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Flores contra una autovía: tres especies de plantas amenazadas fuerzan a cambiar la infraestructura que unirá Santiago y Lugo

La Santolina melidensis, una de las especies endémicas amenazadas que se ve afectada por la construcción de la autovía A-54 entre Santiago y Lugo

Beatriz Muñoz

7 de junio de 2021 06:00 h

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La autovía que unirá la ciudad de Lugo con la capital de Galicia, la A-54, acumula años de obras y retrasos y sigue aún pendiente de la finalización de dos tramos. Uno de ellos, el que va de Melide (A Coruña) a Palas de Rei (Lugo), atraviesa una zona de suelos inusuales en los que crecen tres especies de plantas igual de raras y que están en peligro de extinción. Son la santolina de Melide (Santolina melidensis), la magarza de Barazón (Leucanthemum gallaecicum) y la herba de namorar de Merino (Armeria merinoi) y su presencia ha obligado a hacer varios cambios en el proyecto de la infraestructura y a elaborar un plan de compensación por la población de estas flores que se ve afectada.

En plan final es levantar la calzada sobre un viaducto que se mantendrá con el trazado ya previsto, pero más estrecho. El Ministerio de Movilidad, Transportes y Agenda Urbana explica que el ancho de la mediana pasa de 27 a nueve metros y se “minimiza la ocupación”. No habrá separación entre las calzadas con el objetivo de tener que remover lo menos posible la tierra sobre la que hay que construir. Botánicos de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) que han analizado el impacto de la vía han recogido ya material genético de las plantas del área afectada. Lo conservan en el banco de germoplasma de la USC y ya han empezado a cultivar en un invernadero los primeros ejemplares. La previsión es reintroducir las plantas en terrenos que consideren adecuados para que crezca este tipo de flora tan rara que solo se puede encontrar en esta localización específica del interior de Galicia.

Uno de los botánicos que trabaja en el proyecto y que es miembro del grupo de investigación de Análisis y Conservación de la Biodiversidad de la USC, Miguel Serrano, explica que esta zona es “bastante sensible” y está integrada en la Red Natura. Los terrenos en los que crecen estas flores forman parte de la zona de especial conservación de la sierra de O Careón. Las prevenciones adoptadas inicialmente por la empresa adjudicataria (Acciona), que empezó las obras en el verano de 2017, fueron consideradas insuficientes por las administraciones gallega y estatal. Fue entonces cuando intervinieron los expertos en biología para comprobar que las medidas compensatorias no eran “solo cosméticas”, indica Serrano.

“Lo ideal hubiese sido que la autovía no pasase por ahí”, resume el botánico. Pero el trazado se aprobó tras alegaciones y protestas y los esfuerzos se centran ahora en proteger a estas especies “endémicas y exclusivas” de este lugar. El motivo de su rareza es el suelo en el que crecen, un afloramiento de rocas serpentínicas, un tipo muy raro en la superficie de la Tierra. Tanto que solo representa un 1% o menos. Estos terrenos tienen muchos metales pesados, así que “es como si fuesen suelos naturalmente contaminados”, explica Serrano. Con las condiciones ecológicas “tan restrictivas” que producen, funcionan “como un laboratorio evolutivo”. Algunas plantas se adaptaron tan bien a estas tierras que ya solo crecen en ellas y por eso solo se pueden encontrar en esta zona entre los municipios de Santiso y Palas. La A-54 atraviesa el área en sentido este-oeste. “Pero el gran problema no es ese, sino que -el entorno de estas especies- se está degradando de forma constante y difusa”. Esto, es “más amenazante” que la infraestructura para su supervivencia.

El experto apunta a la transformación de las tierras para convertirlas en prados, plantaciones de eucaliptos o macrogranjas de cerdos. Cree que el plan de compensación que la empresa adjudicataria se vio obligada a aplicar debería servir de acicate para proteger la sierra de O Careón, que es una zona “valiosísima”. Su grupo de investigación quiere promover la candidatura de este espacio a los proyectos Life de la Unión Europea, un programa de conservación del medio ambiente.

Entre los terrenos candidatos a acoger las semillas que conservan los botánicos de la USC están los que ha comprado o alquilado en la zona la Asociación Galega de Custodia do Territorio. Uno de sus responsables, Martiño Cabana, critica que la Xunta no ha adoptado medidas específicas para proteger estas especies endémicas, pese a estar incluidas en el catálogo de especies amenazadas. La “dejadez” del Gobierno gallego hizo que solicitasen alquilar varias parcelas de la zona al Banco de Terras, que depende de la Consellería do Medio Rural. Pagan por estas fincas para darles protección a las especies vegetales que crecen en ellas. Por esta vía controlan 18,5 hectáreas y tienen otras 4,5 en propiedad. Los fondos para comprar estos terrenos, unos 20.000 euros, los reunieron con una subvención de la Diputación de A Coruña y con una campaña de crowdfunding que consiguió su objetivo en tres días. Están en la aldea de Barazón, que pertenece al municipio de Santiso.

Cabana, que es biólogo, expone que la intención es seguir ampliando parcelas para promover la conservación de las tres especies y darle difusión a esta flora peculiar. La asociación trabaja en rutas guiadas para mostrarlas y en actividades con los centros escolares. También instalaron paneles informativos en la iglesia parroquial, una forma de congraciarse con los vecinos, que no siempre han visto con buenos ojos la llegada de estas iniciativas ambientalistas. “La reticencia inicial es complicada, pero después, todo muy cordial”, explica.

Los habitantes de la zona son también una buena fuente para investigar cómo ha ido cambiando el paisaje. Estas flores, apunta Cabana, “probablemente estaban más extendidas antiguamente”. La hipótesis la lanza por la comparación con una ortofoto de 1956 y por las conclusiones que han extraído conversando con los vecinos. Los relatos hablan de que hace décadas había una actividad de ganadería tradicional y quemas. Las tierras se fueron transformando para producir pasto y cultivar eucaliptos que crecen y les tapan el sol a estas plantas, que no superan los 40 centímetros de alto y que “no aguantan la competencia” con otras especies. Cabana cree que la autovía no es el mayor de los problemas de estas plantas “a corto plazo”, pero sí ve un problema “grave” en que el trazado “corte” en dos la población de las especies porque dificulta el intercambio genético.

Entre las medidas compensatorias están un plan de reintroducción utilizando el material genético que conserva la USC de las plantas directamente afectadas por las obras, el control de especies invasoras que puedan llegar y un protocolo de seguimiento que se extenderá durante cinco años una vez finalicen las obras. La última fecha dada por el Gobierno central para prevé que la autovía esté lista a finales de 2022.

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