Trump & Republicanos vs. FBI & Departamento de Justicia
Un informe de cuatro páginas elaborado por los republicanos en la Cámara de Representantes es el último campo de batalla entre el Ejecutivo y el Legislativo en EEUU, un enfrentamiento a varias bandas en el que Donald Trump debería estar en teoría en el primer bando, pero en el que en realidad se encuentra en el segundo, y no contra su voluntad.
No es la única paradoja de esta historia, que ofrece una situación casi sin precedentes en la política norteamericana: los republicanos atacan al FBI como si el organismo policial, azote de izquierdistas y activistas antirracistas durante décadas, se haya convertido en un nido de rojos que pretenden derrocar al presidente.
¿Qué hay en ese informe? ¿Por qué es aún secreto? ¿Por qué los republicanos han votado a favor de su difusión?
El informe fue redactado por asesores de los congresistas republicanos que forman parte del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, un organismo habituado a trabajar bajo ciertas condiciones con documentos clasificados como secretos. La intención del presidente del Comité, el republicano, Devin Nunes, era denunciar que las investigaciones que llevan a cabo el FBI y el Departamento de Justicia sobre las relaciones de la campaña de Trump con Rusia están sesgadas en contra del presidente a través de procedimientos dudosamente legales.
Los autores del informe lo redactaron en parte con información entregada por el FBI que está clasificada como secreta. Una porción de su materia prima no se facilitó para su consumo público, y eso contamina al texto en su integridad a menos que sea desclasificado (esa es una competencia que sólo tiene el Gobierno).
Los republicanos votaron a favor de la desclasificación y difusión del documento. Ahora Trump tiene cinco días para tomar una decisión. Aquí es donde cualquier lector pensaría que la Casa Blanca apoyará la posición del FBI (la policía federal) y del Departamento de Justicia (que es el equivalente a un Ministerio del Gobierno). No parece que sea el caso.
Trump no ha tomado aún una decisión, pero ya ha dado a conocer a sus asesores que aceptará muy pronto la reclamación de los republicanos. Eso antes de leer el informe. ¿Cómo puede estar tan seguro? Porque ha dicho que ya tiene suficiente con lo que ha leído en los medios sobre ese texto.
A Trump no le molesta en absoluto que los republicanos crean tener pruebas de que no hay nada que investigar y que en ciertos sectores del Estado hay agentes o funcionarios que conspiraron para que él no ganara las elecciones. Él mismo lo ha dicho en más de una ocasión.
Un mediocre sospechoso de espionaje
A la hora de concretar sobre lo que dice el informe, no hay aún muchas pistas. Sólo se han filtrado detalles que explican por qué a Rod Rosenstein, fiscal general adjunto, le han puesto una diana en la espalda los congresistas republicanos. Supuestamente, Rosenstein solicitó en 2016 una ampliación de la investigación de Carter Page, un personaje singular que fue asesor de política exterior en la campaña de Trump hasta septiembre de 2016.
La sospecha no era menor: el FBI cree que Page es o ha sido agente a sueldo de los rusos. Hay indicios de que ya estuvo en el radar del FBI desde una fecha tan temprana como 2014, años antes de trabajar para la campaña de Trump.
El nombre de Page es un habitual en este serial por entregas desde hace más de un año. Consiguió el doctorado en Londres, pero con un trabajo que sus primeros examinadores dijeron que era mediocre. Trabajó en la oficina de Merryl Lynch en Moscú, pero no en un puesto importante (él dijo hace casi dos años que asesoró al gigante ruso Gazprom, lo que quizá ahora esté lamentando). Fue asesor de la campaña de Trump, pero sus antecedentes académicos o políticos eran vergonzosamente escasos. Un viaje suyo a Moscú en julio de 2016 permitió a los demócratas todo tipo de acusaciones, aunque no tuvieran muchas pruebas.
Algunos medios dijeron que Page se había reunido en la capital rusa con gente tan relevante como Igor Sechin (presidente de la petrolera Rosneft), Igor Diveykin y Sergéi Ivanov. Es muy difícil de creer que autoridades rusas de ese nivel y de la máxima confianza de Putin aceptaran reunirse con un don nadie como Page. Quizá no haya que descartar que se presentara como representante de la candidatura de Trump y que eso le abriera algunas puertas. Los responsables de la campaña dijeron en su momento que hizo el viaje a título personal.
