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Madrid rebosa por la sanidad pública: “Esta lucha la ganamos nosotros”

Madrid rebosa por la sanidad pública: “Esta lucha la ganamos nosotros”

Víctor Honorato / Clara Angela Brascia

Madrid —

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El carácter intergeneracional de las grandes manifestaciones de Madrid ha vuelto a quedar patente esta mañana en la multitudinaria marcha a Cibeles, en cuatro columnas, en defensa de la sanidad pública y contra la gestión del Gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso. Mayores, jubilados, personas de mediana edad, padres y madres con niños pequeños, treintañeros y adolescentes hicieron rebosar las calles de la ciudad, más incluso que en la marcha del 13 de noviembre, también masiva, y que representa un espaldarazo para los médicos en huelga. “Es una vergüenza que la huelga siga después de casi tres meses. La Consejería de Sanidad y la presidenta están intentando cansarnos, pero no lo van a conseguir. Esta lucha la ganamos nosotros”, afirma con fuerza en Cibeles la doctora María Sánchez, que participa en los paros.

Como las reivindicaciones de sanitarios y usuarios siguen siendo las mismas, los motivos esgrimidos por los presentes se vuelven por fuerza reiterativos, aun con los aderezos de las últimas declaraciones de la presidenta regional al respecto del carácter “político” de las protestas. Se trata de una cuestión criticable, en opinión de Ayuso. “Claro que es política, su forma de utilizar la sanidad es política”, opone Pepe Giráldez, de 69 años, en Nuevos Ministerios al arranque de la marcha junto a los también jubilados Francisco Lanzas, de 67, y Soledad Sebastián, de 69, quien se confiesa “hasta el moño de esta señora”. Dice Lanzas que si hace cuatro años no tardaba en recibir cita en médico de familia “uno o dos días”, recientemente le hicieron esperar 21 en su centro de San Sebastián de los Reyes.

La sensación de que el empeoramiento de los servicios es palpable la comparten madrileños más jóvenes, de los que iban al pediatra cuando el sistema nacional de salud se construía y asisten ahora a su debilitamiento. “Hay que defender este derecho del que he disfrutado toda mi vida”, afirma Jesús Ramos, de 33 años, a la altura de la plaza de Gregorio Marañón. También él percibe el efecto de la “ideología neoliberal, del querer que los ricos sean más ricos” en la política sanitaria, y relata que igualmente le ha tocado esperar dos semanas para ir al médico.

Por el flanco sur, un grupo de médicos y enfermeros de los antiguos centros de atención rural esperan juntos en las puertas de Matadero que la manifestación empiece. “El 27 de octubre es una fecha negra para nosotros, no lo olvidaremos nunca. Han cambiado nuestras vidas en pocas horas, se han desmantelado equipos que trabajan desde años juntos”, explica Yolanda Córdoba, médico del centro rural de Villaviciosa de Odón. Es una de las pocas profesionales que tuvo la suerte de quedarse, pero asegura que desde entonces trabajar en las urgencias ya no es lo mismo: “Han destrozado un modelo que funcionaba a la perfección”.

Dos semanas para una cita, dos meses para una radiografía

A pesar de haber establecido el comienzo de la columna sur en Legazpi para poder organizar mejor a los vecinos de los barrios en el sur, miles de personas se dieron cita directamente en Atocha y llenaron el Paseo del Prado. Los cuñados vallecanos Luis Sanz y José Antonio Campillos lo recorren con unos carteles pegados en el pecho y la espalda que rezan “en mayo hay elecciones”. “Es un recordatorio de que las cosas tienen que cambiar. Esperamos que esta segunda manifestación sirva para que el mensaje se quede para siempre”, afirma Campillos, que también marchó junto a su familia el pasado 13 de noviembre. 

Mientras avanzan hacia Cibeles, explican los problemas por los cuales tienen que pasar cada vez que necesitan ir a consulta con un especialista. “Tengo el menisco roto desde hace un tiempo, y tengo que esperar dos meses para una radiografía. Y esto después de haber esperado otros dos solo para conseguir la cita con el traumatólogo”, lamenta Sanz. Su cuñado ha pasado por las mismas listas de espera por un problema dermatológico. “Están deteriorando la sanidad pública para que seamos obligados a ir a la privada. Pero se equivocan si piensan que no vamos a protestar. Las cosas van a cambiar este año”, añade Campillos. 

Pilar González, enfermera de atención primaria desde hace dos décadas, se dio cita con sus compañeras de trabajo directamente en Cibeles. “Es abrumador ver tanta gente en la calle en defensa de la sanidad pública. Me da mucha esperanza de que las cosas pueden cambiar”, cuenta. Pero no todo el mundo tiene esa fe. A lo largo de la Castellana, se oye a algunos preguntarse si el carácter masivo de la protesta tendrá traducción electoral o servirá para que el Gobierno regional ceda y negocie con los sanitarios. Juliet Dellate, de 39 años, cavila mientras su pequeño juega con un patinete, cayéndose repetidamente al asfalto: “En esta comunidad nos están dejando sin fondos, es una tristeza. Ojalá [la protesta] sirve para algo, tengo mis dudas ¿pero qué vamos a hacer? ¿Quedarnos de brazos cruzados? 

La privatización y el patriotismo

Al paso de la multitud por el puente de Juan Bravo, donde el Ayuntamiento enciende por Navidad desde 2020 una cenefa de luces con los colores de la bandera de España, la gente empieza a corear, espontáneamente, cada vez a mayor volumen: “¡Sanidad Pública!”. También es de España la gran bandera que enarbola Juan Turrión, psicólogo sanitario y consultor de recursos humanos de 64 años, que revela que mañana mismo empieza su jubilación. La bandera, que lleva junto al escudo real estampada la frase “sanidad pública”, simboliza, según explica, que la defensa del modelo sanitario no está reñida con el grado de patriotismo de cada uno. “Esto no es política, es un servicio social”, remacha.

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