Radiografía de la LGTBIfobia en Euskadi: aumentan los casos y la transfobia, pero se afina la detección
“Las damas primero”. Estaba a punto de subir al autobús en Ermua (Bizkaia), donde vive, para ir a Bilbao cuando un hombre que también iba a subir se lo dijo. “Era cuando todavía no expresaba tanto mi pluma. Parece una tontería, pero no es necesario decir eso. Es violento”. Iker Mojón tiene 21 años, es gay y no es el único comentario homófobo que ha recibido. En 2016, él y su anterior pareja hacían cola en el Burger King del centro comercial Ballonti, en Portugalete. Se besaban. “Era un beso bastante apasionado y un hombre nos dijo que no lo podíamos hacer allí. Pedimos perdón porque igual nos habíamos pasado y paramos”, recuerda. Minutos después, en la misma cola, se dieron “un pico muy sencillo” y el hombre que los había interpelado la primera vez volvió a hacerlo. “No hagáis esto en la calle, maricones”, fueron sus palabras. “Me quedé en shock porque no me había pasado nunca. Estaba en blanco”, explica Iker. Quien sí reaccionó fue su expareja, que le espetó al hombre que “por qué tenía que decirles a ellos nada” y que “no hacían nada malo”. “Nos dijo que no nos podíamos besar allí porque había niños y que tenía que ser en nuestra casa”. Les gritó “maricones” una segunda vez y solo se calmó con la llegada de su mujer. “Ella decía 'déjalo, déjalo'. Y cuando el hombre se calló, la mujer nos dijo que 'si ya sabíamos cómo se estaba poniendo su marido para qué seguíamos'. ¿Por qué tengo que dejar de dar un beso a mi pareja?. En un primer momento igual nos estábamos besando de forma muy apasionada y no era ni el momento ni el lugar. Eso lo comprendí, entre comillas, pero su motivo no era ese. Su motivo es que éramos dos chicos”, cuenta Iker.
En 2020, se registraron en Euskadi 241 delitos de odio, más del doble que el año anterior, cuando fueron 105. Así lo recoge el 'Informe de incidentes de odio de Euskadi 2020', presentado el pasado mayo. Los datos revelan que los delitos contra la orientación sexual e identidad sexual constituyen la segunda tipología de delito de odio más frecuente, por detrás de los de carácter racista o xenófobo, que fue la categoría con más delitos registrados (117, un 48,55%). Contra la orientación sexual e identidad sexual se registraron 50, un 20,75% del total, lo que supone un aumento del 284,62% respecto a 2019, cuando la cifra de este tipo de delitos fue de 13. De los diferentes colectivos, el más victimizado en 2020 fue el gay, con 31 delitos, un 62% del total, y en segundo lugar las personas trans, con 10 de los 50 delitos. Tres fueron contra personas lesbianas y los seis restantes se clasifican en la categoría “sin especificar”. Si se separan los datos por provincias, Bizkaia acumula la mitad de los delitos registrados -25 en total y 16 contra hombres gais-, principalmente en Bilbao y Barakaldo, en Gipuzkoa fueron 20 y en Álava cinco.
Este es ya el cuarto informe sobre delitos de odio que se elabora en Euskadi y matiza que, debido a “la irrupción de la pandemia y su afección directa y drástica” en el “ámbito del ocio nocturno y la celebración de espectáculos deportivos”, este año no se han incluido en el cómputo de casos los “registros de infracciones administrativas” vinculadas con esos sectores de actividad. Respecto a años anteriores, los datos del informe revelan un aumento exponencial de los delitos registrados. En 2019, se habría registrado la cifra más baja y desde 2016 los números oscilan entre los 124 y los 130 delitos por año. La explicación que ofrece el texto para el aumento en 2020 es la “mayor eficacia policial en la detección y registro” y una “mejora de la actividad policial sobre el terreno”. También se apunta a “un posible aumento en la confianza de los colectivos diana hacia las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad” o a mejoras en la formación de los agentes que recogen las denuncias. Sin embargo, el informe puntualiza que la “cifra negra” de los delitos de odio “sigue siendo muy alta”. Esta “cifra negra” la componen todos aquellos delitos de odio que no se denuncian (por reticencia o miedo, o por denuncias contra otros órganos que no sean la Policía, por ejemplo) y que “impiden conocer el verdadero alcance de la victimización”. En el caso de los delitos contra la orientación e identidad sexual, se han triplicado durante el último año y han pasado de la tercera posición como colectivo más victimizado a la segunda.
