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¿Qué fue de SOS Malasaña?

Miembros de la plataforma SOS Malasaña protestando en la calle de San Joaquín | @SOSMALASANA

Antonio Pérez

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Cerca de tres años después del nacimiento de SOS Malasaña la pregunta que cabe hacerse es ¿dónde está hoy esa plataforma vecinal que irrumpió con fuerza en octubre de 2018 aupada por el hartazgo y el descontento de muchos de los habitantes del barrio con respecto a ciertos problemas enquistados en la zona? SOS Malasaña supuso un renacer del languideciente movimiento vecinal de Universidad y llegó a sacar de sus casas y a movilizar a un grupo de 600 personas.

Por aquel entonces la existencia de un par de conocidos narcopisos y la muerte de una persona delante de uno de ellos fue el detonante para que muy distintos vecinos se adhirieran a un movimiento que se estaba fraguando en el barrio bajo el lema 'Vecinos en peligro de extinción' y continuaran después exigiendo soluciones a problemas endémicos de suciedad y ruido y a otros más novedosos como el de la gran proliferación de alquileres turísticos en edificios residenciales.

Los éxitos que esta plataforma tuvo relativamente pronto, con el cierre de los citados narcopisos y la interlocutora que les puso la entonces alcaldesa, Manuela Carmena, para abordar con rapidez los problemas del barrio y poner en marcha un plan de choque con el objetivo de erradicarlos, envalentonó a un SOS Malasaña que se vio con línea directa con el gobierno municipal: se hacían reuniones semanales, encuentros en la plaza del Dos de Mayo, se iniciaron diferentes campañas de lucha y los medios de comunicación les hacían caso.

La plataforma sirvió además como modelo para la aparición de otros SOS en diferentes zonas de Madrid y los carteles amarillos que identificaban a este movimiento de protesta proliferaron en balcones del centro de la ciudad, donde siguen a modo de recordatorio.

Sin embargo, cuando parecía imparable, el cambio de gobierno municipal y, sobre todo, la llegada de la pandemia frenó en seco a SOS Malasaña, que ha cesado su actividad hasta en redes sociales, siendo su última publicación del pasado mes de febrero.

Los problemas de organización interna que venía arrastrando la plataforma y ciertas discrepancias que comenzaron a surgir entre sus heterogéneos miembros, sin ser determinantes, también habrían minado a la organización, según apuntan algunos de ellos.

Sea como fuere, mientras los asuntos que la vieron surgir han rebrotado tras un verano complicado de botellones, ruido, suciedad y menudeo de droga, SOS Malasaña se ha diluido o, en el mejor de los casos, permanece latente. “Formalmente no nos hemos dicho adiós”, asegura Andrés Español, uno de sus miembros, quien apunta a la pandemia “que ha pasado por encima de todo” como causa principal del parón de SOS.

“Con la llegada de la COVID-19 durante unos meses no tenía sentido seguir con la actividad de la plataforma. Los hábitos de todo el mundo se habían modificado y había situaciones más urgentes que atender”, comenta este vecino que, junto a una decena de compañeros derivó entonces toda su energía a la creación del banco de alimentos del barrio, Malasaña Acompaña, pero que cree que ahora siguen vigente todos los motivos por los que apareció SOS y espera que se reactive.

Precisamente, trabajando en esa reactivación se encuentra José Luis García, uno de los fundadores de la plataforma, quien apunta al mes de octubre como clave en ese intento de resurgir. “Todas las semanas recibo llamadas pidiendo ayuda de vecinos que se encuentran con los problemas de siempre y que habían encontrado en la plataforma quien atendía sus demandas. Debemos volver a la acción, ya sea como SOS Malasaña, a ser posible, o bajo cualquier otra denominación, pero los residentes del barrio no pueden permanecer en el desamparo en el que ahora se encuentran, con sus quejas perdidas o dispersas en la burocracia de la administración, en el mejor de los casos”. García habla de la necesidad de mejorar las estructuras participativas de la plataforma si se le quiere dar continuidad y eficacia, al tiempo que deja entrever que hubo discrepancias y disparidad a la hora de seguir ciertas estrategias entre los miembros más activos de SOS, lo cual contribuyó también a llevarla a la situación en la que se encuentra en la actualidad.

Carmelo Tejada, quien fuera otra de las personas más activas y de los rostros más representativos de SOS confirma la dispersión de los miembros de la plataforma y añade a los motivos anteriormente esgrimidos para ese estado de “stand by” o letargo en el que se encuentra una afección clásica del asociacionismo: los cambios en las circunstancias personales de cada uno de los miembros. Es su caso, pero también el de muchos otros. En tres años al pie del cañón pueden pasar muchas cosas. “No deja de preocuparnos la situación del barrio, pero hay veces que no puedes seguir el ritmo que exigiría la situación. Moralmente, me fastidia y afecta lo que sucede en Malasaña. Creo que los problemas se han desbordado más todavía, pero también tenemos que luchar con la desilusión y la desesperanza que produce el ver que nada cambia”.

De los altos y bajos por los que atraviesa cualquier movimiento vecinal sabe mucho Juan Carlos Ruiz, miembro de la Asociación Ciudadana del Barrio de Universidad (ACIBU), la organización de este tipo más veterana de la zona. Ruiz también se sumó activamente a SOS Malasaña nada más aparecer y su experiencia, al igual que la de otros veteranos del asociacionismo sirvió para estructurar, crear comisiones y ordenar aquel caudal de energía y descontento que se había echado a la calle. “El apoyo popular con el que contó de inmediato la plataforma fue ilusionante”, recuerda, mientras que a ACIBU le costaba renovarse y, sobre todo, movilizar a los vecinos. Sin embargo, a Ruiz no le extraña la situación actual de SOS; si ya por sí entraba dentro de lo posible que se fuera desinflando con el tiempo, la pandemia pinchó aceleradamente su globo.

Ninguneo municipal

Más allá de la pandemia, de variaciones en las circunstancias personales de los miembros y de cómo el paso del tiempo juega en contra de este tipo de movimientos, el apuntado cambio político en el Ayuntamiento de Madrid ha sido un factor decisivo en el estado actual de SOS. Mientras Carmena le dio alas, Almeida no le ha dado ni agua, en una lección magistral de cómo desactivar una organización molesta para el cualquier gobierno local mediante la técnica del ninguneo.

Si Carmena nombró una comisaria para Malasaña y aceptó una interlocución directa con los vecinos de SOS para resolver los problemas específicos de la zona, Almeida derivó en el concejal de Centro, José Fernández, cualquier tipo de relación con la plataforma. Tres reuniones con Fernández en lo que va de legislatura han dejado claro a SOS que lo que tienen ante sí es un muro donde han rebotado los avances de representatividad y diálogo que consiguieron durante la anterior legislatura. Bloqueados los caminos y olvidados los éxitos, lo que cunde es el desánimo.

Desde hace muchos meses, las relaciones entre la plataforma y la Junta Municipal de Centro están rotas, una estrategia equivocada para alguno de los miembros de SOS Malasaña consultados por este periódico, quienes consideran importante seguir manteniendo reuniones con Fernández por mucho que, hasta el momento, el concejal no se haya mostrado receptivo. “Los problemas a los que a diario nos enfrentamos los residentes de Malasaña para tratar de llevar una vida normal son hechos innegables y tenemos que insistir en pedir soluciones, recordando a las autoridades su deber de escuchar nuestras demandas y de trabajar por satisfacerlas”.

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