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¡Sin novedades en el frente!

¡Sin novedades en el frente!

José Luis Ramos Romero

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Primera noche de semifinales en el Cante de Las Minas. La calima nos ha dado un descanso merecido y las calles de La Unión retornan a su temperatura habitual.

La fachada del Antiguo Mercado Público deslumbra con la proyección creada para la ocasión. El taconeo a compás ambienta la creación que cubre el portal entre flamas y guitarras, con el quejío de Morente guiando la melodía. Espectacular.

Entrando en faena.

Nuevo año, nuevo presentador, y en esta ocasión presentadora. La periodista unionense Lola Martínez Piñero (Onda Regional de Murcia) es la dama de ceremonias de este año. Abrió la primera semifinal presentando a los componentes del jurado. Estos son:

-Blanca Ávila Molina “Blanca del Rey”, bailaora y coreógrafa.

-José Cros Zaplana “Pepe Cros”

-Antonio Parra Pujante, periodista, escritor y profesor de la Facultad de Peiodismo de la Universidad de Murcia

-Pedro Ojesto, pianista y productor

-Francisco Severo “Paco Severo, flamencólogo y cantaor

Ejerce como secretario Salvador Alcaraz.

Comenzó el concurso con la participación del joven pianista Andrés Barrios Navarro, de Utrera (Sevilla). Viene acompañado por un combo pop (batería, bajo eléctrico, violín y cantaor) a interpretar taranta y bulería. Comenzó por levante, con una introducción bellísima sin liarse en florituras ni complicaciones raras aunque demuestra conocimiento y sabiduría en su ir y venir en el teclado. La compaña estuvo cuidada, resonando el quejío de Ezequiel Montoya. Muy bien de dedos y compás. Ya, en la bulería, el grupo se desperezó en una interpretación más cercana al jazz progresivo o a la música pop. Aun así el resultado fue brillante y del gusto del respetable. Aplausos merecidos.

Seguidamente llegó el baile. David Martín Domínguez (Málaga, 1988) llega acompañado de dos guitarristas, dos cantores y palmera -¿se puede decir así?-. En su primera actuación bailó taranto, el sacro santo baile de Las Minas. Erguido, altanero, de manos sublimes y pies inquietos, David buscó su sitio entre las tablas del Mercado ante el cante de sus escuderos que lo hicieron bien, al igual que los tocaores. Mucho respeto ante el principal que sudó el chaleco. Aplausos. En su segundo baile interpretó Alegrías, más reposado y centrado, sonrisa al frente. Jaleado por su combo, el malagueño echó ganas, poderío, enseñando de nuevo esas manos y el poderío de su taconeo. Soberbio. Muy bien. Fue despedido con un fuerte aplauso.

Turno ahora para el cante grande. Y es el sevillano Evaristo Cuevas el que retorna de nuevo a las tablas del Mercado acompañado de su inseparable Juan Manuel Cuevas, “El Chino”, tocaor de enjundia donde los haya. Vuelve el sevillano a por todas, esto es, aspirante una vez más al gran trofeo: la Lámpara Minera. Así interpreta Mineras, Cartagenera, Taranto, Levantica y Soleá, cantes de sobrado conocimiento del sevillano pues ya compitió por la Lámpara el año pasado y el anterior, en 2016, donde fue ganador del cante por Seguiriyas del Grupo A.

Arrancó por soleá calentando garganta. Una vez más demuestra entone y poderío, sin contemplaciones, con “Chino” a su vera, en su sitio. Muy bien. Luego, llegaron la cartagenera y su melisma rebelde; la Levantica y su idiosincrasia natural; la minera, que bordó una vez más; y para remate la taranta, donde echó el resto. Demuestra Evaristo su fuerza vocal y arranque, pleno de melismas por lo bajini y poderoso en su remate. Muy bien los dos. Se marcharon con el aplauso del respetable.

