo control. El único que ha desaparecido es el de la viruela, que costó un esfuerzo enorme. Todos los demás ahí siguen. Y al virus actual le tenemos que vencer de la misma manera.
¿Cuánto tardaremos en disfrutar de un fin de semana como el del pasado 7 y 8 de marzo, el último antes de decretarse el estado de alarma?
En Euskadi hay tantas opiniones como ciudadanos y en el resto de España igual sobre qué paso ese fin de semana, con partidos de fútbol, miles de manifestantes en las calles, bares llenos...Necesitamos un informe independiente e imparcial, despolitizado sobre cuándo se recibió información, qué información se obtuvo del Centro de Enfermedades Infecciosas de Europa, cuál se recibió de la OMS y cuándo....Lo relevante es contar con un informe para asegurar que vamos aprendiendo. Por eso, yo sigo sugiriendo que haya un informe imparcial, independiente y despolitizado porque vamos a aprender más a cómo protegernos que no de un informe que se cocina solo políticamente por unos u otros.
Pues en España tal y como están las cosas políticamente parece difícil conseguir un informe de esas características.
Unos ciudadanos a los que se les ha pedido ser responsables y agentes activos en el control epidemiológico, lo mínimo que pueden esperar es recibir información transparente, fidedigna y puntual sobre lo que ha pasado, por qué ha ocurrido y cómo nos preparamos mejor. Es decir, no vale pedir a los ciudadanos que sean maduros y después tratarles como niños de cara a la información que se les da. En Nueva Zelanda y en el Reino Unido ya hay un grupo de científicos en la 'sombra' haciendo informes paralelos a los oficiales que salen del Gobierno para asegurar que el país esté mejor preparado. Eso no es hacer oposición, eso es intentar asegurar que no se repita la misma historia otra vez. Se lo debemos a los fallecidos en la pandemia. Cuando ocurre un accidente nuclear, uno de aviación o algún evento clínico adverso en los hospitales no sirve para nada culpabilizar, no se aprende nada. Sólo sirve para repetir el error. Si aprendemos realmente de lo que ha pasado y nos hacemos las preguntas difíciles de contestar estaremos mucho mejor preparados para la siguiente epidemia. Porque seguro que habrá otra epidemia.
Las mascarillas, las tomas de temperatura...¿formarán parte de nuestro día a día?
Entramos en la cultura de las mascarillas, de tener alguna aplicación en nuestros móviles para saber si estamos cerca de gente infectada...vamos a un entorno de control digital voluntario y hacia dos años de distanciamiento social o físico.
El Gobierno aún es reticente a implantar la mascarilla de manera obligatoria, salvo en el transporte.
Yo digo mascarilla sí desde que sales de casa. Hubiera añadido eso hace tiempo y muchos test en las residencias de mayores.
Test y prevención, lo que se conoce como rastreadores.
Test para identificar a una persona y rastreadores para seguir a sus contactos, aislarlos... Si, por ejemplo, identificas en una zona de Donosti un pequeño brote es preciso poder rastrearlo a la velocidad de la luz y asegurar que no vaya a más. Hay que poner a los contactos en cuarentena. Es una manera de controlar el brote localmente. Lo que se podría haber hecho hace dos meses, pero cuando nos dimos por enterados estábamos en medio de la epidemia y ya no servía esa forma local de trabajo.
Eso exige cambios de calado en el sistema sanitario, diseñado para la atención a enfermos agudos.
La plantilla de Atención Primaria junto al personal de Salud Pública son los mejores rastreadores. Deben trabajar codo con codo. Ahora en fase de desescalada y con todo el verano y el otoño por delante tenemos que contar con una infraestructura para controlar los brotes locales. Para eso es preciso que cada comunidad autónoma lo tenga montado. Y España en general tiene la suerte de contar con un modelo de infraestructura de Atención Primaria que otros no tienen. Tenemos mejores condiciones para ese control local.
Hasta que empezó la pandemia, era habitual escuchar las quejas de los profesionales de la Atención Primaria denunciando sobrecarga asistencial, exceso de burocratización y reclamando más tiempo para atender a los pacientes.
El modelo asistencial es pasivo, anda esperando a que los pacientes se pongan enfermos y vayan a los centros de salud o a urgencias para ocupar una cama. Por ejemplo, de forma digital se puede identificar que un enfermo crónico se está descompensando. Por lo tanto, se podría enviar enfermería comunitaria o un médico a su casa para que le atendieran. Así se podría evitar el 50 % de las personas que acuden a urgencias y que después son ingresadas en el hospital. Pero el sistema sanitario no está montado de esa manera. En Euskadi, se lanzó ese plan en 2010 y 2011, conocido como la estrategia de cronicidad que después copió todo el mundo. Pero no hemos concluido el modelo. Con eso montado se puede actuar de manera proactiva y preventivamente sobre los que ya tienen enfermedad. Y no andas esperando pasivamente a que vengan. Todo ha estado enfocado a los agudos y ahora hay una epidemiología de enfermos crónicos. El 90 % de la mortalidad en España es por enfermedades crónicas.
Con la sensibilidad a flor de piel hacia el sistema sanitario, ¿se abre una ventana de oportunidad para mejorar el modelo?