El informe también analiza los documentos publicados por la Red Eraberan. Creada en 2015 y compuesta por representantes del Gobierno vasco y asociaciones de colectivos diana (Aldarte, CEAR Euskadi, Gehitu, SOS Racismo, entre otras), la red opera en el conjunto de la comunidad autónoma y atiende a personas que hayan sido víctimas de cualquier tipo de delito de odio o discriminación. Según sus datos, el 30,6% de los casos atendidos en los últimos cuatro años han sido registrados como casos de discriminación contra personas por ser parte del colectivo LGTBI.
“La transfobia está creciendo”
“Al preguntarnos '¿qué está pasando?' parece que partimos de una realidad nueva y realmente el diagnóstico es que vivimos en un sistema cisheteropatriarcal. A medida que el colectivo LGTBI avance, sea más visible y conquiste derechos y espacios, quienes quieren sostener ese sistema van a hacerle frente con todas sus armas”, explica Amets Martínez de Heredita, coordinador del Observatorio contra la LGTBIfobia (Ikusgune) en Vitoria. En abril de 2021, la asociación publicó un informe con el total de incidencias registradas contra el colectivo LGTBI desde marzo de 2020. En un año, se recogieron 25 casos de LGTBIfobia en Vitoria. Desde Ikusgune lo atribuyen al confinamiento y la pandemia de la COVID-19, que “ha dificultado la obtención de datos”. Sin embargo, estos revelaron un aumento en el número de agresiones contra las personas trans, que encabezaban la lista de incidentes (seis de 25), lo que no había ocurrido en el periodo previo. “Hemos asistido a la polémica suscitada por la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans”, se señalaba en el informe. Martínez de Heredita considera que “la transfobia no nace con el registro del borrador de la ley trans, pero que sí ha generado una serie de discursos que han fomentado el desprecio hacia el colectivo”. “Hay una realidad clara: la transfobia está creciendo y dentro de esa transfobia nos encontramos con que los casos de violencia más sangrantes o graves, como pueden ser las palizas, se cometen contra las mujeres trans”, expone el coordinador. Desde mayo de 2021, la cifra de agresiones contra el colectivo LGTBI en Vitoria ha aumentado exponencialmente e Ikusgune ha registrado, por ahora, 15 nuevas incidencias. De ellas, ocho, más de la mitad, corresponden a casos de transfobia.
Hay una realidad clara: la transfobia está creciendo y dentro de esa transfobia nos encontramos con que los casos de violencia más sangrantes o graves
La última se produjo el domingo 1 de agosto, cuando una mujer transexual de 38 años denunció a la Policia Local haber sido agredida sexualmente y amenazada con un arma blanca en el barrio vitoriano de Abetxuko. Diez días antes, el 22 de julio, otra mujer trans, de 64 años, fue agredida en el Casco Viejo de la ciudad al grito de “maricón de mierda”. Tras escuchar los insultos, según denuncian en la asociación, la mujer se dio la vuelta y “recibió tres puñetazos en la cara”. Ambas agresiones se han producido un mes después de que el colegio público Umandi de Vitoria denunciara una serie de pintadas contra el colectivo LGTBI sobre un mural en el patio del centro con la bandera arcoíris, que había sido pintado el 17 de mayo por el Día Mundial contra la LGTBIfobia. “Esto con Franco no pasaba”, “transformers no” o “marikas” fueron algunas de las frases escritas sobre el mural. También en Bizkaia se han dado ataques recientes contra personas dentro del colectivo LGTBI. En junio, un joven de Basauri denunció haber sido insultado y agredido por un grupo de 13 personas, que le propinaron puñetazos y patadas al grito de “maricón de mierda” y por las que tuvo que ser trasladado al hospital. Y un mes más tarde, una pareja que se besaba de madrugada en el Casco Viejo de Bilbao denunció que un hombre los había increpado y perseguido con intención de pegarles. Y el pasado viernes, 13 de agosto, un joven de Amurrio (Álava), denunció a la Ertzaintza haber sufrido una agresión homófoba.
