“¿Votar?”, ríe Rubén —nombre ficticio— según llega con el carro lleno de barriles de cerveza a un Lizarrán del barrio de Salamanca. “Votar será cuando termine, si me queda tiempo y no me quedo dormido”. Viene cansado, sudando bajo ese sol de primeros de mayo que empieza a apretar. Las camareras latinas del local le señalan a él cuando preguntamos por cómo se han organizado la jornada electoral. “¿Me corresponden horas? Pues ni lo sabía”, carraspea. “Tendrá que ser después. Pero votaré, votaré”.
Es martes, es la una de la tarde y la plaza del WiZink Center (habilitado como centro de vacunación) está a rebosar. Las terrazas están hasta arriba de gente —sobre todo, gente mayor— bebiendo o comiendo algo después de votar. Para que los clientes disfruten del momento “a la madrileña” y en “libertad”, tiene que haber curritos que les sirvan, aunque también estén llamados a las urnas.
En otra franquicia cervecera de la plaza, los dos camareros que cumplen su turno se parten de risa ante la cuestión. La empresa les deja ir a votar, pero en su tiempo libre. Para que todos vayan sin problema, han planificado los horarios. El más fastidiado es el joven español tras la barra: tiene turno partido, así que en sus horas de comida (de 16 a 19) volverá a casa como cada día y aprovechará para ir al colegio. Su compañera, también española, cuenta que la única franja en la que puede ir a votar es de 19 a 20, que es justo la recomendada para positivos por COVID.
“Pedí salir media hora antes y me dejaron sin problema”, cuenta. “Sabemos que nos corresponden horas, pero no lo hemos peleado. Está la cosa apretada y no procedía”.
No es la primera vez que en España se vota en día laborable. Tampoco en la Comunidad de Madrid. Los madrileños acudieron a las urnas el miércoles 10 de junio de 1987, una elección que se saldó con un 30,13% de abstención, de las tasas más bajas de la serie. Pero desde entonces han pasado casi 34 años, estamos en pandemia y no está nada claro cómo este 4 de mayo laborable afectará a la participación. Eso sí: un análisis realizado por elDiario.es sobre las 33 veces que los españoles no votaron en domingo concluyó que no existe relación entre la participación y acudir a las urnas cuando hay que trabajar.
“Nosotros nos hemos organizado”, explica una camarera de la Taberna Sabor Campero. Cuenta que casi todos los camareros y el encargado son latinos, así que algunos no tienen derecho de votar: solo los que estén nacionalizados. “Los que tienen el NIE no trabajan hoy, trabajamos el resto”. El encargado aclara que, como tienen turnos partidos, se las han arreglado con el dueño para que todos los que votan tengan un rato para ir.
Es la tónica en la zona y en el sector. En una marisquería cercana en la que ya hay varias señoras del barrio sentadas a la mesa, uno de los camareros (también latino) afirma que volverá a su casa en Móstoles para comer y votar. Tiene libre de 16.30 a 20.30. Luego vuelve a Madrid a dar el servicio de cenas. En la puerta del WiZink, un joven ecuatoriano espera a que su madre salga de la vacunación. Vive en Vallecas y trabaja en un bar del centro, así que fue a votar por la mañana. El avance de participación de las 13 mostró grandes aumentos en zonas pudientes (Pozuelo y Majadahonda) y municipios del 'cinturón rojo' (Getafe, Leganés y Rivas), pero también retrocesos respecto a 2019 en barrios trabajadores, como Vallecas, Usera o Carabanchel.
En el parquecito de al lado juegan los niños mientras sus cuidadoras, en su mayoría latinas, charlan. “Estábamos comentándolo. Yo iré a votar esta tarde: soy peruana, tengo doble nacionalidad y la familia no me ha puesto ningún problema”, dice una de ellas. Sus dos compañeras aún no pueden votar.
