El futuro incierto de Venezuela
Cuando la violencia levanta sus cuarteles, el pueblo da rienda suelta a sus instintos primarios a balazos. Y en Caracas, los oficios escabrosos han crecido como setas tras la lluvia. El problema llega cuando hay intereses enfrentados. Eso es lo que está pasando ahora en suelo venezolano, donde hordas de extremistas chavistas y opositores se disputan el control de la calle a base de contar muertos. Por el momento han sido cuatro pero hay decenas de heridos, algunos de ellos en estado crítico.
Mientras los dos grupos irreconciliables continuaron el jueves por segundo día consecutivo atizándose fuego cruzado en varios barrios de la capital venezolana, el Gobierno de Nicolás Maduro dictó una orden de detención contra el líder de la formación opositora Voluntad Popular, Leopoldo López, y la diputada María Corina Machado, partidarios de movilizaciones callejeras para forzar una convocatoria de elecciones en Venezuela. El ministro de Exteriores, Elías Jaua, acusó a López de ser el “autor intelectual de los incidentes” y reforzó la idea difundida por canales progubernamentales de que al fascismo se le combate “cortándole la cabeza”.
Muchos no opinan lo mismo que Jaua. Incluso en las mismas filas chavistas. Jasson Chávez estudia en la Universidad Central. Tiene 22 años y se reconoce “ferviente seguidor de la revolución bolivariana y del comandante aunque desde la muerte de Chávez estoy viendo muchos errores a nivel económico y social que pueden terminar muy mal”.
En su opinión, el último desacierto es ordenar la detención de Leopoldo López, un político de derechas que mantiene estrechos vínculos con el PP, con FAES y una buena amistad con José María Aznar. “Para él será muy bueno políticamente ser arrestado. Le va a catapultar a otro nivel porque nuestro pueblo siempre ha necesitado de una víctima para hacerla su héroe”, asegura.
Jasson Chávez no sabe quién inició la trifulca callejera que terminó en tragedia. “¿Qué más da? Pero se veía venir. Lo del miércoles fue la crónica de unas muertes anunciadas y eso me provoca mucha indignación”, dice. Rabia contra los opositores que fomentaron los disturbios y contra los responsables del Gobierno que “sabiéndolo, no lo evitaron”. E insiste en que mientras el Gobierno siga sordo, ciego y mudo ante la situación económica, “el país va a continuar derrumbándose a su alrededor. Y eso no es la Revolución Bolivariana ni el legado de Chávez. Por eso también estoy triste”.
“Lo de ahora no es nuevo”
José Antonio es fotoperiodista y, por razones profesionales, los disturbios del miércoles le sorprendieron en el extranjero. Vía telefónica relata que en un reciente vuelo a Bogotá, un empresario árabe le confesó su decepción por la forma de gobernar de los nuevos dirigentes, especialmente del presidente Nicolás Maduro: “Me dijo que dejemos que ese hombre gobierne los seis años, así se acabará por completo el chavismo en Venezuela. Me quedé perplejo”. Hoy, José Antonio tiene serias dudas sobre regresar. “No por miedo ni por falta de trabajo sino por hastío ante tanta desestabilización social, tanto enfrentamiento y violencia procedentes de todas las partes. Son muchos años. Lo de ahora no es nuevo pero siento cansancio” .
Yasmine trabaja en un pequeño comercio en el distrito de Chacao, uno de los más acomodados de la ciudad y bastión político de Leopoldo López. Aquí fue asesinado un joven estudiante de un tiro en la cabeza. Lo único que recuerda Yasmine es el rostro de una mujer frente al cristal de su tienda, observándola con unos ojos que imploraban lo que una mirada busca en un espejo. “Esto es lo más fuerte que me ha ocurrido nunca. El joven estaba caído a 50 metros, y todo el mundo corriendo y gritando”, dice vía Skype.
Aún rumia la marejada de rabia y tristeza que a estas horas asuela Venezuela de un extremo a otro. “Se veía venir”, musita. Para Yasmine, en medio de toda esta pelea se encuentra la gente más ignorante, la que sigue el juego a los poderes enfrentados “y se dedican a dar más poder a los radicales de ambos lados”. Y añade: “Que estos asesinatos les basten a los arrogantes, a los cursis y a los extremistas del chavismo y de la oposición”.
Eliana es empresaria y prefiere mantener su apellido en el anonimato. Por prevención, dice, no por indolencia. Reconoce que durante muchos años ha pasado miedo ante el incremento de la violencia en Venezuela pero hoy está cauterizada ante el espanto. “La verdad es que he procurado no intoxicarme con este asunto. Todo esto no va a llegar a nada. Están pasando la misma película de los años más rudos de Chávez pero con una modificación: ahora son los elementos económicos más rudos”, apunta por teléfono.