“Los discursos de odio que se han venido alimentando en las instituciones, los medios de comunicación y en las calles suponen la legitimación para una serie de actos más violentos, como las palizas o los asesinatos”, explica Martínez de Heredita. En el periodo 2020-2021, seis de las 14 incidencias registradas por Ikusgune en Vitoria corresponden a la tipología del discurso de odio y de los 241 delitos registrados por la Ertzaintza, 14 también se enmarcan en esta tipología. Es la quinta más frecuente después de lesiones, amenazas, trato degradante y coacciones. Desde la asociación consideran que “no toda la culpa la tiene la ultraderecha” y que “incluso las personas que no pertenecen a esos espacios pueden ser cómplices del discurso en algún momento”. Se refiere a “las típicas gracias en la cuadrilla o en una despedida de soltero” o a los mensajes y chistes que se envían por WhatsApp. “Los discursos de odio también necesitan de la gente. Son los que generan los espacios de hostilidad hacia el colectivo”, añade.
Tienes que ir con pies de plomo porque en cualquier momento te pueden desacreditar, se pueden meter contigo o cosas peores. Crees que no mereces estar ahí
A Iker, las agresiones que ha sufrido, todas en el ámbito público, le hacen sentir que la calle no le pertenece. “Parece que es suya y no tuya. Tienes que ir con pies de plomo porque en cualquier momento te pueden desacreditar, se pueden meter contigo o cosas peores. Crees que no mereces estar ahí, que estás de prestado y solo porque te lo permiten”, se lamenta el ermuarra. La vía pública es el lugar donde más agresiones se cometieron contra la orientación sexual y la identidad sexual el año pasado. De los 50 casos registrados, 20 fueron en la vía pública y 10 en la vivienda. “La calle no es un espacio seguro para la disidencia sexogenérica o para un hombre que no sea blanco, cisgénero y heterosexual”, sentencia Martínez de Heredita. En el caso de Iker, confiesa que su inseguridad o miedo por la calle “ha aumentado”. “Yo siempre he sido una persona con bastante pluma, pero al estar en el 'armario' me reprimía. Luego descubrí que no tenía por qué hacerlo. Mi forma de vestir y mis amaneramientos han crecido exponencialmente con el paso de los años”, explica. Para él, los momentos en los que se exacerba esa inseguridad dependen del lugar, de cómo vaya vestido y de con quién esté. “Si estoy en un bar lleno de hombres, sin ser de ambiente, siento bastante más inseguridad que si estoy con un grupo de chicas o en un sitio que ya conozco”, ejemplifica el joven de Ermua.
“Coge ese bolsito y vete”
La familia es otro de los espacios “de mayor hostilidad y en los que más incidencias se recogen”, explica el coordinador de Ikusgune. Para él, el incremento de las agresiones en el entorno familiar es fruto de la pandemia: “La mayor parte de nuestras vidas las pasamos en el trabajo o en el colegio. Sin embargo, en el contexto de un confinamiento ese espacio se transforma en la familia y es allí a donde se trasladan las incidencias. Eso tiene que ver con la educación, la cultura en la que nos movemos y con que la familia es una de las grandes instituciones del sistema heteropatriarcal”. Mario -nombre ficticio para preservar su intimidad- vive con su madre, la pareja de su madre y su hermana, y ha experimentado la hostilidad intrafamiliar a raíz de su sexualidad. En una discusión “acalorada” con la pareja de su madre, Mario “le echó en cara que no era un buen padre” y que con su comportamiento “lo único que hacía era que su madre estuviera peor (le han diagnosticado depresión)”. “Tú sí que estás enfermo. Coge el bolsito ese y vete”, fue la respuesta que recibió. “A simple vista puede parecer que no me dijo nada, pero yo sé por dónde iban los tiros. Aunque no se diga de manera explícita te lo está dejando caer: estás enfermo porque eres maricón”, señala Mario. Recuerda que en ese momento, a pesar de estar enfadado, se quedó en blanco, y que cuando las agresiones se dan en el ámbito privado “se siente aún peor”. “Ya en público te sientes excluido y que no mereces estar ahí porque la propiedad de ese ámbito es de las personas cisheterosexuales. Imagínate cuando sucede algo en casa, un sitio en el que deberías estar tranquilo y no es así. Tu propio hogar tampoco te pertenece”, se lamenta.
