Cuando Fraga “abdicó de su responsabilidad de gestión prudente”: 20 años de su sueño de la Ciudad de la Cultura
El 16 de febrero de 1999, hace ahora 20 años, la Xunta daba el primer paso para hacer realidad la Ciudad de la Cultura de Galicia, el sueño de Manuel Fraga, con la convocatoria, publicada unos días después en el Diario Oficial de Galicia, de un concurso de ideas para definir el diseño del complejo. Sólo dos años más tarde, exactamente otro 16 de febrero, de 2001, sin un Fraga convaleciente de una operación, se ponía la primera piedra de la construcción siguiendo el proyecto seleccionado del arquitecto Peter Eisenman, que con el paso de los años iría aumentando en volumen y coste hasta superar los 300 millones de euros, el triple de lo previsto inicialmente. Un sobrecoste para el cual, con obras en marcha a pesar de la promesa de Feijóo de paralizar dos edificios, aún no hay una cifra definitiva pero que ya en 2007 llevó al Consello de Contas a decir que con el proyecto la Xunta de Fraga “abdicó de su responsabilidad de gestión prudente y planificada de los fondos públicos”.
La idea de construir la Cidade da Cultura en Santiago, en el monte Gaiás, surgió al calor de otros grandes proyectos urbanístico-culturales en otros puntos del Estado, como el museo Guggenheim de Bilbao, inaugurado en octubre de 1997, o la Ciudad de la Artes y las Ciencias de Valencia, inaugurada en junio de 1998. En febrero de 1999 la Xunta lanzaba su propio proyecto con la convocatoria del concurso de ideas que acabaría ganando Eisenmann. De los seis grandes edificios que preveía el arquitecto, los dos primeros se inauguraron una década después de iniciarse su construcción, a comienzos de 2011, y otros dos año y medio más tarde.
Pocos meses después, a comienzos de 2013, la Xunta, tras reclamarlo el BNG, decidía paralizar la construcción de los dos edificios pendientes, pero hace unos meses Feijóo daba marcha atrás y anunciaba que se retomarían las obras para cambiar el gran teatro inicialmente previsto por un edificio de oficinas para las universidades que costará otros 17 millones de euros. Es el, hasta el momento, último bandazo de un proyecto que en estas dos décadas ha registrado todo tipo de irregularidades y cambios.
En 2007 el Consello de Contas, el ente independiente fiscalizador de las cuentas públicas autonómicas equivalente al Tribunal de Cuentas estatal, hacía público un duro informe referente a la situación del proyecto tres años antes, cuando sólo llevaba tres años en obras. Para entonces ya había detectado desviaciones de plazos de más de media década y sobrecostes medios del 200%, que en algún área llegaban al 500%. Fue en ese informe en el que el Consello de Contas consideró que la Administración de Fraga “había abdicado de sus responsabilidades en la gestión prudente y planificada de los fondos públicos”.
Después llegaría una comisión de investigación política en la que quedó en evidencia el suministro de piedra para las obras procedente de la cantera de un alcalde del PP que fue insuficiente y obligó a importar material de Brasil, o la colocación como director económico de la Fundación Cidade da Cultura, sin aclararse cómo, de un cuñado de Mariano Rajoy.
Hoy la Cidade da Cultura cuenta con una programación estable en muchas ocasiones alejada de la línea del resto de eventos promovidos desde la Xunta pero cuyo coste el Gobierno gallego no deja claro. Según la memoria de actividades de 2017 de la Consellería de Cultura, la última disponible, en la Cidade da Cultura se organizaron ese año 156 actividades a las que asistieron 120.000 personas.
El funcionamiento ordinario del complejo, asumido fundamentalmente con fondos de la Xunta, se sitúa alrededor de los 7 millones de euros (un millón en salarios del personal propio y 6 millones en contratas externas de servicios). A esa cifra hay que añadir otro millón de euros anual procedente de un fondo creado hace una década por patrocinadores privados (queda en él alrededor de diez millones de euros) y que va destinado a la programación, sin que quede claro cuánto dinero del funcionamiento común contribuye también a sostener parte de ésta. Las inversiones en obras aún pendientes o los presupuestos de otros departamentos de la administración, como los servicios informáticos, también instalados en el Gaiás están al margen de estas cifras.
