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La cena de empresa: una historia de suspense ante el repunte del COVID

Interior de un bar

Víctor Honorato

18 de diciembre de 2021 22:49 h

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Nancy Mejía lleva una mañana negra al teléfono. Si hace unos días tenía 10 reservas para cenas de empresa, hoy el restaurante Las Estaciones de Juan de Chamberí, donde trabaja, tiene la agenda “vacía, vacía”. En la última llamada, una mesa que inicialmente era para 40 personas se le ha quedado en ocho comensales. “Tengo una rabia encima… Te lo cuento porque me tengo que desahogar. Hay mucho miedo, y los que vienen prefieren estar en la terraza con todas las estufas y que entre mucho aire a estar cómodos”.

Las cenas se están anulando a toda marcha, puede que por encima de las previsiones de Hostelería Madrid, asociación sectorial de referencia. “Estimamos que se están cancelando un 20% de las cenas grandes”, señalan desde la asociación, cuyos miembros contaban en un sondeo de noviembre que habían recibido un 57% menos de reservas que en la campaña de 2019, antes del coronavirus. 2020 fue directamente para olvidar. 

El restaurante de la desesperada Nancy está en Vallehermoso, cerca del Hospital Clínico San Carlos y otros centros sanitarios que organizaban aquí sus cenas navideñas. Los médicos han sido de los primeros en cancelar las celebraciones ante el repunte de contagios por COVID. La nueva variante, ómicron, se extiende rápido y es la responsable del 60% de las últimas infecciones, según anunció el viernes el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz-Escudero. En algún centro, los facultativos están recibiendo circulares en las que se avisa de que las cenas en las guardias se harán por turnos y con dos metros de separación, con lo que lo de que el servicio salga a cenar fuera queda prácticamente descartado. Nancy cree que el brote a principios de mes en el Hospital de Málaga, con 80 contagios entre el personal, fue determinante. Detrás han venido otros más cercaa, el último de 17 personas en el Zendal.

Los médicos son los más concienciados, pero la preocupación es generalizada. En The Clover Irish Tavern, en Mirasierra, había prevista una cena para casi 100 trabajadores de Telefónica. Ya no. La competencia, Vodafone, también suspendió. “Cada día se me cae gente, y tenía tres gordas”, cuenta el encargado, con voz de agobio. En el local, además de las dos telecos, iban a celebrar los empleados de la aseguradora Caser. Las tres han renunciado. Desde Hostelería Madrid confían, no obstante, en que las grandes cenas puedan ser compensadas en parte por otras de menor despliegue. “La comida grande tradicional que se había retomado este año por la vacunación se ha suspendido por responsabilidad. Pero se están recolocando como cenas pequeñas. La campaña ha ido mutando, como el virus”, compara una portavoz.

No se libran tampoco las grandes empresas consultoras. PWC tenía reservado un espacio en la discoteca La Riviera, pero anuló el plan, según fuentes de la empresa. Otras cuatro compañías que habían optado para sus celebraciones por la histórica sala de la orilla del Manzanares se han caído también, según señala un administrativo del local. Siguiendo con las grandes consultoras, EY, tenía previstas varias cenas, en función de los departamentos. Una de ellas, en el hotel Four Seasons, ya no se celebrará. Desde el hotel señalan, no obstante, que las cenas y actividades navideñas que organizan directamente para los días festivos siguen en pie, y que, del resto, “no está habiendo mucha cancelación”. En la farmacéutica Roche, por su parte, habían decidido salir del centro y marcharse al antiguo convento de Boadilla del Monte, que ahora organiza eventos y cenas. También han cancelado.

El dilema de la fianza

La incertidumbre vírica ha llevado a muchos establecimientos a solicitar depósitos, aunque no es una práctica tan extendida. A algunos propietarios les sabe mal, como a Daniel Valero, que regenta la taberna Agrado, detrás de la Gran Vía. “A los conocidos no les podemos coger fianza, que nos hacen la caja todo el año”, razona. El hostelero gestiona ese local desde pocos días antes de la explosión del COVID en 2020 y, contra pronóstico, ha sobrevivido. “Diciembre no está siendo el ridículo del año pasado, pero no es agradable”, cuenta. Hace unos días, se libró por poco de perder una mesa de 12 comensales de la constructora Sacyr, a los que les llegó un correo electrónico corporativo en el que se indicaba que se prohibían las reuniones mientras los contagios no se estabilicen. Pero su mayor miedo es que sean los propios empleados los que se infecten. “Sería devastador”, dice. Mientras tanto trata de paliar con las cenas y comidas más informales de última hora el descosido de las cancelaciones. Muchas de ellas, cuenta, son con menú cerrado y algunas se suspenden in extremis. La solución que ha improvisado es mantener las reservas para cuando la curva de contagios vaya amainando, pasadas las fiestas. 

El grupo Moby Dick, que cuenta con seis locales de ocio y restauración, además de la conocida discoteca, ha impuesto una fianza del 30% para organizar eventos, aunque sus gestores flexibles. “Si nos la piden la devolvemos, aunque muchas empresas prefieren guardarla para hacer la cena más adelante, incluso en marzo”, cuenta Hugo García, coordinador del grupo. En su caso, el goteo de cancelaciones empezó la semana pasada, como el de una mesa de 23 personas que se echó atrás en el último minuto. “Pierdes todo el género, la fianza sirve para compensar”, explica. 

“Si cancelas antes de 72 horas se suele devolver”, apuntan en Hostelería Madrid, donde dicen que también es muy común estos días insistir con las reconfirmaciones en los días previos.

Con todo, en la asociación prefieren ser optimistas. “La estimación es que la campaña va a ser buena; no como en 2019, pero mejor que el año pasado”, apuntan, siempre con la salvedad de que la situación cambia al minuto, y las noticias de brotes y curvas que crecen o se cierran condicionan todo. La incertidumbre permanente se integra, así, en el estilo de vida, consideran: “Hay un cambio de mentalidad. La gente se va adaptando de un día para otro, no se mete en casa sin más ni deja de hacer la vida, porque no sabemos cuánto va a durar la pandemia”.

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