“En último lugar está el ámbito laboral”, indica Martínez de Heredita, y ahí distingue dos tipos de incidencias. La primera, contra las mujeres trans: “Directamente se les niega el acceso al mundo laboral. Muchas veces no conocemos discriminaciones directas porque la gran discriminación que existe es que se les cierran todas las puertas y sin embargo es el espacio en el que más tiempo pasamos”. La segunda está relacionada con la visibilidad, con exponer abiertamente la sexualidad o identidad de género en el espacio de trabajo. “Muchas personas LGTBI deciden no ser visibles argumentando que su vida personal no la tienen que compartir en el trabajo. Sin embargo, la vida de las personas heterosexuales sí se comparte. Todos sabemos quién tiene marido o mujer, quién se va a casar o divorciar. Sabemos muchísimas cuestiones sobre las vivencias de las personas heterosexuales, pero las personas LGTBI consideran que es un espacio donde deben mantener la privacidad”, explica.
Lo previsible es que la intensidad de las agresiones baje en los próximos meses, pero una cosa es que baje y otra es que volvamos a los datos que teníamos lo años previos
Respecto a si se ha dado o no un aumento de la violencia en Euskadi, Martínez de Heredita es claro: “Sí, hay una escalada de la violencia”. Pero advierte de que “el verano es la época en la que se concentran más agresiones” (en Euskadi el 17,33% de los delitos contra la orientación sexual se dio en verano) y que “es una realidad que se ve todos los años”. “Lo previsible es que la intensidad de las agresiones baje en los próximos meses, pero una cosa es que baje y otra es que volvamos a los datos que teníamos lo años previos. Sí estamos ante un crecimiento, que seguramente se recrudezca un poco más”, añade. La solución para el coordinador, o parte de ella, “es el trabajo institucional”, que califica de “imprescindible”. “Hay que tomar cartas en el asunto. Tienen que estar en colaboración con los colectivos LGTBI para buscar políticas que paralicen lo que está ocurriendo”, insiste. En el informe de Ikusgune de 2020, la asociación recogía que “Euskadi sigue sin contar con una ley específica de garantía de los derechos de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales, como sí lo hacen comunidades autónomas como Navarra, Madrid, Catalunya o las Islas Baleares, entre otras”. La “ausencia de un marco normativo propio -añadían- provoca un vacío legal que permite expresiones de odio no recogidas por el Código Penal”.
Otra de las vías para el cambio, según Martínez de Heredita, es la unión y la respuesta conjunta de toda la sociedad: “Cuando estamos ante un delito de odio, no es solo la persona agredida la que sufre esa agresión. Se pretende lanzar un mensaje de miedo al resto de personas para que no se expresen libremente, se dirige contra un colectivo. Toda la sociedad tiene que sentirse interpelada y tiene que frenar lo que ocurre. Eso se hace no participando en ese corporativismo necesario en los diferentes espacios (cuadrillas, familia, lugar de trabajo) en los que existen mofas e insultos contra el colectivo. El mensaje que debemos lanzar a los agresores ha de ser claro y nítido. Por aquí no van a pasar y sus actitudes no caben ni en nuestras calles, ni en nuestros pueblos, ni en nuestras ciudades”.
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