Por otra parte, en los últimos años, el Gobierno de Feijóo, que estaba presente ya en el ejecutivo de Fraga que adjudicó dos de los edificios mientras gobernaba en funciones tras perder las elecciones de 2005, ha intentado buscar un nuevo destino productivo al complejo. Instaló en él el centro informático de la Xunta y abrió diversos espacios a proyectos de I+D y emprendimiento de la iniciativa privada. Pero nada de todo esto estaba previsto cuando hace ahora 20 años la Xunta lanzó un concurso de ideas centrado en lo arquitectónico sin tener en cuenta cómo dotar de contenido a un sueño de Fraga convertido en pesadilla de los gobiernos posteriores.
Situación de los edificios
La Cidade da Cultura pensada por Eisenman iba a tener seis grandes edificios, de los que dos, el Teatro y el Centro de Arte, no se llegaron a hacer. Esta es la situación actual del complejo y algunas de las principales polémicas de cada edificio:
- Teatro: Fue adjudicado en 2005 por la Xunta de Fraga en funciones por 82 millones y cuando se paralizó en 2013 ya se habían levantado algunas estructuras que ahora serán empleadas para construir un edificio de oficinas para las universidades gallegas y otros organismos de nueva creación. Feijóo ha justificado, sin enseñar ningún documento o proyecto, que hacer ese nuevo edificio en otro lugar costaría 30 millones mientras que derribar las estructuras ya levantas del inacabado Teatro costaría 7 millones. La Xunta adjudicó finalmente el nuevo edificio por 14,7 millones a una de las empresas que iba a construir el Teatro suprimido y ha comenzado a desviar para su financiación fondos inicialmente destinados a I+D. Otra parte del espacio que iba a ocupar el Teatro es un grano hueco en el que la Xunta está construyendo un auditorio al aire libre por 1,8 millones de euros.
- Centro de Arte: También paralizado en 2013 cuando no se había ejecutado más que el hueco para los cimientos. Ese espacio ha sido convertido en lago artificial y ajardinado.
- Museo: Es el único edificio finalizado cuyo uso actual se corresponde de alguna manera con el previsto inicialmente, pero no cuenta con colección permanente sino que por él van pasando sucesivas exposiciones temporales. El proyecto del edificio, según certificó una sentencia, tenía “errores” y “carecía de la necesaria definición”, lo que implicó sobrecostes. La auditora de la Cidade da Cultura ya da por perdidos 3 millones de euros por ese hecho.
- Biblioteca y Archivo de Galicia: Inicialmente estaba previsto un edificio para la Biblioteca y otro para el Archivo, pero la reformulación de espacios hizo que este último se integrase en el primero edificio.
- Centro de Emprendimiento: El que iba a ser el edificio del Archivo está hoy destinado a incubadoras de empresas y espacios de coworking con actividades no en todos los casos relacionadas con el mundo cultural. También tiene allí su sede la Axencia Galega das Industrias Culturais (Agadic). Dentro de ese mismo volumen, pero con un acceso diferenciado y con un emplazamiento privilegiado hacia la plaza central del complejo, está la Sala Eisenman, un amplio espacio acristalado que durante varios años albergó una muestra explicativa sobre el proceso de diseño y construcción de la propia Cidade da Cultura, con maquetas de la misma ahora trasladadas al Museo. Esa Sala Eisenman va a ser ahora cedida a la multinacional Indra para que instale allí un centro de tecnologías socio-sanitarias.
- Centro de Innovación: El edificio que iba a albergar los servicios centrales administrativos del complejo cultural acabó siendo en su mayoría un espacio sobrante que acoge hoy los sistemas informáticos centrales de la Xunta.
- Bosque del Gaiás: El entorno de los edificios de la Cidade da Cultura, un monte sin urbanizar, está siendo urbanizado y ajardinado en sucesivas fases de cuya falta de planificación económica da cuenta una modificación presupuestaria a la que tuvo que recurrir el Gobierno gallego en 2017 para dedicar a ese cometido dinero que inicialmente iba destinado a repoblaciones forestales.