“Miles”, vodevil de manual para un gran Carlos Sobera y un genial Ángel Pardo
“Lo que es, no lo es, y lo que no, puede ser que lo sea”, una de las frases escuchadas esta noche en el proscaenium del teatro romano de Mérida, resume a la perfección la trama, pero también los límites, de una comedia, “Miles Gloriosus”, escrita hace más de veinte siglos por Plauto y que ahora Pep Antón y Antonio Prieto han reconvertido en un vodevil de manual.
Personajes que entran y salen de escena, enredos, ovillos de dimes y diretes, y golpes de humor, algunos no muy sofisticados, sostienen este “Miles Gloriosus”, que en su primer día de representación en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida ha llenado las caveas de este templo de la escena.
Que el padre de la comedia clásica y actual sea un genio ya se sabe, pues la historia de la dramaturgia ha bebido siempre de su hilarante caldo, pero lo que muchos desconocían -no tiene perdón- es que Carlos Sobera, además de ser un rostro televisivo, tiene más tablas en el teatro que el taller de Geppetto, lo que le permite a Plauto seguir en el Olimpo.
“Miles Gloriosus”, uno de los referentes de la costura original del vodevil, ha puesto de relieve que con los hilos del siglo II antes de Cristo con los que Plauto tejió la comedia se puede confeccionar un humor actual, una sátira en la que el espectador del siglo XXI se ve reflejado y una risa que no entiende de tiempos.
Con una adaptación libre de Antonio Prieto y bajo la dirección de Pep Antón, este “Miles Gloriosus”, encabezado por Sobera, ha respondido a los que un buen número de espectadores buscaban al comprar su entrada: abstraerse de su día a día, dejarse liar por el ovillo de Plauto mientras se ríe un rato y asistir a un final acomodado.
Sobera tiene tirón y eso lo saben en Mérida y en todo el país, de ahí que haya centrado las miradas del público, que nada más sentarse ha sido testigo de que el bilbaíno hasta canta cuplé.
Quienes desconocían la faceta de actor teatral de Sobera han recibido esta noche una lección de lo que es capaz de quien hasta ahora sólo conocían por televisión. Sabe estar -hasta no estar-, interpretar, cantar y conectar con el público.
El bilbaíno, merced a la dirección de Antón, está como pez en el agua, sabe manejar el ritmo de los tiempos y repartir, merced a su papel, la sopa nada boba del humor de Plauto que, al menos en esta obra, es muy sencillo y previsible.
También es cierto que el protagonismo de Sobera en esta obra se sostiene, entre otros engranajes, gracias al buen hacer de Ángel Pardo. El incombustible actor madrileño, que hace de esclavo de Miles, hace un trabajo extraordinario y brilla con luz propia.
Otro eje de este vodevil es la presencia sobre el escenario de Antonio Prieto, quien, además de haber hilvanado esta versión libre de “Miles Gloriosus”, tiene un papel en la obra digno de elogio.
Miles es un militar fanfarrón, que se cree más guapo que nadie y piensa que su forma de ser lo hace irresistible. Mentira. Quienes le rodean, entre ellos su amada Cornelia, papel que interpreta con vocación Elena Ballesteros, y su esclavo Geta (Ángel Pardo), se ríen de él.
Con el apoyo de Minervina -una Elisa Matilla que, como siempre y a lo largo de su excelsa carrera, sabe contagiar el caos ordenado del humor-, Plenilunio (David Tortosa), Selectus (Juanjo Cucalón), Porcia (Arianna Aragón) y Capadocio (Prieto), diseñan un plan para que Miles reciba la misma pomada con la que él trata a la gente.
Lo cierto es que la pomada también tiene sello de Plauto, un autor que, tras poner de vuelta y media a los personajes malpintados y desdibujados como es el caso de Miles, siempre les da un toque de ternura al final de la obra.
Este “Miles Gloriosus” es un ovillo de líos demasiado grande para un solo hilo, pero las buenas agujas de su reparto permiten enhebrarlo para confeccionar algunas risas y coser las tapas de este manual de vodevil.
0