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“Quien tenga la tentación de poner tabiques en las mareas se equivoca, la gente no lo perdonaría”

Martiño Noriega, en un acto oficial

David Lombao

El alcalde de Santiago comienza a hablar con un montón de carpetas sobre las rodillas con papeles por firmar y reajustando la agenda tras recibir en el Ayuntamiento un colectivo que no estaba en la agenda. “No esperaba encontrar el estado de deterioro que encontré”, dice Martiño Noriega cuando se le pregunta por el balance de su primer año de gobierno, que Compostela Aberta festeja este domingo. Si el PP “no quiere asumir sus responsabilidades, a mí no me importa y no lo voy a estar recordando, porque me toca resolverlo”, dice, si bien cree “injusto” el “relato” según el cual “todo lo que sucede” en la ciudad es fruto de “once meses”. “Hemos aprendido a encajar y somos de los que plantan, no de los que pisan, y ahora estamos comenzando a ver los resultados”, dice, citando entre ellos la política social o la aprobación del convenio con Xunta y Fomento para la construcción de la nueva estación de trenes y autobuses, unas horas antes. Cuando termine el presente mandato municipal “el problema no va a ser de balance ni de gestión”, asegura. [Entrevista realizada originalmente en gallego]

Se cumple un año de su investidura con el voto a favor del BNG y la abstención del PSOE. ¿Ha sabido Compostela Abierta gestionar esa correlación de fuerzas, que exige un ejercicio adicional de diálogo?

El diálogo ha sido intenso en este año. Y eso ha permitido desbloquear asuntos importantes. Teníamos la ventaja de ser la única ciudad en la que la candidatura de unidad popular era a lista más votada, lo que no nos hacía rehenes del PSdeG. Yo estoy satisfecho, porque un año después hemos sido la primera ciudad con gobierno en minoría de tener unos presupuestos aprobados definitivamente. Tenemos el convenio de la intermodal desbloqueado. Estamos iniciando la primera remunicipalización, la de la grúa y la ORA, y estamos en el camino de aprobar la ordenanza de la renta social municipal. ES satisfactorio para un gobierno en minoría.

Las actitudes son diferentes. El BNG tiene una actitud crítica y a veces equidistante, pero no destructiva. Con el PP tenemos una enorme distancia y no quiere hacer una mínima memoria de lo que provocaron durante cuatro años; están en una posición permanente de dar lecciones de no sé qué, cuando parte de lo que sucede en esta ciudad se deriva de su mandato. Y con el PSOE tengo la sensación de que nos viven como unos intrusos que ocupan su espacio. Y que han adoptado la estrategia de una equidistancia agresiva que no entiende su base social. A pesar de todo eso, hay resultados objetivos que son positivos para un gobierno en minoría, excepto el pacto de las ordenanzas fiscales en las que PP y PSOE aprobaron algo que nunca habían defendido.

El PP dice que ustedes no han hecho mucho más que gestos, les acusa de estar instalados en el “postureo”

El PP tiene una responsabilidad política innegociable sobre la situación que heredamos cuando llegamos. Y nosotros asumimos todas las paternidades, incluso las de sus destrozos. Había dos cuestiones claves: el funcionamiento interno de la casa y la reconstrucción de los circuitos internos, muy afectados por la judicialización que generó inseguridad en los trabajadores. Eso provocó que el funcionamiento interno en cuanto al servicio al vecindario haya sido una de nuestras batallas. Si miraran por el retrovisor, el PP se asustaría de lo que dejó. En todas mis reuniones con colectivos asociativos ha habido un común denominador: “Es usted el quinto alcalde que pasa por aquí en cuatro años, este es el dossier de necesidades que entregamos en 2011”. La comunidad educativa: “Nos hemos reunido con seis concejales de educación en un mandato”. Todo eso requiere una normalización y una auditoría que ahora incorporamos a los presupuestos y que nos va a permitir actuar. Trabajamos con un horizonte y para rendir cuentas al final. Hemos estado trabajando y nos encontramos con una ciudad muy deteriorada.

Por ejemplo, los baches? Es una de las mayores críticas que reciben.

Te encuentras con informes técnicos que hablan de un déficit de cinco millones de euros en mantenimiento en los últimos años. Y con un deterioro de la red viaria y de las aceras que, aun triplicando el gasto en este año, como estamos haciendo, tiene muchas dificultades. Y eso tiene unos culpables. Todo eso no se deteriora en once meses. No es una cuestión de voluntad, es de medios económicos. Pero si esa es la preocupación del PP, que no se preocupe, porque la vamos solventar.

Todas estas cuestiones dificultaron su aterrizaje en el gobierno. ¿Les ha costado pasar del período previo y de la propia campaña al abordaje de los asuntos cotidianos?

Yo era la única persona del nuevo grupo de gobierno que tenía experiencia en la Administración local y era consciente de lo que nos podíamos encontrar. Y yo mismo modulé durante la campaña la generación de expectativas en cuanto a promesas y programa. Hubo una frase que mucha gente se aburrió de escucharme: “No venimos a vender motos, prometemos honestidad y trabajo y después veremos los resultados”. Otra cosa son las expectativas subjetivas que se generan ante un cambio político, y yo ahí siempre he sido consciente de que a corto plazo algunas podían ser defraudadas. Pero a medio plazo, trabajando bien, habrá una percepción de cambio.

En las últimas semanas ha indicado que uno de los aspectos de los que siente orgullo en este primer año es el de la política social. En los últimos días el presidente de la Xunta ha dicho que no acepta lecciones de las mareas en este ámbito ni de usted concretamente, porque le reprocha que aplica recortes...

