Aumentan los matrimonios homosexuales en Brasil antes de la investidura de Bolsonaro
La noche de las elecciones presidenciales en Brasil, Bianca Gama rompió a llorar cuando quedó claro que el próximo presidente del país sería Jair Bolsonaro, un político de extrema derecha cuya carrera ha estado marcada por la homofobia. Cuando anunciaron el resultado oficial, la novia de Gama, Priscilla Cicconi, se giró y le dijo: “Tenías razón. Deberíamos casarnos antes de que él asuma la presidencia. Hagámoslo”.
Gama y Cicconi no fueron las únicas que tomaron esa decisión: frente a un presidente electo homófobo muy vinculado a las iglesias católica y evangélica, la comunidad LGTB brasileña se está dando prisa por asegurarse derechos que les costó conseguir, como el matrimonio igualitario y los cambios de nombre y género.
Una asociación de notarios afirmó que, en comparación con el pasado año, este ha registrado un incremento del 25% en los casamientos de parejas del mismo sexo en Brasil y un 42% de aumento en San Paulo, la ciudad más grande del país. La celeridad por casarse antes de que Bolsonaro sea investido presidente el próximo 1 de enero ha sido interpretado como un acto de resistencia contra el presidente electo, que se ha denominado un “homófobo orgulloso”.
El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourão, ha afirmado que el nuevo Gobierno no tiene intención de modificar la ley de matrimonio homosexual, pero defiende que el matrimonio convencional solo tiene lugar entre un hombre y una mujer.
Por su parte, la directora de diversidad sexual del Colegio de Abogados de Brasil, Maria Berenice Dias, ha recomendado a las parejas que quieran formalizar su unión que lo hagan antes de fin de año, “a modo de precaución”. Este domingo, tras siete años juntas, Cicconi (28) y Gama (25) siguieron su consejo.
Cicconi (vestida con pantalones caqui, tirantes y pajarita) y Gama (con un reluciente vestido de novia blanco), oficializaron su unión en un modesto centro comunitario cerca de su hogar, en los suburbios de San Paulo. Se casaron rodeadas de 40 amigos y familiares emocionados.
Entre los invitados de la pareja hubo 17 extraños que se ofrecieron como voluntarios para organizar la boda, encargándose de todos los requerimientos, desde el menú hasta la contratación de la fotógrafa y de una banda que tocara música en vivo para la fiesta. Estos entusiastas formaban parte de un movimiento creado en Internet que busca ayudar a cientos de parejas homosexuales de bajos ingresos a casarse antes de fin de año. “Son nuestros ángeles”, aseguró Cicconi.
Muchas parejas devuelven el favor ayudando a organizar bodas para otras parejas: las fotógrafas de Cicconi y Gama, Fernanda Pinacio y Vanessa Cafasso, también habían decidido casarse antes de la investidura de Bolsonaro y se ofrecieron para sacar las fotos de forma gratuita.
“Es un momento muy difícil para la comunidad LGTB de Brasil, pero nos apoyamos entre nosotros y saldremos adelante”, constató Cafasso.
La cena de la boda fue preparada por la chef Cris Mota, que se ofreció como voluntaria tras casarse con su compañera en octubre. “Es increíble poder compartir la felicidad de reclamar nuestro derecho a casarnos”, dijo mientras preparaba un ragú de cerdo.
Algunas parejas y organizaciones también están organizando bodas colectivas. Un refugio LGTB de San Paulo ha conseguido reunir el dinero suficiente para las tasas legales y para ofrecer una fiesta para 100 parejas del mismo sexo a fin de este mes.
El mismo refugio también ha reunido fondos para pagar las tasas notariales para que 150 personas trans puedan cambiarse el nombre y el género antes de que Bolsonaro asuma la presidencia.
Pedro Pires, un hombre trans, afirmó que había retrasado su cambio de nombre por el coste, pero que la elección de Bolsonaro convirtió el tema en algo urgente. “Estos derechos son frágiles”, dijo Pires. “Tenemos miedo de perderlos en cualquier momento una vez que él sea presidente”.
Durante sus 30 años de carrera política, Bolsonaro no ha mantenido en secreto su homofobia.
En una entrevista en 2011 dijo que preferiría que su hijo muriera antes de que fuera homosexual, y en 2017 fue multado por “daños morales colectivos” por decir en la televisión que él nunca hubiera tenido un hijo gay porque sus hijos “están bien educados” y que él “no promovía malos hábitos”.
Días antes de las elecciones, Bolsonaro firmó un compromiso con la Iglesia Católica que establece que él defenderá y promoverá “el verdadero significado del matrimonio, como la unión entre un hombre y una mujer”.
Renan Quinalha, profesor de derecho de la Universidad Federal de San Paulo, señaló que sería difícil prohibir totalmente los matrimonios del mismo sexo. La Corte Suprema brasileña falló de forma unánime a favor de los matrimonios del mismo sexo en 2011 y cualquier intento de revocar ese fallo podría ser apelado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Además, Bolsonaro y sus aliados probablemente no cuenten con suficiente apoyo en el Congreso como para hacer aprobar una ley que prohíba el matrimonio igualitario, cuenta Quinalha. “Pero nada está escrito en piedra”, añade.
Quinalha señaló que lo que sí corre un riesgo más inmediato es el prestigioso programa brasileño de lucha contra el sida, así como las campañas contra la discriminación, ya que el presidente electo ha criticado duramente estos esfuerzos.
En el pasado, Bolsonaro ha dicho que el Estado debería enfocarse en los pacientes que sufren “enfermedades desafortunadas, no personas vergonzosas que se drogan o se contagian de sida por ser promiscuos”.
Muchas personas homosexuales temen que el efecto inmediato de la elección de Bolsonaro sea empoderar la retórica homófoba y la violencia callejera. El presidente electo ha prometido gobernar para todos, pero los activistas ya han informado un aumento aterrador de la violencia física o verbal contra la comunidad LGTB.
“Muchas personas homófobas se lo guardaban dentro, pero ahora, con Bolsonaro de presidente, lo dicen y se sienten empoderadas”, afirma Cicconi.
Gama añadió: “Él es un solo hombre, pero les está dando muchísimo poder a aquellos que quieren quitarnos nuestros derechos”.
Traducido por Lucía Balducci