Si Page hubiera estado en el centro de una conspiración, está claro que deberían haber elegido a alguien más inteligente. Pero los espías también tienen la obligación de aprovecharse de los tontos útiles.
La ofensiva de los republicanos
A principios de enero, Rosenstein y el director del FBI acudieron en persona a la Cámara de Representantes para reunirse con su presidente, el republicano Paul Ryan, y pedirle que no les obligaran a entregar al Congreso algunos documentos solicitados por el Comité que preside Nunes. Alegaban que así se darían a conocer fuentes y métodos que podían ser utilizados por servicios de inteligencia extranjeros e impedir que en el futuro los aliados compartieran con EEUU información que debía permanecer confidencial. No tuvieron éxito.
Los republicanos querían saber por qué el fiscal general adjunto solicitó al juez del tribunal FISA la solicitud de la prórroga de la investigación de Carter Page, que incluye la intervención de sus comunicaciones. FISA son las siglas de Foreign Intelligence Surveillance Court, el tribunal que se utiliza por ejemplo para perseguir casos de espionaje y conceder autorizaciones judiciales a las fuerzas de seguridad en la investigación de esos delitos. Los datos oficiales indican que el juez concede prácticamente todas las solicitudes que recibe.
Entre la documentación entregada al juez, es posible que haya elementos que aparecieron en un muy polémico informe elaborado por el exespía británico Christopher Steele, lleno de detalles acusatorios sobre Trump y su equipo, la mayoría no confirmados por ninguna investigación judicial. Steele había recibido el encargo de la empresa Fusion GPS, que había sido contratada en las primarias republicanas por rivales de Trump en su mismo partido, y más tarde por el Partido Demócrata y la campaña de Hillary Clinton para encontrar material con el que desacreditar a Trump.
Esta última conexión es la que permite a los republicanos afirmar que el informe de Steeele, y de ahí toda la investigación, forma parte de la guerra sucia de los demócratas contra Trump. Los republicanos olvidan oportunamente que el FBI estaba investigando por esas fechas a Clinton por el uso de un servidor privado para enviar y recibir emails oficiales cuando era secretaria de Estado. Y que la reaparición inesperada de esa investigación el 28 de octubre a unos días de las elecciones –y su masiva repercusión en los medios– bien pudo ser un factor clave de su derrota (algo que es ya imposible saber con seguridad).
Un hashtag para hacer ruido
El informe de los republicanos que Trump seguramente permitirá difundir no es un texto neutro ni objetivo. La repercusión que ha alcanzado ha ido creciendo en las últimas semanas por la cobertura hecha por Fox News y las declaraciones de los congresistas republicanos. En Twitter el hashtag #releasethememo era omnipresente.
Los congresistas que quisieron pudieron leer el informe en una sala especial del Congreso. Algunos republicanos tuvieron claro que se trataba de la confirmación de que la investigación sobre Rusia es un escándalo. Otros del mismo partido no lo tenían tan claro.
“He leído el informe. La realidad asquerosa queda plasmada. Ya no tengo ninguna esperanza de que haya una explicación inocente sobre la información que ha llegado a la gente. Siempre he dicho que esto es peor que el Watergate. Todo era nunca Trump y siempre Hillary”, escribió el congresista Steve King.
Los adeptos a las teorías de la conspiración como King quedarán muy decepcionados si creen que la difusión del informe pondrá fin a la investigación que dirige el exdirector del FBI Robert Mueller sobre las relaciones de la campaña de Trump con Rusia.
Trump podría tener la tentación de utilizar el documento para justificar una posible destitución de Rosenstein y Mueller. Muchos republicanos en el Congreso y consejeros del presidente en la Casa Blanca saben que eso sólo aumentaría las posibilidades de que se inicie un proceso de destitución (impeachment) en la segunda mitad de su mandato.
En el loco mundo de las tertulias televisivas en los canales informativos de 24 horas incluso se ha planteado si el congresista republicano Devin Nunes es un agente ruso. Como en los viejos tiempos de la Guerra Fría, la forma más fácil de desprestigiar a un adversario es sugerir que está bajo el control de Moscú.
Lo que es seguro es que el informe servirá para alimentar la cuenta de Twitter de Trump durante muchos meses. El espectáculo debe continuar.