¿En lo social?

Concretamente, en albergues y alimentos.

No es verdad. Nosotros aquí nos encontramos con un problema. Con una ordenanza del PP asentada en un marco legal que vinculaba a la gente en riesgo de exclusión con las subvenciones a entidades culturales y deportivas. Excluir a personas en riesgo de exclusión de las ayudas si tienen deudas con la Administración es no entender nada. De los 600.000 euros de aquella ordenanza sólo pudimos conceder 6.000. Lo que hemos hecho ha sido, en unos nuevos presupuestos triplicar las becas para comedores y para ayudas a familias en riesgo de exclusión. Y va a ir ya a pleno una nueva ordenanza que se aleja de la ley de subvenciones. Yo no pretendo dar lecciones a nadie, ni compito en ese campo. Lo que quiero es que haya política social real y llegue a la gente. No estoy para declaraciones o campañitas, porque este es un tema muy sensible en una ciudad que, según la Red Gallega contra la Pobreza, tiene 18.000 personas en riesgo de exclusión. Por eso no estoy para tonterías y no voy a competir con él, aunque directamente mienta o esté mal informado. Tiene los nuevos presupuestos, sólo tiene que compararlos con los anteriores.

En el último año han situado Compostela Aberta cómo uno de los modelos a seguir para la confluencia. ¿Cuál diría que es el estado de salud de esos procesos?

Compostela Aberta fue un proceso de unidad popular sin la maduración que tuvieron otros, que llegó la última hora, pero para quedarse. Sé que cuando hablo del proceso se me echa en cara que me pongo muy místico [ríe], pero es que este es un proceso lanzado desde 2012 con AGE, después en las candidaturas municipales, y en las generales con En Marea. Y va a seguir evolucionando. Tiene contradicciones, tiene defectos, pero hay que entenderlo de manera positiva, porque cada resultado final supera al anterior y tiene un retorno fuera. Y obliga a las partes a ser generosas y entenderse. Y en este sentido, creo que Compostela Aberta es un modelo de convivencia y de aprendizaje para quienes allí participamos, y que goza de buena salud y funciona al margen de las referencias personales, como puede ser la mía o la del grupo de gobierno.

¿Cree que es realista pensar que En Marea y las Mareas en Común puedan acabar teniendo una única línea de trabajo para las elecciones gallegas?

ES que no queda otra. Quien esté con la tentación de tabicar el espacio que se está creando, se equivoca.

¿Existe, entonces, ese riesgo?

Siempre existe, ha existido durante todos estos años. Porque existe todo tipo de patriotismos: el partidario, que no está dispuesto a renunciar a las posiciones de máximos; el ciudadanista, que entiende que más allá de esa pata no hay otra... Siempre existen esas tensiones. Lo que pasa es que llevamos cuatro años rompiendo tabiques, y tenemos que seguir rompiéndolos como integrantes de un proceso de construcción que es dinámico y sigue teniendo las puertas abiertas. Con el paso del tiempo entiendo que este es un proceso imparable. ¿Que siempre se corre el riesgo de que eso se rompa? Sí, pero quien no nos lo va a perdonar es quien sí está a la altura del momento, que es la gente fuera. Y yo lo que pido es que las cosas que hagamos las podamos explicar en cualquier espacio: en una plaza, en un parque o en una taberna.

¿Las nuevas generales pueden ser uno de esos muros para un guión que parecía claro: Municipales, generales y un año para preparar las gallegas?

Sí, sobre todo cuando determinados defectos no se han podido cambiar. Estamos hablando de procesos de elección, de la fórmula de representación... No ha habido flexibilidad para adaptarnos a la nueva convocatoria. Yo era de los que pensaban que los cuadros que se presentaron en diciembre deberían volver a presentarse ahora, pero a lo mejor no estaría de más un proceso de validación. Y tendríamos que haber buscado mayores garantías sobre la fórmula de representación, por eso se hablaba del partido instrumental.

¿Para tener grupo parlamentario propio?

Exactamente. Y eso generó tensiones. Pero lo fundamental era que el proceso siguiera evolucionando desde el convencimiento de que la repetición de las confluencias en Catalunya, en nuestro país y en Valencia, y el acuerdo de IU con Podemos podía ser catalizador y seguir aumentando la pelea por lo fundamental, que es disputarle la hegemonía al PP.

Suponiendo que el proceso evolucione como hasta ahora, tendrán que hablar de personas. ¿Tiene algún perfil en mente para disputarle el gobierno a Feijóo?

Yo me he negado durante estos meses a señalar esos perfiles. Porque si se hacen las cosas bien, será la propia dinámica la que los determine. Hay perfiles absolutamente solventes para ese liderazgo en las diferentes sensibilidades. Y también hay la posibilidad, que yo no descarto, de que el propio proceso propicie la emergencia de nuevos liderazgos, como sucedió en A Coruña o en otras candidaturas. Y eso también oxigena y también puede pasar a nivel de un Gobierno gallego. Todas las posibilidades están abiertas y no podemos olvidar que lo fundamental es tener un programa para transformar este país, asentado en cuestiones que puedan ser testadas desde lo primer día. Porque hay la posibilidad de que, por primera vez, una candidatura de unidad popular a la izquierda del PSOE y lejos de las dinámicas del 78 pueda gobernar nuestro país. Y eso es algo que, de darse, se dará muy pocas veces. Yo me he criado con gente como Xosé Manuel Beiras, Isaac Díaz Pardo o Avelino Pousa Antelo, que me transmitieron lo importante que ese momento puede llegar a ser.

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