Hay que ver la situación que describe Eliana para concebir su verdadero estruendo. Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, es hoy un país atenazado por dos visiones de Estado antagónicas. Desde hace varias décadas cohabitan dos pueblos: uno pobre, que hasta la llegada de Hugo Chávez en 1999 vivía aplastado por la indolencia de una oligarquía corrupta como pocas en América Latina y expulsado del consumo nacional; el otro rico, encantado de la desigualdad galopante, obsesivamente consumista y con comportamientos sociales miméticos con EEUU, sus socios preferenciales.
La llegada de Chávez al poder cambió las reglas del juego. Una de las medidas más impopulares para el sector financiero fue la creación hace más de una década de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) para impedir que las ganancias de la clase empresarial venezolana se esfumaran sistemáticamente fuera del país. El choque fue colosal hasta que los amos del mercado encontraron vías de escape y comenzaron a burlar un sistema de control cambiario convertido hoy en una tragedia griega para la económica interna para el país.
Tras varios años de convulsión social, intentos de golpes de estado, bloqueos económicos, cambios constitucionales y elecciones de todo tipo, la dividida oposición esperó su momento. La muerte del líder bolivariano el 5 de marzo del pasado año destapó la caja de Pandora. Venezuela, hundida como estaba por los estereotipos fabricados en Occidente pero que necesita el comercio mundial, se ha enfrentado desde entonces a una caída en picado de su economía con continuas devaluaciones de su moneda e incapaz de hacer frente a los retos financieros de una sociedad polarizada y en perpetua revolución.
“Pero yo no creo que la razón sea la mala gestión económica, porque una situación así finalmente siempre golpea a los más jodidos, a los pobres, que siguen siendo los que mayoritariamente apoyan a la Revolución. Es una lucha de poder por el poder”, asegura Alejandra Morales, periodista y productora de televisión.
El conflicto sobre la falta de abastecimiento en Caracas es fiel reflejo de una paradójica realidad. Cualquiera que se acerque a un supermercado situado en el oeste de la ciudad podrá comprobar que las estanterías están semivacías. No tienen nada. La cuestión es que allí viven las clases más pobres de la capital. Sin embargo, en los del este, donde residen la mediana y gran burguesía, los mercados están bien abastecidos.
“Estamos en caída libre”
No han servido ni las tres últimas elecciones ganadas por el chavismo ya sin Chávez. La corrupción administrativa y la inseguridad ciudadana, dos problemas endémicos en Venezuela, fueron los ingredientes finales para que el caldo de cultivo de la radicalización volviera a brotar con toda su fuerza. “Este mierdero de los disturbios, perdona la expresión, es simplemente una distracción para el tremendo desplome económico que viene. Estamos en caída libre para el próximo año y medio o dos años”, augura Eliana sin un ápice de duda.
Su visión es demoledora y las muertes del miércoles sólo son una primera consecuencia del desastre. “El Gobierno necesita tapar la cagada que han hecho con la economía, además de intentar mantenerse en el poder el mayor tiempo posible”, dice. Se refiere a que el recurso de tensar la situación social para mantener sus propias filas prietas o apelar a una permanente conspiración externa para justificar la aplicación de determinadas decisiones “lo hacen todos los gobiernos del mundo”, explica.
Un ejemplo ocurrió durante los instantes más dramáticos del miércoles cuando se produjo un apagón informativo en todos los canales que emitían en directo en el país sobre lo que estaba sucediendo en sus calles. Sólo el canal internacional NTN24 y Telesur en Internet transmitían señal de lo que pasaba en Caracas pero sus mensajes difundían realidades de dos países distintos.
Y la oposición, ¿qué busca con estos disturbios violentos?. Eliana, simpatizante de opciones antichavistas aunque no de Leopoldo López –“busca relanzarse, ser un héroe como Capriles cuando asaltó la embajada de Cuba”–, considera que también juega sucio. “Conocen perfectamente la crisis económica que ya está aquí y ni de vaina les interesa agarra el poder ahora, porque no van a asumir la responsabilidad de asumir medidas más radicales y antipopulares, pero necesarias, que se deben tomar para empezar a cambiar este desastre”, sentencia. Dicho de otro modo: la oposición pretende acumular fuerzas asumiendo un papel de apoyo popular ante un eventual cambio político que espera que se produzca dentro de dos años.