El confinamiento frena a Portugal, pero no sus elecciones presidenciales
El confinamiento decretado en medio de una pandemia disparada ha frenado la actividad en Portugal, pero no sus elecciones presidenciales, mientras los portugueses se cuestionan si es el mejor momento para ir a las urnas y hacer actos de campaña.
A dos días de los comicios, el aplazamiento ya no es una opción, aunque en su momento fueron varias voces, incluido el líder de la oposición conservadora, Rui Rio, quienes abrieron la puerta a esa posibilidad que obligaría a una revisión constitucional. La idea, sin embargo, se descartó y las elecciones siguieron marcadas para este domingo 24, cuando más de 9 millones de electores residentes en el territorio nacional podrán salir de su casa en pleno confinamiento para depositar su papeleta en la urna.
“Votar es seguro”, rezan los carteles colocados, entre otros sitios, en el Metro de Lisboa, en los que se informa de que será obligatorio el uso de mascarilla, mantener la distancia en la cola, desinfectarse las manos y, a poder ser, llevar su propio bolígrafo. Algunos todavía dudan sobre si se han tomado medidas suficientes para votar en el país con mayor número de nuevos contagios por millón de habitantes en los últimos siete días, según la Universidad de Oxford.
“Creo que no era el mejor momento para hacer elecciones”, cuenta Anselmo en su tienda de ultramarinos en el centro de Lisboa, donde señala que “no ha habido mucha participación de la gente en el voto anticipado y hay una serie de problemas logísticos que podrían haber sido evitados” si se hubiesen planeado con más tiempo. Este jueves, las autoridades portuguesas anunciaron el cierre de los colegios ante el aumento de los contagios y tras cuatro días registrando récords diarios en el número de fallecidos.
Voto anticipado y más mesas
Las autoridades ampliaron este año el voto anticipado, para el que se inscribieron casi 250.000 personas, una cifra récord, pero aún baja si se tiene en cuenta que hay más de 9 millones de personas que pueden votar en Portugal, a los que se suma otro millón y medio en el extranjero.
También se ha ampliado el número de mesas, se han recogido las papeletas de los infectados y las personas en aislamiento en sus propios domicilios –aunque se quedan sin votar los que den positivo en los 10 días previos– y se permite a los ancianos en residencias que voten en los propios centros.
Pero hay portugueses que reclaman otros métodos para votar sin acercarse a los colegios electorales. “Todavía no hay una forma de votar digitalmente, que es lo que debía haber desde hace bastante tiempo”, lamenta Rui Duarte, un taxista lisboeta que tampoco cree que sea el mejor momento para salir a votar.
Entre la pandemia y la gran popularidad del actual presidente y candidato a la reelección, Marcelo Rebelo de Sousa, a quien los sondeos dan la victoria en primera vuelta con más del 60% del voto, se espera que la abstención en estos comicios se dispare. En 2016 ya superó el 50%, el segundo dato más alto en democracia, y los especialistas esperan que este domingo pueda situarse entre el 60% y el 70%.
Campaña desconfinada
El confinamiento tampoco ha parado la campaña electoral de los siete aspirantes a la presidencia y, aunque en general con una agenda más reducida de lo habitual, en estos días se ha podido ver a candidatos encabezando actos en la calle e incluso cenas multitudinarias.
El caso más polémico hasta ahora ha sido una cena organizada por el candidato ultraderechista, André Ventura, quien reunió el pasado domingo a 170 personas en un espacio cerrado y que, según medios locales, se realizó en contra de la opinión de las autoridades sanitarias. Este jueves, un grupo de manifestantes tiró piedras y otros objetos al líder ultra al salir de un acto de campaña en Lisboa, lo que acabó con cargas policiales.
Con cifras récord de muertos y los hospitales al borde del colapso, no falta quien se cuestione si se debería haber suspendido la campaña, al menos desde que entró en vigor el confinamiento, el 15 de enero. “Los candidatos ya hicieron campaña suficiente para ser conocidos y la que hicieron más allá de la televisión debería haber sido suspendida con esta situación tan grave de pandemia y de confinamiento”, apunta Danielson, un portugués que aun así insiste en que votar es “casi una obligación del pueblo”.
“Con reglas bien definidas debe haber campaña, porque las personas deben ir a votar”, considera por su parte Amadeu, que ha salido de casa durante el confinamiento por un asunto médico. No obstante, matiza que hay candidatos que “no están cumpliendo las reglas”. Por ahora, en las calles de Lisboa, más vacías de lo habitual, lo único que recuerda que el domingo hay elecciones es un puñado de carteles electorales. Curiosamente, ninguno de ellos es del favorito, Rebelo de Sousa, que sólo se ha gastado 25.000 euros en esta campaña.
Los poderes del presidente
Siete candidatos aspiran este domingo a la Presidencia de Portugal, un cargo desde el que no se gobierna, pero tampoco se es mero espectador, y que ha cobrado una renovada importancia con la pandemia de coronavirus.
Disolver el Parlamento, convocar elecciones o vetar leyes son algunos de los poderes clásicos que la Constitución lusa otorga al jefe de Estado, una figura clave del sistema semipresidencialista del país.
Con la pandemia se han puesto en práctica, sin embargo, otras prerrogativas hasta ahora no usadas en democracia y que han resultado esenciales, como declarar el estado de emergencia y sus sucesivas renovaciones, algo que solo puede hacer el presidente, aunque necesita el visto bueno del Parlamento.
Es por ello que en esta convocatoria para elegir al jefe de Estado de Portugal durante los próximos cinco años juegan un papel fundamental las preguntas sobre cómo gestionar la crisis del coronavirus. Entre ellas, cómo actuarían los candidatos ante cuestiones espinosas como dar posesión a gobiernos apoyados por la ultraderecha o marcar las líneas rojas para disolver el Parlamento.
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