La primera sorpresa de la noche. Viene de Barcelona (uno de esos casos “raritos”), de nombre Eugenio Santiago Fernández, joven y grande, como su quehacer con la guitarra. Participa en el Bordón Minero y trae al concurso Taranta y Bulería. Comenzó por Taranta, y ya, a los primeros compases, el público entiende que está en otra dimensión del palo flamenco. Bellísimas las falsetas del catalán, enormes, de armonías variadas, libres, que va conjugando en el compás rígido de la taranta. Muy bien de técnica y de compás, pero es el sentimiento, lo espiritual, el que imprime personalidad al toque. Muy bien. Continuó por Bulería, y se le escaparon las cuerdas. Tremendo. Seguramente no será el tocaor más técnico, tal vez un tanto tosco, pero el Arte es así, no entiende de pautas académicas ni de partituras, solo hay verdad. Muy bien. Aplausos.

Es el turno para la mujer, la única de esta primera semifinal y admirada por el público de La Unión. Vuelve Amparo Isabel Heredia Reyes “La Repompilla” (Málaga 1970) con su inseparable Quiqui Corpas al toque. Ya ha saboreado las mieses en este concurso pues ya obtuvo los premios por Tangos y Seguiriyas en 2015, por Soleá en 2016, y fue finalista por taranta en 2017. En esta ocasión viene con Mineras, Seguiriyas, Soleá y Tangos, repitiendo los mismos palos que presentara en 2015, junto a la Minera que hiciera en 2016 y 2017. Nada más que decir. Es siempre una satisfacción admirar a esta pareja; ella por su sangrante interpretación de los cantes, a los que imprime raza y grandeza, brillando especialmente en la Soleá y en la seguiriya, meciendo la Minera a compás de Corpas, siempre elegante -¡¡como maneja la sonanta este caballero!!-, y alegrando al respetable con una tanda de Tangos que levantó el ánimo del público asistente. Muy bien. Aplausos y olés.

De nuevo el baile. Y otra vez es un bailaor el que sube a las tablas. Rafael Ramírez Viches (Estepona, Málaga, 1993) se presenta con un combo de guitarrista, dos cantaores y palmera -¿se puede decir así?-. Eligió Taranto para su primera intervención y Alegrías para su segunda. Arranca los sones del Taranto con el quejío quebrao del cantaor, afónico casi. El malagueño se sitúa en medio de las tablas luciendo palmito, con ademanes que despiertan la inquietud de los ortodoxos, unos pases modernos, actuales, siguiendo la escuela de Galván. Plantao, erguido, con mucha fuerza y actitud, se va magníficamente con los pies aunque sin abusar del zapateao. Estira y crea unos vuelos muy bonitos, brazos en alto. Muy bien. En su segunda intervención estuvo más cercano, con guiños al respetable y ademanes populares. Técnica no le falta, conocimiento tampoco, y a ello se le suman los tiempos modernos del paso del tiempo en el baile flamenco. Se despidió, chaquetilla al hombro, aplaudido por el público que agradeció su baile.

De nuevo el cante. Pablo Coronilla Padilla (Jerez de la Frontera, Cádiz) es un conocido cantaor de estas latitudes murcianas pues se ha paseado por los concursos de Murcia Flamenca, Perlas a Millares -Cartagena- y el Festival de Lo Ferro en este año 2018. Fue semifinalista el año pasado en este concurso del cante de Las Minas. Para esta edición el jerezano viene con toda la artillería, con Mineras, Cartagenera, Taranta y Petenera. A su vera, una vez más, el guitarrista oficial del Festival Rosendo Fernández. Comenzó por Petenera, ese cante de mal bajío, que acunó con su melisma suavito, elevando garganta en los tercios y aplacando sin desmerecer la toná. Rosendo, como siempre, en su sitio demostrando su conocimiento y realizando algunos guiños modernistas a sus falsetas. Ya, en la minera, cartagenera y taranta demuestra que viene con los deberes hechos. Seguramente fuera en la cartagenera donde  mostrara más su carisma vocal, pero estuvo muy correcto en los tres cantes levantinos. Muy bien, tanto cantaor como la compaña. Aplausos.

