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Rebelión vecinal en el lugar que atesora la memoria reivindicativa de Orcasitas: “Si tocan la plaza, tocan el barrio”

Vecinas protestan junto a las obras en la plaza de la Memoria Vinculante de Orcasitas y su entorno.

Guillermo Hormigo

Plaza de la Memoria Vinculante, Orcasitas, Madrid —

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“Esta es una batalla más de las que llevamos librando 54 años. No vamos a permitir que haya retrocesos en las conquistas que hemos hecho desde unos tiempos durísimos”. Megáfono en mano, el edil de Más Madrid Félix López-Rey recuerda la lucha de Orcasitas durante la manifestación que este miércoles ha reunido a decenas de personas contra la controvertida reforma de la plaza de la Memoria Vinculante. Una actuación emprendida por la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo de Madrid (EMVS), dependiente del Gobierno de José Luis Marinez-Almeida.

Según Sergio, que vive a dos manzanas, “quieren convertir unos pisitos de barrio que hicimos a nuestro gusto en un grupo de urbanizaciones desconectadas”. El lugar es el corazón de este barrio al sur de la capital, en el distrito de Usera, que resistió a un intento de expulsión durante el tardofranquismo.

No en vano, como rememoró el urbanista y ahora concejal socialista Antonio Giraldo en un hilo de X (antes Twitter), el nombre de Memoria Vinculante proviene de la gran victoria vecinal frente a las autoridades que en 1971 trataron de echarles de su barrio. El llamado Plan Parcial de Orcasitas implicaba la demolición de los asentamientos de la época, poblados no planificados, para (sobre el papel) erigir nuevas calles y edificios. Los residentes fueron desalojados y reubicados bajo la promesa de volver cuando se construyeran las nuevas viviendas. Así lo recogía el documento de redacción del proyecto, aunque el Ayuntamiento de la época pretendía que esas palabras cayesen en saco roto y poner a la venta las nuevas casas.

No contaban con la movilización colectiva: se creó la Asociación de Vecinos de Orcasitas, a la vez que el urbanista José Manuel Bringas (que hoy da nombre a un centro de mayores cuyas paredes recogen la lucha en forma de grafiti) demandaba al Consistorio. El 16 de junio de 1977, el Tribunal Supremo resuelve que toda memoria recogida en un plan urbanístico tiene efecto jurídico y es vinculante, de obligado cumplimiento. Los vecinos no solo volvieron a su barrio, sino que fueron protagonismas en su rediseño al elegir el estilo de sus casas, el mobiliario urbano o los reivindicativos nombres de sus calles: Expropiación, Encierros, Movimiento Ciudadano, Participación o, por supuesto, la plaza de la Memoria Vinculante.

Luis Moya y Luis Mapelli, urbanistas y arquitectos que ayudaron a los vecinos a idear su propio barrio a finales de los setenta, explican la indignación por la rehabilitación emprendida por el equipo de Almeida: “La plaza tenía un orden bastante lógico. Por un lado, un espacio central peatonal con bancos, farolas y papeleras. Alrededor, árboles dentro de las parcelas de jardinería. Lo que están haciendo no tiene ningún sentido. Han colocado los árboles con una disposición aleatoria y eso dificulta el tránsito. Los bordillos sobresalen del pavimento, algo que hay que evitar. Son obstáculos peligrosos”, expone Moya.

Pero el centro de las iras se concentra en dos de los nuevos accesos y en los cambios de una pequeña placa adyacente situada en la calle del Camino Viejo de Villaverde. “Es una placita sin nombre porque realmente la sentimos también parte de la de la Memoria Vinculante”, dice Sergio. En estos puntos el hormigón se ha convertido en el gran protagonista, con varias rampas enormes que para los vecinos actúan más bien como muros: “Nada que envidiar al de Berlín”, comenta un vecino con más enfado que sorna. No entienden este diseño, cuando en otro de los accesos permanece una pasarela con barandilla que en opinión de los manifestantes aporta mayor seguridad, visibilidad y accesibilidad.

