Lois Pereiro pasea por París. Septiembre, 1989. Aún no ha publicado ningún libro. A la manera de su adorado Baudelaire, es un flâneur, observador atónito, asombrado ante lo que lo rodea pero sobre todo ante sí mismo. Centroeuropa como espejo de una intimidad acechada por la enfermedad y la adicción. Pequeños cuadernos le sirven para anotar el mundo, ese mundo. “No me importa el lugar del que vengo, no me importa el lugar al que voy; ¿por qué sigo en pie en cualquier parte en la que estoy?”, escribe en un bar de la capital francesa. Inéditos hasta ahora, tras 25 años desde su muerte, la editorial Chan da Pólvora acaba de rescatar los diarios de viaje de un poeta marcado por la cultura postpunk, fundamental para la poesía gallega contemporánea.
“Maintenant, c'est fini / Le voyage est là haut [Ahora, acabó / El viaje es la cumbre]”, comienzan las notas en el tren que, por Irún (Euskadi), llega a Francia. Datados entre 1989 y 1996, estos Cadernos persoais -así es el título; la edición, del escritor Héctor Cajaraville- testimonian la andadura del poeta por Francia, Reino Unido, Bélgica y Alemania. Además, incluye un dietario que inaugura en Navidad de 1995 y recoge los últimos escritos del autor: una mezcla de agenda de ocupaciones, reconocimiento a los seres queridos y auscultación del propio estado de ánimo. “(Me siento en una calma nerviosa pero prudente)”, dice el martes 19 de marzo de 1996. Moriría apenas dos meses después en A Coruña, con 38 años de edad. En 2011 protagonizó uno de los más populares Día das Letras Galegas de los que hay memoria y su figura se difundió fuera de Galicia en numerosas traducciones.
El período que recorren los cuadernos coincide con el de la publicación de sus dos libros de poemas, Poemas 1981/1991 (1992) y Poesía última de amor e enfermidade (1995). El poeta que no sabía, ni quería, separar la vida de la obra emerge en sus páginas. “Pero yo tampoco creo que el autor y su obra puedan separarse, como hace un carpintero o un funcionario de Correos después de haber finalizado su trabajo. De hecho creo cada vez más en la íntima relación estética y moral de un artista y su arte”, le explicaba en 1985 al periodista, y amigo íntimo, Manuel Rivas. Frases que luego serán versos, bocetos de poemas, aforismos arrancados de autores como Peter Handke o Paul Celan, amigos que vienen y van, el mismo ambiente cosmopolita, políglota y existencialista que atraviesa su poesía de sangre y metal, son algunos de los materiales consignados en estos diarios.
“Ese exilio interior que vive Europa, ese hábito de construir paraísos para poderlos destruir”, declaraba en la misma entrevista con Rivas. Lo va a comprobar en propia piel. Pasa por Düsseldorf, Hamburgo -el barrio rojo de Sankt Pauli-, Köln, Lovaina, Londres o Aquisgrán. Esas ciudades forman también la geografía de cemento, angustia e historia en que se asentaron sus poemas. Porque en los cuadernos respira, de cierto modo, una exhibición de vida y curiosidad por el exterior, que contrasta con la continuada presencia de la muerte, casi como un presentimiento. “Pero yo soy L. Pereiro, el próximo cadáver”, escribe en marzo de 1991. No falta ni un año para que su primer libro confirme la estatura del escritor, cuyo trabajo hasta ese momento había aparecido en revistas y volúmenes colectivos. Cinco años más tarde estará muerto.
A Pereiro lo determinó la literatura de Mitteleuropa y la música derivada del punk. PiL, Joy Division o los Sex Pistols comparecen en su escritura al lado de Rilke, Brecht o Ánxel Fole. Atrapado por las enfermedades del capitalismo industrial -padecía sida, pero su muerte se deberá finalmente a las complicaciones derivadas de la ingesta de aceite de colza-, diagramó una poesía aguda como bisturí, confesional aunque simbolista, pocas veces hermética. Y, a pesar de convertir sus libros, indica el editor de los cuadernos Héctor Cajaraville, “en viajes hacia su propio interior”, siempre permaneció atento al proceso histórico. Su perspectiva era libertaria. No por casualidad saluda en un poema esperanzado la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que, en enero de 1994, decreta el inicio de las hostilidades globales contra el neoliberalismo. “En Alemania hay en el aire la violencia de la revuelta interior de su espíritu”, observa en septiembre de 1989. “En Irún, en el electro, la miseria de varios portugueses que van a mi lado despierta en mí sombras antiguas, hace brotar la hiedra de lo evidente olvidado”, anota en otro momento.
Pero estos Cadernos persoais son, también, el taller del poeta. Ideas para relatos nunca escritos, fulgures y epifanías, rastros de lecturas y una mujer que pasa, trozos de canción, reflexiones sobre lo que mira, cualquier cosa es digna de ser inscrita. “Creo que rompen el cliché que existe sobre él, lo del poeta maldito y enfermo”, considera Cajaraville, “porque en ellos hay mucho humor, una persona que disfruta descubriendo lugares nuevos, mucha vida. Además, pueden ayudar a completar la visión sobre su obra”. El editor, que se encargó de transcribir unos diarios manuscritos de caligrafía endiablada, intuye que en ellos se percibe “la simbiosis entre lo que escribe para sí mismo y lo que escribe para publicar”.
En un poeta como Pereiro esa línea se diluye. Su poesía, especialmente Poesía última de amor y enfermedad, es como notas a pie de página de los días. Y sus diarios a veces adoptan forma de poema. “Yo creo que los cuadernos no conforman tanto un laboratorio como un almacén con materiales para desarrollar más tarde”, puntualiza Cajaraville, “pero sí que me dan a entender que los poemas de Pereiro tienen un origen visceral, de inspiración, más que un trabajo minucioso”. Hace una década que manejó estos apuntes por primera vez. Los transcribió, colocó las notas y tradujo -con apoyo, dice- los fragmentos en inglés, francés y alemán. Pero el trabajo quedó en un cajón. Ahora lo recuperó Chan da Pólvora, la editorial que dirige el también poeta Antón Lopo y, como Lois Pereiro, también oriundo de Monforte de Lemos.
Cadernos persoais incorpora, además, reproducciones fotográficas de los mismos y tres textos agrupados bajo el epígrafe Contornas. Uno lo escribió el propio Cajaraville, É que fun deus algunha vez?, y relata la peripecia editorial del volumen y su propia lectura de Pereiro. El segundo es de Fernando Saco, amigo del poeta y compañero de periplos: As viaxes de Lois Pereiro por Europa. El tercero y cierre se titula O Lois viaxeiro y lo firma su hermana Inés. Finaliza: “Terrazas, cervezas, pequeños cuadernos, poesía, pies destrozados de andar, un calvados, plazas, cementerios… Estos son los recuerdos que tengo de mis viajes con Lois [...] Entendí su forma de viajar, y para bien o para mal, ahora yo no sé hacerlo de otra manera”.
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