En la panadería, en la parada de autobús o en tu puesto de trabajo. Una de cada diez mujeres con las que te cruces hoy por la calle sufre o ha sufrido endometriosis. ¿Endomequé? A pesar de ser la principal enfermedad ginecológica entre las mujeres en edad reproductiva, la endometriosis sigue siendo una gran desconocida. A pesar también de su gravedad, ya que esta enfermedad inflamatoria, crónica y a menudo invalidante, no tiene cura.
La endometriosis consiste en el crecimiento anormal del tejido que recubre el útero, el endometrio, fuera del lugar que le corresponde, invadiendo los ovarios, el perineo, los riñones o el recto. En España se calcula que hay más de dos millones de afectadas, 35.000 en la Región de Murcia. Y decimos se calcula, porque muchas de ellas no lo saben. La falta de conocimiento y sensibilización, así como la ausencia de profesionales y unidades especializadas para el tratamiento de la endometriosis, hace que la mayoría de mujeres tarden años en ser diagnosticadas o que no lo sean nunca.
La regla duele. Es algo que hemos normalizado, pero no debería ser así. Tampoco la práctica del sexo. De hecho son dos de los síntomas más comunes de la endometriosis. La aceptación generalizada de este principio demuestra precisamente lo extendida que puede estar esta patología. Aceptamos que la regla duele porque nos lo han dicho toda la vida, como si fuera un castigo que deben padecer las mujeres por el pecado de Eva. Por lo tanto no hace falta ir al médico, diagnósticos, tratamientos o una investigación para llegar a sus causas. ¿Cuántas mujeres llevan años recibiendo la misma respuesta? Es la regla, no se ponga histérica.
Las consecuencias de un diagnóstico tardío son fatales y en ocasiones, irreversibles. El tejido invasivo se va extendiendo, al principio silenciosamente, después de forma muy dolorosa. Cuando la endometriosis afecta a los ovarios se forman quistes llamados endometriomas que con frecuencia pueden llevar a tener que extirparlos. Las adherencias hacen que los órganos se peguen, provocando la obstrucción de las trompas de Falopio o de los intestinos y una inflamación permanente de la cavidad pélvica, provocando síntomas y daños intestinales. En algunas ocasiones la endometriosis también afecta a la vejiga. Se han llegado a detectar tejidos invasivos incluso en riñones y pulmones. Y esta es solo la parte física, la punta del iceberg. Vivir con el dolor como un compañero permanente, el miedo a la infertilidad, las dificultades y la incapacidad para lograr un embarazo, la ausencia de tratamiento e incluso, en muchas ocasiones, de un diagnóstico, tienen consecuencias terribles para la salud mental de las afectadas.
El primer paso para luchar contra esta enfermedad es visibilizarla. Las afectadas por la endometriosis debemos acabar con los tabúes y la ley del silencio que impide que las mujeres hablemos de nuestra salud sexual y reproductiva. Yo soy una afectada por la endometriosis y quiero que las mujeres que sufren lo mismo que yo sepan cuál es la causa y se organicen. Desde organizaciones como ADAEC o Endomás, aquí en la Región de Murcia, las endoguerreras luchamos por sensibilizar a la sociedad.
Los avances médicos, sin embargo, no dependen de nosotras. Es aquí donde la política puede hacer mucho más por nosotras. En la Asamblea Regional Podemos registró en noviembre de 2020 la primera Ley para la Visibilidad, Tratamiento y Diagnóstico de la Endometriosis. De eso ha pasado ya casi un año y medio y el resto de grupos políticos sigue retrasando su tramitación de forma incomprensible. Exigir la creación de unidades multidisciplinares para una atención integral a las afectadas, compuesta por ginecólogos, especialistas en el aparato digestivo, psicólogos o expertos en reproducción, no debería ser motivo de disputa entre partidos. Tampoco reclamar fondos para investigar las causas de la endometriosis y avanzar en su tratamiento o dar a conocer la enfermedad y sensibilizar a las chicas desde el instituto. Encima cuando lo tenemos tan fácil puesto que la Universidad de Murcia (UMU) cuenta con el mejor grupo de investigación en temas de endometriosis que por desgracia, lleva años infrafinanciado.
Por cada mes que esta ley se retrasa son cientos las mujeres que siguen sin recibir la atención que necesitan y merecen, perdidas en el laberinto de la endometriosis. Mientras seguimos esperando esa ley las afectadas tienen que saber que no están solas: cada vez somos más y mejor organizadas. Necesitamos ser muchas y hacer mucho ruido para ganar la batalla a la también llamada “enfermedad del silencio”. Porque lo que no se nombra no existe, como bien sabemos las feministas.
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