Para los residentes, las rampas de hormigón se han construido sin tener en cuenta las particularidades del barrio: “Aquí hay mucha gente mayor, así que una barandilla nos viene mucho mejor porque podemos apoyarnos”, cuenta Mari Nieves. A su lado, Víctor apunta hacia los problemas de inseguridad como robos o tráfico de drogas: “Con un muro al final estás fomentando eso, está todo mucho más oscuro y es más fácil que se escondan”. Otra vecina, Gema, avisa de que desde estos nuevos muros-rampa es mucho más fácil saltar hasta algunas viviendas: “Ya solo falta que el Ayuntamiento meta ladrones en nuestras casas”. Un último incoveniente que apostilla Sergio es la pérdida de visibilidad desde el interior de algunos bajos.

Sergio y otra vecina que se acerca “a despotricar porque lo que han hecho es una vergüenza” denuncian además que una de las rampas hormigonadas de la placita adyacente “es inútil”. Señalan que se ha construido obviando que el portal hasta el que llega ya da a una zona de bajada con poca pendiente que en pocos metros desemboca en la acera.

Luis Moya opina que “la lucha va a ser larga”. Pero la van a dar: “Tenemos que defender las plazas de reunión con árboles, bancos y sol, un Madrid de bienestar. Hay que estar aquí al pie de batalla o dentro de poco habrá que pagar una entrada hasta para acceder al centro social”. Porque entre residentes y asiduos a Orcasitas la creencia generalizada es que “una actuación así de mala no puede ser casual, tiene que haber intención premeditada”. Son palabras de Sergio, que se desahoga en declaraciones a Somos Madrid desde la placita adyacente a la de la Memoria Vinculada, mientras mira fijamente el mural dedicado a Bringas. “Si tocan la plaza, tocan el barrio. Es una ignominia y una afrenta”, sentencia López-Rey.

Otro edil de Más Madrid, José Luis Nieto, acude también a la concentración: “Es la primera actuación del Ayuntamiento en la zona después de años de demandas sobre el cuidado del arbolado o el arreglo del pavimento. Y en lugar de eso nos encontramos con esta aberración de muros, que contribuyen al vandalismo y la inseguridad y van contra los espacios de reunión”.

Luis Mapelli llama al Consistorio a recapacitar y revertir las obras: “Intervenir así una plaza de uso público en un lugar de alto nivel de participación vecinal es absurdo. Lo que hay que hacer es tirar lo que hay y dejarlo como estaba. Es un sapo muy difícil de tragar para el Ayuntamiento, un escándalo, pero lo tienen merecido”. El Ejecutivo de Almeida ha invertido 371.817 euros en esta obra, sin contar el IVA.

El Ayuntamiento defiende la obra y acusa a López-Rey de “paro ilegal”

Fuentes de la EMVS defienden la intervención y cargan contra los instigadores de la protesta: “Todo es falso. La obra fue comunicada al distrito de Usera en 2022 y a dos asociaciones de vecinos a las que incluso entregamos planos, sin que tuvieran objeciones. El objetivo era un acondicionamiento para rehabilitar la zona. Lo que ha habido es un paro ilegal de los trabajos por parte de Félix López-Rey, algo absolutamente improcedente para un concejal de la corporación”.

Desde la EMVS afirman que se reunieron con la Asociación Vecinal Poblado de Orcasitas y la de Meseta de Orcasitas en mayo de este año: “Se les explicó el proyecto de actuación y a la segunda de ellas se le entregó un plano de actuación”. Apuntan que informaron a esta última entidad vecinal el inicio de las obras el 9 de julio y dos días después se les trasladó que el plazo de ejecución era de cuatro meses y medio (un plazo que acaba en pocas semanas).

López-Rey muestra varias fotocopias del plano que mencionan las fuentes municipales: “Aquí no hay rastro de los muros de hormigón que han puesto en las esquinas”. Para Luis Mapelli el dibujo es más bien “un cuadro abstracto”.

Sergio cree que los vecinos no se dieron cuenta de la magnitud de la “aberración” hasta que se retiró el encofrado y vieron las rampas de hormigón. Trasladarán de nuevo sus quejas al Gobierno municipal este jueves, ya que reciben la visita de una comisión del Ayuntamiento.

Mientras, Félix López-Rey va despidiéndose de sus vecinos. Quiere tomarse un café con los dos Luises y con el auténtico invitado de honor de la jornada: Eduardo Mangada, concejal de Urbanismo con Tierno Galván. Durante su mandato se dio forma al barrio que es hoy Orcasitas. Un barrio que vuelve a demostrar su gran seña de identidad: ante el conflicto se une más que nunca.

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