Los datos objetivos de Castilla y León son tan duros como escalofriantes. Aunque puedan atisbarse índices que ofrezcan optimismo, la realidad es preocupante: la región más grande de Europa es la segunda de España en pérdida de población; su densidad es la más baja del país; y sus 2,5 millones de habitantes están, en su mayor parte, en las capitales de provincia, aunque haya 2.248 municipios, de los que el 98 por ciento tiene menos de 5.000 vecinos.
Pese a esta imagen desoladora, Castilla y León tiene futuro. Ahora bien, hay que buscarlo. Hay que creérselo. Y se debe afinar para que la consecución de estos planes no tenga sombras, que todo se lleve con la transparencia y la lógica del que pretende lograrlo.
En Castilla y León se mira, con demasiada frecuencia, a Madrid. Tras un cuarto de siglo al frente del Gobierno regional, el PP siempre encuentra un culpable: el Gobierno central. Pero a esta conclusión se llega cuando el que gobierna en La Moncloa es su opositor, esto es, el PSOE.
Esta región está donde está por culpa de todos, de los políticos, de un gobierno y de otro, y de la sociedad.
En los últimos años, el dinamismo económico de Castilla y León ha sido inferior al nacional; empieza a perder peso el sector primario, el más importante de la Comunidad; el crecimiento de los salarios es menor al resto de España; el crecimiento del tejido empresarial es menor al español; el gasto en Innovación y Desarrollo es también inferior al que se realiza en otras regiones…
Y a todo ello hay que unirle algo muy preocupante: la pirámide poblacional empieza a ser más ancha en la parte superior que en la zona media, es decir, que en Castilla y León hay más gente mayor de 65 años que jóvenes hasta los 25 años.
Por tanto, la situación actual de esta región en para echarse a llorar. Los datos son irreparables: la población activa se redujo el último año en Castilla y León (-0,6%), una evolución negativa que afecta, fundamentalmente, a las mujeres y a los jóvenes de esta comunidad; la tasa de crecimiento interanual del PIB, en el tercer trimestre, bajó al -1,5% y la tasa de crecimiento intertrimestral -0,3% respecto al segundo trimestre; y la evolución de los precios ha sido inflacionista. Además, la previsión para 2013 apunta a que la destrucción de empleo será del 1,5%.
Pero hay que secarse rápidamente las lágrimas, para permitir ver otra realidad: Castilla y León es puntera en aspectos científicos, universitarios e investigadores, por lo que el apoyo institucional a estos sectores se hace más que necesario, imprescindible.
Salamanca tiene uno de los institutos que más trabaja en la lucha contra el cáncer y de la biomedicina; en Valladolid está otro centro avanzado en los problemas oculares; Burgos tiene en su provincia un estudio antropológico perfecto, como Atapuerca; León da pasos agigantados en la investigación sanitaria… Sin olvidarse, claro está, de la industria del automóvil que tanto rendimiento ha dado a Castilla y León y a España. Y habrá que saber qué futuro depara a la industria del carbón y las alternativas a la energía nuclear, tras el cierre de Garoña (Burgos).
Es decir, Castilla y León tiene en sus manos algo preciado, como es la formación, con dos universidades, como la de Salamanca y Valladolid, que facilitan prestigio. Pero esta aportación tiene que ir acompañada de políticas reales, de apoyo cualitativo y cuantitativo.
Esta región no puede seguir mirándose hacia su ombligo y recordar que tiene el principal patrimonio artístico de España. Debe ir más allá y apostar por el avance de la población, por la modernidad. Aprovecharse de aquellos a los que ha formado, para que trasladen a esta tierra su aprendizaje. El futuro está en manos de Castilla y León y de los castellanoleoneses.