Otro cantaor sube a las tablas. Se llama Moisés Martínez Vargas (Cartaya, Huelva, 1988). Es su segunda participación en el Festival pues ya actuó en la semifinal de 2016. Para esta ocasión viene acompañado por Severiano Jiménez Flores “Niño Seve”, auténtico monstruo de las seis cuerdas. Trae a concurso Minera, Cartagenera, Taranta, Seguiriyas y Alegrías. Este viene a por el turrón. Es complicado para el crítico o cronista explicar al profano las singularidades de los diferentes cantes flamencos pues solo nos referimos a la manera o forma, actitud o belleza, con que los cantaores y cantaoras resuelven la papeleta. En este caso concreto nada que decir sobre las maneras del onubense, firme en la voz, contundente en el quejío. Maravillosa la Minera, muy ajustá la Cartagenera, sentía la Taranta, festivalera la Alegría -que entona con un tarantantrán muy personal-, y tremenda la Seguiriya con la que se despidió. Y a todo ello le sumamos el festival de flamencura que nos regaló el Niño Seve -¡¡vaya una bestia parda!!- que abusó de su tempo elevando las falsetas al infinito y más allá. Muy bien. Aplausos y olés para la pareja.

Baile de nuevo, y otro hombre en las tablas. Adrián Domínguez Asián (Sevilla, 1991) viene acompañado de tocaor, dos cantores y palmero (hay que ver que bien funciona la cosa cuando la cosa está bien) De nuevo el taranto a escena en la interpretación de Domínguez, que mira desafiante al patio, con los brazos levantados en jarra. Ortodoxo en las formas y en los pasos, sin florituras, dejándose arrullar por el magnífico cantaor que le jalea. Se va en los pies, derrochando ímpetu; muy bien en los giros, aguantando el tipo; el solo de zapateao tremendo, con coraje. Ya en su segundo baile, la última actuación de la noche y ante un foro prácticamente abandonado (son casi las 2:30), se lio por seguriyas. ¡¡Qué atrevido!! Lástima que a esa hora no hubiera público asistente pues el sevillano echó toda la carne al asador, reventando las tablas, tirando por en medio. Magnífico de obra y sentimiento. Se despidió con la taleguilla al hombro, saliendo por la puerta grande. Muy bien. Esperemos.

El siguiente cantaor repite de nuevo en el Concurso. Ya el año pasado me llamó la atención esa manera popular de su cante. Jesús Castilla Rey retorna al Mercado y repite Soleá, pero cambia la Seguiriya por Cantiñas. También cambia de escudero para esta ocasión y es Rosendo Fernández el que se sienta a su vera en vez de su sobrino, Antonio Muñoz, que le acompañara el año pasado. Luce Rosendo su Arte con el gaditano, creando paisajes modernistas novedosos para mí en su quehacer, que le empuja al tercio de las Cantiñas a su principal, que se luce, como no podía ser de otra forma, con el cante de su tierra. Muy bien. Ya, en la Soleá, Jesús demuestra su poderío vocal, esos ecos de la Bahía, de San Fernando, que tanto nos recuerdan a esas grandes leyendas del cante de todos lo tiempos. Sube y se estira, se raja sin despeinarse, con enjundia, demostrando gran clase en su cante. Muy bien. Aplausos.

Bien. Así estuvo la cosa: sin novedad en el frente. Tuvimos más de lo mismo sin apenas sorpresas. Aquí destacaría al guitarrista Eugenio Santiago Fernández, que brilló en su quehacer, y al bailaor Rafael Ramírez Vilches, maltratado por su acompañamiento, pero que demostró modernez y mucho conocimiento. Una mención para Niño Seve, que me dejó boquiabierto con su buen hacer. Así está la cosa por La Unión. Seguimos.

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