Pues sí. El país se va a empobrecer y habrá muchos problemas con el paro. Bajará la angustia con relación al virus, pero aumentará la inseguridad social. En ese momento de incertidumbre hacia el que nos dirigimos, que durará tres o cuatro años, necesitamos asegurar a los ciudadanos que contarán con una sanidad y educación públicas. Al menos que cuando los ciudadanos se levanten por las mañanas se den cuenta de que en estos dos aspectos no hay inseguridad, que van a tener un sistema sanitario que les va a proteger, que podrán mandar a sus hijos a un colegio público digno. En otras sociedades, como la de Estados Unidos, no existe ninguna de estas seguridades. Por eso es una ventana de oportunidad, pero puede que no dure mucho políticamente. Dentro de un año a lo mejor estamos hablando de otra cosa. Le doy de seis meses a un año a esa ventana de oportunidad. Se cierra y se abre.
¿Qué nota le pondría al sistema sanitario español?
Por el lado humano y de plantilla, un 10. Por el modelo organizativo y de gestión, menos. Tenemos un modelo que no está acabado, no están integrados los servicios sociales y sanitarios. Ha ocurrido un drama en las residencias y si hubiéramos tenido un sistema integrado dispondríamos de un modelo mejor. Por lo tanto, solo podremos dar un 10 al modelo cuando tengamos integrados los servicios sociales y la sanidad. Hasta ese momento, tenemos una buena sanidad para enfermos agudos, pero no para crónicos.
Lo que sí se ha demostrado que el sistema es eficaz: los sanitarios con menores sueldos respecto a otros países europeos, pero capaces de sacar todo el trabajo adelante y con nota.
En agudos ha venido muy bien, pero en crónicos hay países que van mejor que nosotros. Un diabético, un hipertenso, un enfermo respiratorio crónico.... están siendo mejor tratados en otros países que en el nuestro.
¿Le han sorprendido algunas imágenes dantescas en varios hospitales con sanitarios pertrechándose con bolsas de basura como protección frente al virus?
Es algo que tendrá que explicarse con información imparcial. Hay que aprender mucho para que en la segunda oleada, que se espera para el otoño, no se vuelvan a ver esas imágenes. De ahora hasta el verano hay que asegurar todo lo que necesiten los sanitarios, que tengan todos los equipos de protección. ¿Cómo? Pues asegurando una producción nacional o, al menos, autonómica. Los médicos, la enfermería, todos los sanitarios...cuando tienen un enfermo delante están más pendientes del riesgo para el paciente que para ellos. Por eso, por esa buena voluntad, por esa ética profesional muchos se han infectado. El sistema les ha desprotegido.
El Gobierno vasco quiere organizar las elecciones para julio y ha tenido que dar marcha atrás al regreso de los alumnos a las aulas el 18 de mayo. ¿Cómo está viendo el momento de la desescalada?
La mezcla científica y política es muy compleja. Los políticos deciden y los científicos informan. En Madrid, los científicos han dicho una cosas y los políticos han decidido otra sobre las fases que se querían pasar. En el caso de Euskadi, conociendo la red y si eres capaz de controlar los brotes que se puedan dar se puede desconfinar. Si se han controlado esos pequeños brotes que surgen aquí y allí y si la población es responsable hay garantías para salir con menos riesgo de casa. El equilibrio entre la economía y la salud es un ejercicio político. Cuando los indicadores y la tendencia son buenos se puede razonar como se está haciendo. Creo que se reúnen las condiciones para celebrar las elecciones vascas en julio.
¿Qué le parecido la respuesta autonómica frente a la pandemia: un sistema sanitario descentralizado, pero con mando único durante la crisis?
Hacía falta una respuesta nacional en términos de coordinación al principio, pero todos los que estamos en el sector sabemos que la gestión descentralizada en comunidades autónomas tiene muy buenos resultados. En una pandemia como la actual, hay que encontrar un equilibrio entre las decisiones que se toman en un estado de alarma y a la vez asegurar una buena comunicación con las autonomías. No ha habido una relación suficiente entre el nivel central y autonómico, pero creo que se está corrigiendo.
Habrá que aceptar que las enfermedas infecciosas no son algo del siglo XIX.
Desde que nos hemos globalizado más. En los últimos 30 años han aparecido hasta seis virus. A todos se les ha controlado con una mezcla de confinamiento y vacunación, pero el actual ha llegado a un nivel de escala que lo ha hecho mucho más visible, al ser más contagioso. Nos tenemos que dar por aludidos porque los virus llevan diciéndonos tres o cuatro décadas que les interesamos. Y mucho más desde la globalización porque, de repente, tienen más víctimas. Hay que ponerse en un escenario de un virus muy contagioso y muy letal. Hay que prepararse mucho mejor de lo que estamos actualmente y por eso necesitamos un informe imparcial sobre lo ocurrido. Tienen que hacerlo personas sin vinculación política y con credibilidad. Es la única manera de prepararse e invertir en Salud Pública. No hay que descartar que pueda venir un virus con una mortalidad de un 20 o 30 %. Siempre hay que prepararse para el peor escenario.
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