Todas las personas llamadas a votar tienen derecho a un permiso retribuido si su jornada coincide en al menos dos horas con la electoral. Es decir: que salvo que uno trabaje por la noche o en fin de semana, lo normal es que su horario se solape con el de los colegios, abiertos de 9 a 20. Si los horarios coinciden entre dos y cuatro horas, el permiso es de dos horas. Si los horarios coinciden entre cuatro y seis horas, el permiso es de tres horas. Y si coinciden más de seis horas, el permiso es de cuatro horas (por ejemplo: alguien que tenga jornada de oficina, de 10 a 19, dispone de hasta cuatro horas para ir a votar).
“Eso cambia mi opinión”, dice Claudia (nombre ficticio), trabajadora en una pequeña tecnológica extranjera con filial en Madrid. Los jefes han pedido a la plantilla que vote fuera de horario laboral, aunque una reunión temprana le ha impedido ir a las 9 como tenía previsto.
Los sindicatos han difundido información y habilitado números de teléfono para que la gente conozca sus derechos. Asunción Servant, responsable de Acción Sindical de Comisiones Obreras en Madrid, relata cómo han ido las cosas hasta las 16.30 de la tarde. “Hemos recibido 130 llamadas, con consultas de todo tipo pero principalmente informativas: qué permiso tengo, a qué hora puedo ir, cómo se hacen los cálculos si mi jornada es parcial...”, dice en declaraciones a elDiario.es. “Y la otra mitad han sido denuncias de situaciones irregulares. La mayoría las hemos solucionado con nuestros delegados: allí donde había secciones fuertes, se ha resuelto el tema. Luego ha habido unos diez casos en los que los empresarios se han negado en redondo, así que hemos tramitado denuncias a la inspección”.
Servant destaca la agilidad y el buen hacer de la inspección de trabajo. “Hemos estado en contacto toda la mañana y han ido interviniendo en las empresas, no sé si presencial o telefónicamente”.
Los casos que han dado más problemas, continúa, han sido los centros de trabajo pequeños y las subcontratas, además de dos residencias de mayores que han dado permiso pero sin poner sustitutos, motivo por el que las trabajadoras no se atrevían a abandonar el puesto y dejar solos a los ancianos (en ambas ha intervenido la inspección, según CC.OO).
“Vigilantes de seguridad, promotoras que trabajan en grandes almacenes... Estas empresas tienen contratos con compañías grandes, que les pagan para dar un servicio. Y no quieren sustituir a las personas para que puedan ir a votar”, dice Servant. Este caso no es exclusivo de hoy. Una antigua empleada de una firma de cosmética con stand en El Corte Inglés explica que nunca pudo ir a votar cuando le tocó trabajar en domingo, porque su turno era de apertura a cierre y no le daban horas.
En Metro de Madrid los trabajadores votan fuera del horario laboral pero cobran las horas correspondientes de permiso retribuido. “Al ser un servicio público es así”, dicen dos supervisores de la estación de O'Donnell que llevan desde las seis de la mañana en su puesto. Las enormes colas que se han formado en muchos colegios por la mañana no han sido, en general, disuasorias. Iban rápido. “Y aunque me toque esperar, estoy bien bajo el sol”, ríe Marga, una señora a la que su empresa dio horas para votar.
Preguntamos, por último, a dos empresarios. Hosteleros, relativamente protagonistas de la campaña electoral. Son Gema y Pablo, dueños de un pequeño bar en el distrito de Retiro. La cocinera que tienen contratada irá a votar en su rato libre porque trabaja a turno partido. “Ahora mismo los hosteleros tenemos a los empleados para las horas de mayor afluencia”, reconocen.
Ellos irán a votar cuando su cuñado termine de trabajar, pueda acercarse a echarles una mano y supervise el negocio. “Y, para que tengas toda la información, lo que tenemos es mucho miedo”, concluyen, aunque no preguntemos por su preferencia política. “Miedo a que pase lo que puede pasar: que gane la izquierda y nos cierre”. En unas horas lo sabremos.
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